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viernes, 13 de noviembre de 2020

Hablando de LIJ con... Juan Senís


Juan Senís, además de profesor de universidad, ha hecho sus pinitos como autor de libros infantiles y es el alma mater de Dulce Pepinillo, uno de esos reductos en los que habita la poesía infantil en forma de reseñas personales y concienzudas, dos razones de peso para estar en esta sesión de mesa camilla en la que entresacamos opiniones variopintas sobre la llamada LIJ. ¡Empezamos, que en este día de libros y librerías toca una entrevista a golpe de belleza! 
Román Belmonte (R.B.): Conociendo su dilatado currículum vitae me sorprende que haya aterrizado en este género tan minoritario ¿Qué lleva a Juan Senís a la poesía infantil? 
Juan Senís (J.S.): No lo sé muy bien, pero es verdad que, desde que me dedico a dar clase de LIJ a tiempo completo y a investigar sobre ello, he ido creando un camino personal que me llevó a la poesía quizás por dos razones. La primera, que es un género muy desatendido desde el punto de vista crítico y, por lo tanto, un lugar donde se podía llenar un hueco (eso es lo que pretendía con el blog, por ejemplo). Y la segunda, el hecho de que se trate de un género bastante conservador en el que se repiten una serie de patrones en diversas tradiciones (no lo digo yo solo, por cierto) me hace sentir curiosidad por conocer esas dinámicas y explorar las razones de ello. Y, en fin, en general me parece un género fascinante por lo que tiene de difícil y de contradictorio. 


R.B.: Prosa o verso, verso u oración, métrica o estética… Yo siempre me hago un lío: ¿a qué pijo llamamos poesía? 
J.S.: Ja, ja, ja. Bueno, aquí uno podría ponerse un poco relativista, posmoderno y posestructuralista porque le saliera del pijo (que al final somos todos un poco de las tres cosas, como hijos de nuestro tiempo) y soltar una boutade del tipo: poesía es todo aquello que la gente llama poesía. Pero no. Déjame que me ponga un poco sublime y académico (solo un poco) y use un término que me gusta utilizar porque creo que es revelador: repertorio. El repertorio es el conjunto de reglas y convenciones que rigen el funcionamiento de un género literario en un momento dado de la historia. Esas reglas y convenciones van cambiando con los tiempos, claro está, pero siempre hay algo que permanece… Hoy en día, por ejemplo, la poesía no tiene por qué tener rima (la gran revolución poética de los últimos dos siglos la relegó), pero sí tiene ritmo; también hay poesía escrita en prosa, hay poesía más bien poco estética… El abanico es amplio. Y ahora aún más. Pero, si me preguntas qué es lo que distingue la poesía de otros géneros, yo diría que una especial tensión en el lenguaje que se manifiesta de muchas formas y, sobre todo, una manera peculiar de decir la realidad que traduce a su vez un modo original de ver la realidad. Es en ese viaje entre el ojo y el verbo donde reside la poesía. Yo les digo a mis alumnas muchas veces que, para decir las cosas como todo el mundo, mejor no escribir ni narrar. Pues eso es la literatura, y la poesía es donde se manifiesta todo esto de forma más extrema. 


R.B.: ¿Y tú de quién eres? ¿Retórica o estética? 
J.S.: Bueno, yo soy de las dos… Esto es como decir a quién quieres más, a mamá o a papá, ¿no? Aquí caemos un poco en esas dicotomías falsas del fondo y la forma. Si por retórica te refieres a la textura del lenguaje, al ritmo, por ejemplo, y por estética a la parte más conceptual e imaginista de la poesía, yo suelo preferir una poesía más estética que retórica, porque muchas veces con la retórica se tiende al formulismo y a la puerilidad. Pero al final creo que la separación es un constructo teórico más bien abstracto. 
R.B.: Ñoña, simple, inofensiva… Si la literatura infantil en general ya recibe todos estos apelativos, la poesía infantil es el género más denostado. Dígale algo a todos esos capullos que le restan solera… 
J.S.: Les diría que se han quedado en la superficie de las cosas y que no se han molestado en ir un poco más allá. Pero esta es una acusación con la que lidiamos cada día quienes nos dedicamos a la LIJ. También les diría que en algunos casos tienen razón, porque se publica mucha poesía que se puede calificar con esos tres adjetivos y que no aporta nada de nada ni al género ni a los lectores. Pero eso siempre ha sido así. En novela también se publican cosas muy malas y nadie se rasga las vestiduras por ello. Mala literatura ha habido siempre, para adultos y para niños, como mal arte, mala comida, ropa mala… Peor es que hubiera mala praxis médica o mala ingeniería de puentes y caminos. En la literatura, al fin y al cabo, siempre hay algo de juego serio y necesario, afortunadamente. 


R.B.: En guarderías y jardines de infancia todavía escucho a los niños cantando coplillas de siempre o jugando con adivinanzas y retahílas, ¿por qué cuando crecemos, abandonamos el plano de lo lúdico y lo colectivo y relacionamos la belleza de las palabras con lo serio y lo íntimo? 
J.S.: No sé muy bien por qué, pero yo creo que se produce un desplazamiento ceremonial… en el sentido de que la poesía deja de tener una función, deja de relacionarse con ceremonias nuestras del día a día, como sí ocurre en la infancia, al tiempo que el lector en formación empieza a tener contacto con otra poesía, más lírica y sobre todo escrita, que suele encontrar en los libros de texto y que suele leer en el aula. Ahí hay una fractura muy clara, que es difícil de atajar, sobre todo por la manera en que se "trabaja" (horrible palabra, que entrecomillo a propósito) la poesía en el aula, como detallaré más adelante. 
R.B.: A su juicio, ¿a qué se debe la invisibilidad de la poesía en general? 
J.S.: Otra pregunta difícil… Bueno, hay varios factores, como siempre. Por un lado, está el tema escolar que he apuntado antes: generalmente la poesía se lee en un ambiente encorsetado y además encorsetada ella misma en medio de todo tipo de actividades y ejercicios. No se pide al alumnado que lea poesía para identificarse, para construir una identidad, para que el poema resuene dentro de ellos mismos, sino para que localice las figuras, mida los versos, etc. Eso es un horror, y el horror está en las aulas… aunque no en todas, claro está. Si en esas aulas, además, quien está al mando no es lector o lectora de poesía, el desastre está ya consolidado. 


R.B.: Suscribo sus palabras. No obstante parece que los jóvenes se pirran por los poetas que florecen en Instagram ¿Qué opina de este fenómeno? ¿Están devolviendo las redes sociales cierto estatus social a la poesía? 
J.S.: Es un fenómeno complejo y del que no tengo una opinión muy formada. Pero es indudable que, en medio de lo que ahora Baricco llama la crisis del mediador y de los nuevos paradigmas de lectura, se ha producido un fenómeno por el cual la poesía ha adquirido gran visibilidad a través de las redes. Se trata de un tipo de poesía más bien poco poética (por decirlo así), pero que tiene mucho éxito porque plantea un desahogo directo y algo pueril, dicho sea de paso, pero que conecta en fondo y en medio (las redes) con los jóvenes lectores. No pasa nada. Es poesía comercial, como hay novela comercial, y está bien que sea así. Pero tal vez deberíamos reflexionar y preguntarnos si el éxito de este tipo de poesía – en general de una calidad más que dudosa, y a la que se apuntan a veces hasta triunfitas y triunfitos con la colaboración de un coach literario (sic) que viene a ser el negro de la vida – no es síntoma del fracaso de la escuela como mediadora poética y educadora literaria, como hablaba antes. Ahí lo dejo. 


R.B.: Siempre que hablo de poesía infantil recuerdo aquel sketch cómico de Martes y Trece parodiando a Gloria Fuertes donde la rima consonante era el santo y seña de la mofa. ¿Crees que la poesía infantil se encuentra más sujeta a la rima consonante que la dirigida a los adultos? ¿A crees que se debe? 
J.S.: Lo creo firmemente y lucho por eliminar esa lacra desde mi modesta posición. A ver, la poesía infantil es, como digo yo a veces, una Arcadia, y como tal, inmovilista y un poco anticuada, porque al final la escriben los adultos y por lo tanto plasma la visión que los adultos tienen de la infancia y (más importante aún) de lo infantil. Toda obra para niños lo hace, dibuja un lector modelo infantil que es al mismo tiempo un retrato de la visión de la infancia que existe en una época determinada. Si los adultos creemos firmemente que los niños solo reaccionan positivamente ante cierto tipo de poesía (con ritmo, con rima, etc.) y no ante otros tipos, lo normal es que acaben escribiendo ese tipo de poesía, y lo mismo pasa con los editores que publican ese tipo de poesía. Pero eso es lo mismo que darles a los niños de comer siempre chucherías y el puñetero menú infantil de los restaurantes (una idea que odio). Sin exponerlos a nuevas experiencias poéticas (o culinarias, o de lo que sea) no conoceremos su respuesta lectora. Por eso, tal vez esta predominancia de la rima y todo eso sea un síntoma más de esta etapa de la historia en que la niñez está sobreprotegida y, en cierto modo, confinada, lo cual es una paradoja si luego ponemos en manos de los niños un móvil a los diez años y pueden ver porno, ¿no? La poesía sin rima es mala, pero el porno, no. 
R.B.: ¿Tiene esto que ver con que la poesía dirigida a los niños haya tardado más en adaptarse al verso libre que la poesía adulta? 
J.S.: Tiene mucho que ver con lo que he dicho en la pregunta anterior. A falta de estudios concluyentes (aunque he leído hace poco algunas investigaciones al respecto que arrojan algo de luz), creo que tiene que ver con varios factores. Primero, esa idea tan extendida de que es lo que les gusta a los niños… Vale, sí, les gusta, como les gustan las chucherías, y no les damos eso todo el rato. Segundo, ciertas inercias establecidas del sistema literario ligadas a la repetición de clichés que funcionan. Y, tercero, en general el desconocimiento de ciertos mediadores de lo que ha sido la poesía en los últimos siglos y decenios. Es una combinación compleja, como siempre, pero ahí apunto algunas causas. 


R.B.: ¿Quiénes a su juicio han revolucionado el panorama de la poesía infantil en español? 
J.S.: Aun a riesgo de ser reductor, y de meterme en un jardín considerable, creo que la gran revolución de la poesía infantil en español viene del otro lado del Atlántico. Es solo una intuición, pero que comparto, por ejemplo, con una autora que me gusta mucho y con la que tengo una relación epistolar, Cecilia Pisos, que llegó a las mismas conclusiones que yo… Tampoco hablaría de revolución (es ambiciosa la palabra) en un terreno como este, pero sí que desde el otro lado parecen haber normalizado la relación de la poesía infantil con el verso libre, que es un paso adelante considerable. Al margen de la revolución, hay autores que me gustan… Por ejemplo, María José Ferrada ha logrado crear una voz y un mundo propios que es muy personal y casi intransferible, aunque haya ya una senda que ha inaugurado y por la que transitan otros autores y, sobre todo, autoras. La misma Cecilia Pisos, ya mencionada, es una gran escritora para niños (es argentina). En Italia, recomiendo seguir a Silvia Vecchini, que es una maravilla de autora (su poesía no está traducida al español, creo). Y luego, más que autores, hay libros que son hitos y que van más allá de lo obvio… Podemos hablar mañana de ellos, si te parece bien, pero hablar de revolución me parece un poco desproporcionado. 


R.B.: Sobre el formato en que se presenta la poesía infantil actual creo que el álbum tiene mucho que decir. ¿Qué opinas sobre la poesía ilustrada? 
J.S.: Yo creo que el álbum ha fagocitado en cierto modo la LIJ: su influencia en los últimos años no tiene parangón, y eso incluye la poesía. Ahora mismo, el álbum poético es una de las manifestaciones quizás más interesantes del mercado literario infantil (y no infantil). Pero ante todo hay que hacerse una pregunta: ¿por qué, para qué ilustrar poesía? ¿Qué sentido tiene? Yo me lo pregunto ante cada edición ilustrada de poemas para niños o adultos, porque ilustrar para redundar en el contenido del texto, y no para ampliarlo o desafiarlo, no tiene demasiado sentido. En cualquier caso, ahora hay una corriente favorable a este formato, aunque no todo sea bueno dentro de él. Lo que sí es llamativo es el auge de las ediciones de poesía ilustrada para adultos, que tiene que ver, claro está, con la supervivencia del libro en papel como objeto estético. Está por estudiar este fenómeno, y no descarto dedicarme a ello en el futuro. 


R.B.: Para despedirnos (por hoy, que ya sabes que mañana nos volvemos a ver en la sección Café con monstruos del Instagram de los monstruos) ¿A qué juega Juan Senís? ¿Cuál/es es/son su/s plato/s favorito/s? ¿Y sus libros favoritos? 
J.S.: Yo juego al tenis, cuando puedo, y juego a gustar al personal en general, porque me puede la seducción de todo tipo, como a cualquier tímido. Entre mis platos favoritos están la tortilla de patatas (yo cenaría eso hasta en Navidad, no te digo más), el arroz de cualquier manera (aunque una buena paella es un placer enorme) y todas las legumbres. Ya ves que soy un poco castizo, pero es que me parece un poco hortera eso de hacerte el cosmopolita a través de la comida (perdón). Y mis libros favoritos… Otra pregunta difícil, pero, en fin, podría decirte, así, a bote pronto, la poesía de Emily Dickinson (que es una suerte de milagro lingüístico y conceptual), Proust (que he leído entera la Recherche, en francés, y ya de paso fardo un poco, ja ja), autoras como Willa Cather o Natalia Ginzburg, que están fuera del canon porque narran centrándose más en universos domésticos (como si eso no fuera vida de verdad) … Y Mujercitas, porque fue el libro que me hizo lector… o lectora, quién sabe. Pero, en general, cualquier libro que renueve mi mirada… y da igual que sea para niños o para adultos, al final, que sea poesía o novela. Sin eso, no hay literatura. No existe. Al final, todos queremos que nos cuenten la misma historia de siempre con otras palabras, ¿no? Para burlar la muerte y estar entretenidos e iluminados. No hay más.

Está entrevista continuó en el espacio que los monstruos tienen en Instagram para profundizar sobre títulos y autores de poesía infantil, así como en otras cuestiones de la poesía infantil más actual. Pueden acceder al vídeo AQUÍ o a través del IGTV de la citada plataforma.


Juan Senís (Oviedo, 1975) es doctor en Filología Hispánica y Licenciado en Filología Hispánica e Historia del Arte por la Universidad de Castilla-La Mancha. Asimismo, obtuvo un Diplôme d’études approfondies en la Universidad Paul Valéry / Montpellier III. Ha publicado la monografía Mujeres escritores y mitos artísticos en la España contemporánea (Pliegos) y los álbumes ilustrados Geno (OQO) y Un viaje nunca visto (La Fragatina), así como diversos trabajos en revistas y libros colectivos. Actualmente es profesor en la Universidad de Zaragoza y mantiene el blog sobre poesía infantil Dulce Pepinillo.


viernes, 19 de junio de 2020

Hablando de LIJ con... Carolina Lesa Brown


Una vez que ha pasado el confinamiento, invitamos a otros monstruos para disfrutar de su compañía y, sobre todo, para charlar de lectura y libros infantiles. En este vienes casi veraniego nos visita Carolina Lesa Brown, todo un honor teniendo en cuenta lo mucho que conoce este ámbito monstruoso de la LIJ y sus valiosas reflexiones al respeto. ¡Muy atentos! 
Hay muchas formas de convertirse en monstruo (léase “adulto que ama los libros para niños”). Con la llegada de los hijos, con los estudios de magisterio o gracias a la bibliotecaria de turno. ¿Cómo fue su camino hacia la literatura infantil?
La lectura en la infancia. Cuando era pequeña, leer obras que luego podía compartir con mis amigas, hizo que quisiera participar del mundo literario. Con siete y ocho años todas éramos fans incondicionales de Elsa Bornemann, a la que llegué a escribirle. Así, tan chiquita. Al principio, quería ser escritora; pero cuando crecí —cito a un gran amigo— preferí evitarle a la humanidad ese trago y me convertí en editora. En Argentina, de donde soy, la lectura está muy ligada a procesos de cambio social, a la construcción de la ciudadanía. Por eso estudié comunicación, una carrera que me permitía observar la literatura, el lenguaje, desde el marco de las Ciencias Sociales y, a la vez, trabajar en proyectos sociales donde la literatura estuviera muy presente. Aunque todas las etapas de la vida pueden ser transformadoras, creo que la infancia, al depender íntegramente de los adultos, es mucho más vulnerable que las demás. Todas estas cuestiones alimentaron mi interés en la literatura infantil, sobre todo desde un punto de vista comunicacional, donde se tienen en cuenta conceptos como el poder y la legitimidad de determinados conceptos y relaciones. En definitiva, como campo de construcción de sentido.



Su blog es muy caleidoscópico. Vía de escape, cuaderno de campo, biblioteca, álbum de recuerdos… ¿Qué significa para usted Cuando te presento el mundo? (N.B.: Hagan "click" en el enlace y disfruten, lectores)
Para mí es un pequeño espacio en el que poder compartir experiencias de lectura, sobre todo, para las familias y los terapeutas. Me gusta pensar en él como un lugar que pone su granito de arena para repensar la literatura que ofrecemos, en especial, a los que tienen algún tipo de peculiaridad. En el fondo, lo que intento promover es la oportunidad que merecen los niños y niñas, más allá de su diagnóstico, a poder leer la misma literatura de calidad que ofrecemos a los demás. Si los viéramos como lectores o lectoras antes que como personas con discapacidad, la selección de libros cambiaría, porque supondría pensarlos como seres humanos con las mismas necesidades simbólicas de los demás.
Sin lugar a dudas el apartado, para mí “estrella”, de su blog es la sección Cartas, un espacio en el que se dirige a su hijo Bruno, un niño diagnosticado con TEA (trastorno del espectro autista), para hablar de las lecturas que más le gustan. ¿Por qué se decidió por el formato epistolar?
El género epistolar siempre me ha gustado por la intimidad que supone. También, por la capacidad de interpelación directa, a pesar de requerir de la distancia. Las cartas son tímidas y, a la vez, valientes; dan presencia en la ausencia, porque su tiempo de lectura, como el de los libros, es diferido. Este sistema de comunicación me recuerda al código que teníamos con Bruno cuando era pequeño. Muchas veces, al resultarle insoportable los estímulos sensoriales, no podías dirigirte a él de manera directa, mirándolo a los ojos o tocándole, por ejemplo. La comunicación de ambos tenía lugar a través de un tercer objeto, como los álbumes o un muñeco. Hoy, estos libros se han transformado en cartas.   



El autismo, el alzheimer, la libertad sexual, la pobreza o el racismo están cada vez más presentes en los personajes y argumentos de la LIJ. Esta visibilización se puede abordar desde diferentes puntos de vista: vis comercial, postureo,  diversidad, necesidad… ¿Qué opina usted al respecto?
Pienso que cada uno de los temas que mencionas merecen un análisis independiente, pues van ligados a la recepción y experiencia literaria de estos colectivos específicos. Más allá de lo ya sabido —la necesidad de docentes y familias de utilizarlo como recurso didáctico, y de todo lo que implica—, me gustaría mencionar la necesidad de crear materiales supuestamente inclusivos. Se da por hecho, que solo con mencionar un tema controvertido o tener un personaje con una determinada condición, es suficiente. El objetivo es una identificación simplista, basada en estereotipos, que poco recoge la complejidad de la realidad. Lo cierto, es que para que una sociedad sea inclusiva se necesitan, prioritariamente, políticas sociales, culturales y educativas, no libros de ficción. La responsabilidad de la literatura es crear buenas historias para que estas personas, que ya tienen una vida difícil, puedan participar en igualdad de condiciones, tal como afirma Yolanda Reyes “del derecho a ser sujeto del lenguaje: a transformarse y transformar el mundo y a ejercer las posibilidades que otorgan el pensamiento, la creatividad y la imaginación”. Por eso, desde mi punto de vista, si la intención es enviar un mensaje, es más más honesto, interesante e inteligente, publicar libros informativos, y no utilizar la ficción como disfraz. 
Por otra parte, en caso del autismo en concreto, he observado cómo a lo largo de estos años se han extrapolado algunas de sus características para dar forma, de manera natural, a la personalidad de ciertos personajes literarios. Rasgos como la dificultad social, la inquietud ante el contacto físico, el hecho de no mirar a los ojos, un interés muy específico y la falta de comprensión de las ironías. Personajes que pueden considerarse excéntricos y a la vez encajar dentro de ese espectro, como Newt Scamander de la serie Los animales fantásticos o Agamemnon White de Guardianes de fantasmas.



Últimamente, la presencia de la discapacidad en la LIJ se aborda desde el prisma de la discriminación positiva. ¿Acaso lo ofensivo no contribuye a lo literario?
La literatura y lo políticamente correcto nunca se llevaron bien. Sin embargo, la lectura y la subversión siempre hicieron un buen tándem; pero no porque el libro tuviera esa intención, sino porque la historia burbujeaba por sí misma. Lo ofensivo puede ser literario o no; pero en temas sensibles socialmente, si no está bien justificado dentro de la narrativa (personalidad de un personaje, necesidad de la trama) se traduce en pocas ventas o en una mala campaña contra el libro, que puede terminar en mala reputación para la editorial o incluso su retirada del mercado. No olvidemos que las editoriales son empresas con intereses económicos, y cada libro es una apuesta de ventas. De todas maneras, esto también tiene que ver con lo que hablábamos antes, impera una visión positiva porque se usan como recursos didácticos. Entre líneas, podemos hacer varias deducciones. La primera, es que el libro continúa siendo percibido como una voz de autoridad; la segunda, se sustenta en un concepto de comunicación unidireccional y unívoca, donde la persona es una tabula rasa que recibirá el mensaje tal y como fue concebido; la tercera, refiere a la idea de que los adultos deben tener todas las respuestas y, la cuarta, denota una falta de confianza en el diálogo como estrategia de construcción del conocimiento.
Este sitio está poblado de muchos monstruos que a veces se encuentran perdidos a la hora de ofrecer y sugerir lecturas a chicos como su hijo. ¿Existen ciertos criterios para ello o simplemente se trata de ensayo-error?
Yo creo que ninguna de las dos cosas es excluyente. Según el momento vital de cada uno, por ejemplo, la misma lectura puede ser un acierto o un error. Por supuesto que hay criterios de selección, con el que trabajamos editores y mediadores. Pero una familia no tiene por qué conocerlos. Por eso es tan importante la labor de orientación se hace con ellas desde las librerías, los centros culturales, las asociaciones y en la formación docente. Los niños y niñas deben elegir sus lecturas, y como adultos tenemos que acompañar esta elección desde la escucha y el respeto, interpretando sus gustos e intereses para saber qué ofrecer. Y este ofrecimiento debe contemplar, siempre, lecturas cada vez más complejas y sugerentes que hagan crecer la competencia lectora. Desde mi punto de vista, hay una falsa idea que afirma que leer es fácil y divertido. Yo la diría con la boca muy pequeña. Depende para quién y para qué edad. El proceso lector es, sobre todo en las primeras edades, difícil. Tal vez sería más importante decir que leer es complejo, cuesta, pero que merece la pena.



Cambiemos de tercio… ¿En qué se fija una editora de libros infantiles cuando ve un libro infantil?
Se fija en que, como decía Ana María Machado, haya merecido la pena talar un árbol para publicarlo. La historia debe tener el potencial suficiente para que, al trabajarlo sobre la mesa, todos los elementos narrativos funcionen como un engranaje. El objetivo final siempre es que el libro se adueñe de una parcela la biblioteca y no sea exiliado a un mercadillo de segunda mano.
Mercadillos y bibliotecas me han llevado hasta algo tan peliagudo como el canon. ¿Cree que es tan subjetivo como dicen?
Tal vez porque vengo de otra área o porque no tengo las suficientes herramientas teóricas, no termino de ver con claridad este tema.  Lo cierto, es que más que en una lista de autores u obras, prefiero pensar la LIJ como un campo en tensión, en el sentido de Pierre Bourdieu, e inscrito en él, una serie de obras y autores clásicos o de referencia, que pueden variar a lo largo del tiempo. Me parece más interesante observar la configuración de este campo, de sus reglas del juego, y cómo eso influye en la selección de obras y autores. Dicho esto, en lo que se rompe la dicotomía objetivo-subjetivo, creo que sí es necesario tener ciertas obras u autores de referencia. Si seguimos recomendando a Janosch o Arnold lobel, por ejemplo, es porque no hemos encontrado nada que los supere.



A su modo de ver las cosas, ¿qué características tiene el libro infantil perfecto?
Te confieso que como soy imperfecta, no me gustan las cosas perfectas. Como lectora, prefiero hablar de libros que permanecen. Y para permanecer, tiene que existir una historia que eche raíces en quien lee. Ahora bien, si me lo preguntas como editora, mi respuesta varía: el libro perfecto es aquel que respeta la armonía entre el sonido y el silencio lector, donde las palabras tienen una precisión matemática, las ilustraciones, si las hay, enriquecen el relato y, en su conjunto, se marca un ritmo de lectura que coincide con el ritmo de la historia. El formato, al mismo tiempo, colabora en la idea del libro y, muy importante, el concepto de lectura coincide plenamente con el catálogo. Pero sabemos que el libro perfecto no existe, ¡siempre habrá una errata con una innovadora estrategia de supervivencia!
Hablando de supervivencia, ¿la de un buen libro puede estar condicionada por el contexto? A veces tengo la sensación que buenas obras padecen de “obsolescencia programada”...
La supervivencia de un buen libro depende no solo del contexto sociohistórico, hay obras que en su momento pasaron sin pena ni gloria, como el Pentamerón de Giambattista Basile, y fueron rescatadas muchos años después. En la actualidad, a mi entender, debido a la superproducción editorial, la supervivencia de los libros depende de diferentes factores: la campaña de marketing, que el público lo convierta en un best seller y, para mí lo más importante, que libreros y libreras apuesten por ellos.
Las librerías son los agentes fundamentales de esta cadena.



Los “lectores perdidos”, esos jóvenes que leen durante la infancia pero que de repente se desligan de la lectura placentera, constituyen uno de mis temas favoritos. ¿Alguna sugerencia para traerlos de vuelta a los libros?
En primer lugar, creo que los momentos de no lectura son tan respetables como los de la lectura. A veces, es necesario alejarse, vivir otras experiencias, leer otras formas de arte, de cultura o transitar otros caminos. Y, aunque esto suene muy mal, hay muy buenas personas que no leen y otras nefastas que citan a Shakespeare. Dicho esto, como convenimos que es mejor leer que no hacerlo, yo partiría de escuchar a la no lectura. ¿Qué hace o provoca el abandono? ¿Cuánto hay de momento vital, de contexto socioeconómico u otras causas como la falta o el cierre de bibliotecas en un barrio, en un colegio? Por lo tanto, vería la causa para elaborar una estrategia más acertada.
Por otra parte, y más importante, creo que nos centramos en el abandono de narrativa, del objeto libro, pero esto no significa necesariamente la pérdida de lectura: hay muchos adolescentes que leen la prensa, otros cómics o novelas gráficas (género que no se suele tener en cuenta cuando se habla de lectura), y están los que consumen ficción digital, entre otros.  Ahora bien, si imaginamos un contexto cotidiano, siempre me ha funcionado compartir aquello que estoy leyendo. Hablar sobre mis lecturas de manera natural con jóvenes o niños/as. A veces, al crear dinámicas complejas, olvidamos algo esencial: situarnos de igual a igual para compartir historias y decir lo que hemos sentido al leerlas o escucharlas. Yo no siempre recomiendo libros; en ocasiones, me parece más oportuno un espectáculo de narración oral como re-acercamiento a la lectura.
¿Y dónde queda la paraliteratura? En cierta entrevista te escuché hablar de este punto tan interesante que no siempre es bien recibido…
Bueno, la verdad es que mi postura es muy poco ortodoxa… Y coincide con la de Peter Dickinson: la paraliteratura tiene, principalmente, dos funciones: la primera es socializadora. Permite crear una comunidad lectora entre iguales basada en el diálogo y el intercambio de libros. Como ha afirmado Aidan Chambers, este diálogo es muy importante para la promoción de la lectura, porque una de las grandes fuentes de lectura son las recomendaciones. El vínculo y las relaciones que se generan a través de los libros no es algo menor, porque crea pertenencia. Una vez, una buena amiga, coordinadora de diversos talleres de lectura me dijo: “más allá de la lectura, estos niños y niñas vienen para sentir que no están solos”. En segundo término —sigo con Peter Dickinson—, permite a los niños y niñas ganar confianza en estructuras sencillas para pasar a otras más complejas. En otras palabras, estoy a favor. La verdad es que no conozco a nadie que no tenga libros malos e inconfesables en su memoria lectora. El problema es cuando pasan a ser un gran porcentaje de la producción editorial o la línea principal de consumo.



Una cuestión que me crispa los nervios: ¿Vale cualquier libro?
Si entendí bien la pregunta, entonces te diría que sí: cualquiera puede encender un buen fuego o ser sustituto de papel higiénico durante la pandemia.  
Jajajaja… Esperaba una respuesta de este tipo…. A la hora de recomendar libros, ¿es más difícil desligarse de la faceta de madre o de la de editora?
Sin duda, me es imposible desligarme del lado editor. Mis hijos pueden tener gustos contingentes, varían con sus años y sus intereses. Pero hay libros que tienen más años que los tres juntos y constituyen una apuesta segura, u otros nuevos, que merecen un lugar en la mesita de noche. No todas las personas pueden comprarse libros todos los meses, por eso intento que el dinero sea invertido en una historia a la que se pueda volver.
Los monstruos generalmente nos quejamos de que los libros para niños son una parcela humanística muy desconocida, casi un reducto para cuatro locos. ¿Qué le falta al mundo de la literatura infantil para llegar al gran público?
En mi opinión, lo primero que falta en la LIJ es gente de diferentes áreas del conocimiento, que enriquezca las perspectivas y los debates. Especialistas en diferentes campos científicos y sociales que nos animen a pensar o introducir nuevas variables de análisis. El reducto de la literatura infantil no es solo pequeño, sino endogámico, y eso no es saludable para ningún campo de trabajo. Por eso, creo que la propuesta de Filosofía Visual de Wonder Ponder, la apertura hacia la ficción digital que promueve Lucas Ramada, por citar ejemplos actuales, fueron tan bien recibidas como en su momento lo fue la mirada antropológica de Michéle Petit.
Por otra parte, creo que tenemos un grave problema de comunicación con el público general: manejamos un discurso obvio y resabido, que no llega donde debería llegar o, al menos, no todo lo que quisiéramos. Si aún es frecuente oír, al entrar en una librería, alguien que juzga al libro porque está escrito en mayúsculas o minúsculas, nuestra labor necesita un replanteo importante. Estas situaciones dejan en evidencia que somos una gran minoría que se relaciona muy bien entre sí, pero que tiene una seria dificultad para pensar en otras estrategias o espacios de acercamiento a las familias, más allá de los tradicionales. ¿Tenemos suficiente presencia en los foros y grupos de crianza en las redes sociales? ¿Cuántas editoriales hacen llegar sus catálogos a otros lugares donde habita la infancia, como empresas de ocio y tiempo libre, centros de atención temprana o los gabinetes de psicología?



Estoy bastante de acuerdo con tu postura, es más, es una de las razones por las que me animé a abrir una pequeña sucursal de este sitio en Instagram, algo que, por otro lado, me granjeó críticas por una parte del sector LIJ-ero. Fue como si estuviera denigrando los libros infantiles. Me pareció una postura un tanto elitista por su parte. ¿Por qué cree que pasa esto?
No tengo suficiente información para decir si es elitista o no, pero sí creo que la lectura de la infancia y la adolescencia está, muchas veces, en círculos que no contemplamos: YouTube, Instagram, otras redes sociales. Si se han creado esos espacios es porque las personas no se han sentido identificadas o acogidas por otros más tradicionales. Han elegido otros medios y eso merece una pensada. Los jóvenes llevan años haciendo colas interminables en la Feria del Libro, por ejemplo, y —tal vez me falta información—,  pero hasta donde sé, nunca he visto que se promoviera un espacio para ellos, en los que reunirse y hablar de sus lecturas; en los que se escucharan sus demandas. La lectura es como la educación: tienes que partir del otro, para idear espacios de construcción y acercamiento. Si mal no recuerdo, Foucault decía que las prácticas sociales generan dominios del saber (objetos, conceptos, técnicas), que dan lugar a nuevas formas de conocimiento y, por lo tanto, a nuevos sujetos de la historia. Los jóvenes de hoy no son los de décadas atrás: ha cambiado su percepción, sus códigos y sus formas de actuar. Lo primero que tendríamos que hacer es abrir espacios de escucha si queremos llegar a ellos.
Como punto y aparte (que un servidor prefiere los “hasta luego”), tres vicios de monstruo... Tu juego preferido, algo de gastronomía y unos cuantos libros infantiles que te encanten.
Te cambio un poco la pregunta y te cuento tres vicios fundamentales:
Vicio nº 1: los juegos de mesa. Formo parte de la junta directiva de Ludiversia, una asociación familiar de juegos de mesa y de rol increíblemente fantástica.
Vicio nº 2: pintar miniaturas de juegos como el Zombicide (¡amo matar zombies!).
Vicio nº 3: el boxeo (aunque lo practico menos de lo que debería).   
Jajajaja… Espero que al menos comas y cumplas con los principios fundamentales de la termodinámica... (Risas). 

Está entrevista continuó en Instagram para profundizar sobre las experiencias de lectura de niños con espectro autista, así como otras en el ámbito de la salud mental. Pueden acceder a estos vídeos AQUÍ (parte 1) y AQUÍ (parte 2)



Nota: Todas las imágenes que acompañan la entrevista corresponden a algunos de los títulos favoritos de la entrevistada o a libros que ha leído últimamente y le han gustado mucho.

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Carolina Lesa Brown es licenciada en Comunicación Social (UNLP), máster en Necesidades y Derechos de la Infancia (UAM) y máster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes (UAB). Ha trabajado en estudios creativos y en proyectos educativos en comunidades con riesgo social. Desde que llegó a España, desempeña diversas tareas de comunicación, edición, creación de contenidos y asesoramiento en el sector editorial e instituciones ligadas a la infancia. Es formadora de la Red de Bibliotecas para Pacientes y colabora con docentes y terapeutas para acercar la literatura a niños y niñas con necesidades educativas especiales, en particular con la condición del espectro autista. Es autora del blog Cuando te presento el mundo. 

viernes, 17 de enero de 2020

Hablando de LIJ con... María Matesanz




María Matesanz es de esas seguidoras que un día se atrevió a escribir a este monstruo y darle un poquito de cera (cosa que me hace mucha ilusión). Con el tiempo y esto de los libros infantiles, fuimos conociéndonos un poco más y me percaté de que tenía ante mí una mujer que era un filón, pues ella se dedica a la restauración de libros, muchos de ellos infantiles, un ámbito bastante desconocido y específico por el que me siento enormemente atraído. Es por ello que la he invitado a este hogar de los monstruos, para que nos hable de papeles, técnicas de restauración y formas de conservación. No se pierdan esta generosa entrevista, ni como lectores ni como editores ni como bibliotecarios. Es una delicia para todos los amantes de los libros.
Román Belmonte (R.B.): Para una restauradora de material bibliográfico, ¿qué tiene de especial este sitio de monstruos que lo sigues con tanta disciplina?
María Matesanz (M.M:): Llegué al blog por casualidad hace unos tres años buscando información sobre una colección de libros ilustrados. Leí una entrada, luego otra y otra más. Me enganchó completamente. Me resulta muy atractiva esa mezcla entre artículos de opinión y divulgación sobre LIJ entretenida y rigurosa. Se nota que te apasiona el tema y eso es contagioso. Por otro lado nunca sabes que sucederá cuando abres la página. Hay siempre un punto gamberro que me divierte mucho. A veces me río a carcajadas con las historias que cuentas y otras me gustaría responderte, pero siempre acabo aprendiendo algo nuevo. He descubierto muchos libros gracias a ti y eso te lo tengo que agradecer.
R.B.: Las gracias te las he de dar yo por acceder a este destripe. Desembucha: ¿Cuál es el libro infantil más antiguo que has restaurado?
M.M.: Prácticamente la gran mayoría de los libros infantiles que tenemos provienen de producción editorial industrial de los tres últimos siglos, XIX, XX y XXI. Existen algunos ejemplares más antiguos del XVIII pero son obras mucho más escasas. Los libros más antiguos que he tratado serían de principios del XX, así que no tienen muchos años. Hay dos que son más o menos de la misma época y no pueden ser más diferentes. Uno es una mezcla entre un libro acordeón y una pêle-mêle editado por Kelloggs en 1909. (Kellogg's Funny Jungleland Moving-Pictures). Está ilustrado con animales de la jungla vestidos al gusto de la época, muy elegantemente. Elefantes con bombín, hipopótamos bailando en bañador y jirafas con pajarita y monóculo que te saludan cuando los despliegas. Las páginas interiores están divididas en seis bandas horizontales que permiten combinar las ilustraciones. Era en un libro que te regalaban en la tienda cuando comprabas un paquete de cereales. Gustó tanto que lo estuvieron reeditando hasta 1930… Pensándolo bien, creo que el más antiguo quizás sea uno de 1904. Fue la última intervención en la que participé cuando estuve en IPCE, un libro de consulta y estudio destinado a Alfonso XIII cuando era niño. Trata un tema muy denso sobre religión y monarquía que en un primer momento no se asocia a un libro infantil, pero utiliza recursos gráficos y pedagógicos muy interesantes y que desde luego estaba destinado a un niño. Sería una especie de libro informativo para el infante. Es un manuscrito de gran formato de más de un metro de alto por medio de ancho. Lo redactó un religioso sobre tela de dibujo semitransparente. Es un texto a cuatro colores que se distribuye por las páginas dentro de formas geométricas en diferentes direcciones conformando una especie de cuadros sinópticos. De ese modo el texto se fragmenta en diferentes partes facilitando su comprensión y puede leerse desde varios ángulos aprovechando sus grandes dimensiones. Es un libro muy particular.



R.B.: ¿Cuáles son los desperfectos más comunes en el ámbito de los libros infantiles?
M.M.: La mayoría de los daños más habituales son causados por un manejo inadecuado, intenso y repetitivo. De modo más amplio, estos deterioros generados por la manipulación se podrían dividir según su origen en tres grandes grupos: daños causados por el uso y el desgaste habitual, daños causados por una mala manipulación, y daños causados por errores en la fabricación. Estos dos últimos grupos se retroalimentan entre ellos, porque un problema en el montaje repercutirá casi irremediablemente en un mal uso posterior. Si el libro no abre bien por un error en su configuración, se tenderá a forzar la apertura provocando tensiones que, si son muy intensas o reiteradas, terminaran partiendo el cajo, que es la bisagra creada en la franja de unión entre las tapas y las guardas. Esta zona es la que sostiene el cuerpo del libro a la encuadernación y es un punto delicado de ese armazón. Hay partes de los libros o tipos de construcciones más susceptibles que otras a sufrir desperfectos. Las encuadernaciones que tienen los planos recubiertos de papel, como ocurre en muchos de los libros infantiles, son más frágiles que las de piel o tela y se estropean mucho más con el roce. El área externa del lomo es siempre una parte muy expuesta, al igual que las zonas perimetrales de puntas y cantos. La cofia superior en los libros con lomo hueco es un punto especialmente sensible, ya que se tiende a tirar de esa zona al sacar el libro de la estantería. Luego pequeños o grandes daños mecánicos por desgarros, roturas, cortes, arrugas, pliegues, etc. También habría que añadir arreglos bienintencionados de los desperfectos con productos inadecuados.


R.B.: ¿Qué desperfectos son los más complicados de solucionar?
M.M.: Desde un punto de vista técnico, aquellos derivados de la propia idiosincrasia del objeto, tanto a nivel matérico, como estructural. Siempre se pueden tratar de prevenir los deterioros debidos a factores externos (ambientales, de uso y manipulación, por almacenaje, exposición etc.) con un poco de control de las variables externas que les afectan. Además estas prácticas suelen dar muy buenos resultados. Siempre hablo en primer lugar de medidas preventivas porque es básico, ya que si ponemos el énfasis en su conservación preventiva evitaremos tener que intervenir el bien o limitar la necesidad e importancia de los tratamientos de restauración.
Sin embargo, cuando las alteraciones se producen por una causa endógena como resultado del propio formato del libro o debido a unos materiales de baja calidad o no adecuados, son más difíciles de tratar. Por ejemplo, los libros que se elaboraron con pasta de madera se acidifican muy rápidamente porque tiene lignina y su vida útil es corta. Envejecen rápido y mal ya que esos procesos degradativos no se pueden parar. Otro ejemplo es el uso de ciertas tintas que pueden perjudicar el papel, como las metaloácidas que se empleaban desde la Edad Media hasta finales del XIX. Su carácter ácido provoca un deterioro progresivo del papel hasta llegar a destruir el propio soporte. También encontramos encuadernaciones frágiles, incorrectas o mal construidas que reducen la funcionalidad o directamente dañan al libro, etc.
A nivel práctico también hay que mencionar las manchas. Son muy complicadas de eliminar porque habitualmente necesitan de procedimientos agresivos y aún así solo es posible mitigarlas en ciertos casos. Si se pueden evitar, mejor.
R.B.: En cierta ocasión me hablaste de un trabajo de investigación sobre la restauración de los libros pop-up, ¿qué tienen de interés para una restauradora como tú?
M.M.: Los libros móviles tienen mucho encanto. Son objetos complejos y divertidos, personalmente me gustan mucho. Desde el punto de vista de la restauración, los aspectos más atractivos e interesantes de los libros móviles, es decir, su interactividad, su movimiento y su tridimensionalidad, son también los que hacen de su preservación un desafío. Dependen de la materia mucho más que otras piezas porque las experiencias que transmiten van ligadas a la forma. Si pierden sus propiedades mecánicas, se evapora la magia y la esencia del libro. Además, estas obras parten ya con un hándicap de base en lo referente a su conservación. El movimiento que los define produce un desgaste intrínseco del soporte material. Es decir, que incluso un manejo correcto lleva implícito un desgaste importante de la obra de base. Esto sumado a la fragilidad de las arquitecturas tridimensionales que portan y a su uso intensivo, supone todo un reto a la hora de conservarlos e intervenirlos.


R.B.: Una buena restauración de un libro infantil ¿consiste en dejarlo impoluto o sin embargo debe conservar ciertas señales de la larga vida de este libro?
M.M.: Si definiésemos una “buena restauración” según los criterios deontológicos actuales, conservaría marcas del paso del tiempo. Desde hace años se aboga por mantener visibles las huellas del uso, que al fin y al cabo es justo lo que has dicho, “las señales de la vida del libro”, ya que sólo se deberían llevar a cabo las intervenciones que sean estrictamente necesarias para alcanzar el equilibrio y la estabilidad del bien cultural.
Todo esto significa que las intervenciones de restauración-conservación buscan un resultado natural y coherente con la edad de cada pieza-libro no una vuelta al aspecto original. Siempre hay que valorar cada caso de manera individual para evitar restar información esencial a la obra. Imagina que en el libro que te comenté antes, el rey hubiese anotado algo a mano o que tuviese la cubierta de tela original desvaída por el uso... Mientras no suponga un problema para su conservación, siempre se opta por no actuar sobre ese aspecto y mantenerlo, ya que el eliminar esa patina podría equivaler a perder una información valiosa sobre el objeto.
R.B.: Desde el mundo editorial actual, ¿se tiene en cuenta la larga durabilidad de un libro o por el contrario, os dificulta la tarea?
M.M.: ¿Me preguntas que si los libros que se fabrican ahora están hechos para durar?
R.B.: Sí.
M.N.: Dependería un poco de lo que entiendas por larga durabilidad. En realidad no creo que deban tenerlo en cuenta más allá de fabricar buenas piezas con materiales de calidad. Los libros son objetos efímeros porque la materia de la que están hechos se deteriora con el paso del tiempo. Hay que aceptar su envejecimiento natural como parte de su idiosincrasia.  
También es cierto que, salvo excepciones, y en lo que respecta a los libros infantiles de hoy en día, no son tanto las técnicas de fabricación, sino el manejo posterior el que determinará su duración. Esto, por ejemplo, no pasaba hace unos años. ¿Quién no tiene en casa libros relativamente nuevos de hace 40 años o menos que están completamente acidificados, con todas las hojas amarillas, que da pena verlos aún cuando los hemos tratado con cuidado? Esto se debe, tanto al tipo de pasta de papel con lignina que se usaba entonces, como a los aditivos que le añadían y al blanqueo con productos clorados.
Como regla general te diría que las casas editoriales sí buscan una cierta durabilidad, al menos en el caso de los libros de LIJ, ya que habitualmente usan papeles gruesos o incluso cartones en los que se tiene en cuenta el gramaje, el peso, la resistencia al doblez y su flexibilidad, más todavía cuando están dirigidos a los más pequeños. Piensan en la arquitectura del libro más adecuada y además, las tintas de impresión que se usan son bastante estables a la luz.
No obstante, este mundo es tan amplio que habría que matizarlo ya que depende mucho del tipo de libro editado. Esto de lo que hablo sucede en los álbumes ilustrados, libros móviles o los libros informativos, donde se prioriza el formato y su aspecto porque la parte estética es muy importante. Sin embargo, en otro tipo de publicaciones un poco más convencionales, a pesar de una edición atractiva, el formato no es la prioridad y quizás no utilizan unas materias primas tan nobles. Colecciones en las que hay libros muy gruesos cuyas encuadernaciones no resisten ese volumen de páginas, otras en rústica sin costuras, papeles de peor calidad, con gramajes menores... Te encuentras unos formatos más estándares que a veces no están pensados exclusivamente para un volumen en concreto y pueden presentar problemas estructurales.


R.B.: ¿Qué materiales y/o técnicas de impresión y encuadernación actuales os facilitan más el trabajo a los restauradores?
M.M.: Si nos centramos en la LIJ te puedo hablar de los materiales que no lo ponen fácil, que sobre todo son los papeles estucados. Este tipo de soporte es por norma general muy sensible a la humedad y el agua, lo que nos limita la posibilidad de realizar tratamientos acuosos y lavar el papel (N.B.: Sí, el papel se lava y de hecho es un proceso que puede ayudar a regenerarlo).
Los papeles cuché o estucados se empezaron a fabricar a finales del siglo XIX y se recubren con capas de carga mineral y adhesivos aglutinantes para que tengan ese aspecto brillante que mejora la calidad de la impresión, sobre todo de las ilustraciones. El resultado es un aspecto suave y muy liso donde las tintas suben más y quedan potentes. Es como si lo maquillaran con polvos de caolín y no tuviese poros. Si se mojan se produce lo que se denomina el efecto bloque y quedan pegadas unas hojas con otras, siendo prácticamente imposible el separarlas -imagina qué ocurre cuando se moja una revista…-. Aunque es cierto que ahora se añaden resinas sintéticas resistentes a la humedad, una gran parte de los libros infantiles se siguen imprimiendo en este tipo de papeles que, aunque son más atractivos, son también más complicados de tratar.
Respecto a las encuadernaciones, las de tapa dura suelen ser más duraderas que las de tapa blanda o rústica, pero para mí es más relevante que el cuerpo del libro este compuesto por cuadernillos cosidos y no por hojas sueltas pegadas por el lomo (Nota: Este tipo de edición se denomina “a la americana”). Habitualmente se asocia con elaboraciones de libros de bajo coste y son mucho más susceptible de alteraciones ya que es más sencillo que se desprendan hojas debido a que no hay costura que sustente el bloque de texto.
Aunque he comentado antes que las tapas cubiertas de papel son bastantes sensibles a los roces y al desgaste, hoy día suelen llevar incorporado en el proceso de fabricación un material sintético que le proporciona un aspecto más brillante y mayor resistencia mecánica.  



R.B.: ¿Qué tipos de papeles, impresiones y técnicas son las más resistentes al paso del tiempo?
M.M.: La calidad y el tipo de papel han ido cambiando en las diferentes épocas. Entre el papel de trapos hecho a mano de los libros antiguos, y los papeles continuos, libres de ácidos y pH neutro, hay papeles de montones de calidades que son reflejo, tanto de la situación social y tecnológica, como del mercado al que va o iba destinada la publicación.
En principio, los papeles más resistentes y estables serán aquellos compuestos por celulosa, sin dirección de fibra y con ausencia de aditivos degradantes. Es el llamado antiguo papel de trapos, uno que se fabricaba manualmente desde finales de la Edad Media hasta el siglo XIX, cuando se inventó la máquina de papel continuo. Es de excelente calidad, muy estable químicamente y envejece muy bien, sobre todo los de la primera época. De hecho, muchos libros fabricados con él están hoy en mejores condiciones que la mayoría de los de los últimos dos siglos. Incunables con más de 500 años parecen nuevos al lado de un ejemplar de mediados del siglo XX.
Las tintas de impresión con base grasa que se utilizan actualmente son bastantes estables, pero en general dependen de la calidad de sus materias primas. El cómo envejecerán dependerá de muchos factores y no es posible predecirlo con absoluta precisión.


R.B.: ¿Cuáles son las mejores condiciones para conservar un libro, más concretamente un libro infantil?
M.M.: Aviso de que me voy a explayar (risas)….
R.B.: Te dejo por el bien de nuestros libros…
M.M.: Es una pregunta difícil porque, lo que a priori sería mejor para que se mantuviese en buen estado, implicaría que perdiesen su función, más todavía si hablamos de libros que van a manejar niños. Yo creo que hay que usarlos mucho porque no son objetos de museo, pero hay que intentar hacerlo con mimo y sentido común. Si se enseña a los lectores a tratarlos con respeto y a disfrutar al mismo tiempo de ellos, si lo hacemos, pueden ser casi inmortales.
Los distintos materiales orgánicos que los componen como papel, tela, piel o adhesivos, son bastante sensibles a las condiciones ambientales. Los principales factores que les afectan son la luz, la temperatura y la humedad. Aunque las instituciones tienen protocolos de actuación y medios para mantener las colecciones en las mejores condiciones posibles, no suele ser el caso de los particulares, lo que no quiere decir que no existan unas medidas preventivas elementales que puedan extender la vida de los libros.
A ver… De modo general, algo muy sencillo y que mejorará sensiblemente su conservación es mantenerlos alejados de exposiciones continuas a la luz, sobre todo de la luz directa, tanto del sol, como de la luz artificial. Los daños debidos a la luz son acumulativos e irreversibles y provocan el amarilleamiento y la fotodegradación de la celulosa. Además, las tintas empalidecen o se desvanecen mucho más rápidamente cuando les da la luz. Apagar la luz cuando no estás en la habitación donde se almacenan los volúmenes, bloquear la luz que incide sobre ellos en las estanterías con cortinas, o no dejarlos en los alfeizares de las ventanas, son pequeños gestos que ayudan muchísimo.
Por otro lado es importante mantenerlos en unas condiciones de temperatura y humedad estables, en un entorno bien aireado para evitar ataques biológicos (aviso de que hongos e insectos sienten pasión por la celulosa). En general, las casas suelen estar en el rango de las temperaturas adecuadas. Si tú estás cómodo, también los estarán tus libros. 
En un extremo tenemos los ambientes muy secos que pueden deshidratar el papel y hacerlo friable. En ese entorno también se aceleran claramente los procesos degradativos que forman parte del envejecimiento natural del libro. Para evitarlo es preciso no almacenarlos cerca de fuentes de calor como radiadores o chimeneas. En el otro tenemos los lugares muy húmedos, el sitio perfecto para que proliferen hongos y otros seres y que también hay que evitar. Los sótanos no acondicionados o espacios más expuestos no son buenas áreas para el almacenaje. También sería importante no colocar las estanterías o librerías en las paredes exteriores más húmedas y frías, y con mayores cambios de temperatura.
Respecto a su almacenamiento, los libros se deben disponer verticalmente en las estanterías, tallarlos por tamaños y con los lomos alineados para que no sufran una presión desigual a lo largo del cajo. Los que son muy grandes, ponerlos horizontales pero no superponer demasiados ejemplares unos sobre otros para evitar daños. No apretarlos en exceso porque esto facilita que se dañen al sacarlos y por otra parte facilita el estar aireados.
Es muy importante no extraer los libros de los estantes tirando de la cofia (la parte de arriba del lomo) ya que es un punto frágil y no está preparado para soportar todo el peso del libro y la fuerza del tirón que se aplica porque se acaba desgarrando por ahí (otra nota: para coger un libro se separa  un poco de los volúmenes contiguos y se agarra por el lomo). Es conveniente evitar limpiarlos con productos químicos. Con quitarles el polvo utilizando una bayeta de microfibra que no suelte pelusas es más que suficiente.
En cuanto al manejo, una pauta básica: hay que manipularlos con las manos limpias. A todos nos gustan más los libros sin manchas que los sucios y pegajosos. Muchas manchas grasas de las cubiertas se deben a huellas digitales que al principio no se ven, pero que poco a poco se van oxidando y aparecen tarde o temprano. La segunda sería tratar de no comer ni beber al tiempo que se usan. Estas dos medidas tan básicas reducen por sí solas los daños significativamente. 


Las encuadernaciones son mucho más frágiles de lo que presupone, especialmente en los puntos de unión de las tapas con el cuerpo del libro. Los libros están diseñados para reposar entre las manos de los lectores o en el regazo, así sufren poco estrés. Muy pocos pueden abrirse por completo aunque nos empeñemos. El abrirlos sobre superficies planas, especialmente aquellos con el lomo hueco, afecta a esa parte en su punto más débil, la zona de unión entre las tapas y el lomo que hace de bisagra, el cajo. La tensión se concentra aquí y la va debilitando. Esto, a la larga, compromete la estructura, tensa la costura (si la hubiese), merma la resistencia de los adhesivos y hace que se partan por la zona de los cajos. Una vez que estas juntas se rompen, las cubiertas y el lomo pueden romperse, la costura puede partirse, el bloque de texto se puede dividir y las páginas comenzarán a caerse. Por lo tanto es importante evitar ángulos de apertura excesivos. Aunque sean de tapa blanda y su abertura sea físicamente posible, por favor no los doblen sobre sí mismos. Una cosa muy simple que ayuda a que esto no suceda es no dejar los libros abiertos boca abajo ni colocar objetos encima.
Estos daños que he contado son patentes especialmente en las encuadernaciones rústicas donde las tapas y el cuerpo del libro están unidas entre sí únicamente mediante adhesivo. En el caso además de que no hubiese costura y fueran páginas sueltas adheridas, es mucho más probable que las páginas se aflojen y se desprendan.
Otro consejo es evitar las cintas adhesivas tipo “celo” para “arreglar” posibles desgarros o cortes. Son un desastre en potencia. Al envejecer, el adhesivo se oxida y amarillea, penetra entre las fibras del papel y deja una mancha prácticamente indeleble. Por otro lado, el soporte acaba por desprenderse y al final pierden su función. Por favor, no usar cintas adhesivas salvo que sean de calidad “archivo”. 
Como marcadores de lectura, es preferible usar un trozo de papel en vez de marcapáginas metálicos o clips metálicos, y procurar no dejar gomas dentro o sujetando varios volúmenes. Se degradan con el calor y la humedad, pueden oxidarse en el caso de que sean metálicas, y producir daños físicos.


R.B.: Cuéntame alguna anécdota simpática sobre el proceso de restauración de algún libro infantil.
M.M.: No me ocurrió exactamente a un proceso, pero sí en la lectura de mi proyecto fin de grado en el que me echaron una mano los libros infantiles. Tu puedes hablar muy seriamente sobre criterios y metodologías de la restauración de libros, pero cuando los ejemplos son el Ratón Mickey en la Corte del Rey Arturo, Tip y Top de Kubasta o Simbad el marino, y te rodean físicamente, el rigor se mantiene pero te cambia la mirada. Esto fue lo que paso literalmente. Me los llevé a la presentación y los desplegué en la mesa donde exponía. El tribunal estaba mucho más relajado y hasta sonreían un poco. Estos libros tienen algo que nos devuelve esa parte juguetona y curiosa que todos tenemos de pequeños.


R.B.: ¿Crees que se nota más interés hacia la restauración del libro infantil en la actualidad o que sigue siendo un problema al que no se le presta atención?
M.M.: No creo que sea un problema concreto del libro infantil, sino de conocer y valorar el patrimonio bibliográfico en general. Soy optimista y parece que poco a poco vamos tomando conciencia de su importancia, aunque me gustaría que fuese mucho más rápido.
R.B.: Si no me equivoco te has formado en España, Inglaterra, Italia, Estados Unidos  y Francia. ¿La percepción es la misma fuera de nuestras fronteras?
M.M.: No puedo dar una visión global de la situación porque mi experiencia es limitada, pero por lo que he podido observar, en cada país la sensibilidad hacia la conservación y la restauración es diferente. Tiene que ver con la cultura propia de la nación y la forma en que los ciudadanos valoran su patrimonio. Quizás donde más he apreciado esas diferencias es entre el mundo anglosajón y el mediterráneo. Francia en este aspecto, funciona de otro modo.
En el mundo anglosajón hay una fuerte tradición de mantener el patrimonio, un sentimiento profundamente enraizado en la sociedad. Por ejemplo, en Estados Unidos, aunque es un país muy joven en ese sentido, tratan de salvaguardar lo que han ido atesorando en estos años. Te llama la atención lo que valoran y como lo hacen. Cuando trabajaba en un estudio privado en San Francisco, llegó un cliente que quería restaurar (no arreglar…) una camisa hawaiana que perteneció a su padre. Este la había adquirido cuando estaba destinado en las islas como soldado durante la Segunda Guerra Mundial. En este caso era una prenda de ropa pero podía haber sido perfectamente un libro de su padre cuando era pequeño.
Eso es típico del mundo de habla inglesa: no son sólo las instituciones las que se encargan de forma global de la salvaguarda del patrimonio común, sino que a nivel privado también hay empresas e incluso particulares que se acercan de modo habitual a los talleres de restauración. En Reino Unido y USA no es únicamente el valor monetario del objeto, la parte sentimental es muy importante para ellos.
Al año siguiente estuve en Florencia en el Archivio di Stato. Allí conservan entre otras cosas, toda la colección documental que estaba en los Ufizzi perteneciente a los Medici y que se vio afectada por el desbordamiento del Arno en 1966. Aún hoy siguen limpiando barro de las obras que resultaron dañadas. Tienen tanto, que para ellos es absolutamente habitual trabajar con documentos del siglo XIV o XII, algo impensable en otros lugares del mundo. Aunque he visto cómo valoran ese acervo y lo cuidan profundamente, poseen tantos siglos de patrimonio que mantener y preservar, que es necesario priorizar porque desgraciadamente los recursos son limitados.
En Francia es otra cosa… Están profundamente orgullosos de su patrimonio y del mundo editorial. La bibliofilia y todo lo que está asociado a ella son muy potentes. La literatura infantil y juvenil es una parte de ese todo y está valorada como cualquier otro componente del mismo. Es uno de los pocos lugares donde he visto talleres de restauración de libros especializados en volúmenes infantiles.   
En España lo vivimos de otra forma, un poco al modo italiano, quizás con muchas ganas y buscando recursos.


R.B.: ¿El libro infantil es también una rara avis dentro del mundo de la restauración? ¿Por qué?
M.M.: Es una rara avis porque al final, lo que se restaura o se quiere preservar es aquella parte de los objetos o la cultura que se considera importante en algún sentido. Por ello la divulgación y el conocimiento de la riqueza que contiene la LIJ es un punto básico para asegurar su buena preservación. Todo aquello que ayude a ponerlo en valor contribuye a reforzar su mantenimiento. En realidad, los restauradores no “vemos esa temática” si no se traduce en alguna particularidad específica tangible, ya que al enfrentarnos a un trabajo, nos centramos en la parte matérica y simplemente tratamos de asegurar su continuidad en el tiempo. Además, la profesión de restaurador-conservador de libros como tal es una especialidad muy joven -poco más de medio siglo- y aunque hay magníficos profesionales en nuestro país, aún es muy minoritaria.
R.B.: Y para terminar, tres cosicas de monstruos... Tu juego favorito, tu comida preferida y el libro que te ha llenado hasta rebosar.
M.M.: La muñeca (rayuela) y el rescate. Guisantes con jamón, boquerones en vinagre, queso manchego curado y pan. Me encanta el pan. Libros hay muchos quizás el último fue la serie de Harry Conejo Angstrom por la que conocí a Updike. Los encontré en casa de mis padres por casualidad, me hizo gracia el título. Una cosa muy tonta la verdad. Me encantaron y no podía parar de leerlos. Así me di cuenta de quién era John Updike y el esplendoroso y lúcido retrato que hizo de la sociedad americana. Ese señor escribe como los ángeles. De pequeña tenía muchos libros y muchos favoritos. Tres de ellos: Las brujas de Roald Dalh, Momo y Jim Botón y Lucas el maquinista de Michael Ende.




María Matesanz Benito (Madrid) estudió la licenciatura en Ciencias Biológicas por la UCM, pero como aquello le supo a poco se puso a estudiar un Máster en Restauración y Conservación del Patrimonio en Europa y Grado Conservación y Restauración, especialidad en Documento Gráfico por la ESCRBC de Madrid. Ha sido becaria FormArte en el IPCE y ha realizado estancias en diversos estudios privados e instituciones de restauración y conservación en Florencia, San Francisco y Londres. Conjuntamente ha cursado prácticas formativas en la Biblioteca Nacional de España y la Biblioteca Marqués de Valdecillas. Además, podemos añadir un Máster en Comunicación Digital y Multimedia y otro en Paisajismo y Jardinería, ambos por la UPM, y el grado de Técnico Superior de Artes Plásticas y Diseño de Gráfica Publicitaria por Arte 10 Madrid. Ha trabajado durante años como consultora ambiental en la empresa privada, realizando además variadas colaboraciones como docente, diseñadora gráfica y paisajista freelance.