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martes, 5 de enero de 2010

A manos llenas con los e-books




Se ve que, menos de trabajo –lo más necesario durante este enero de aguda pendiente y tortuoso recorrido para muchos que sufren el yugo del paro-, los reyes magos vienen cargados de todo tipo de manufacturas e instrumental (esperemos que no sea quirúrgico… ya saben de mi pánico a los objetos punzantes), e incluso dicen las malas lenguas que vienen cargados de libros, libros electrónicos, los conocidos como e-books, última revolución que va a dejar en mantillas al mismísimo papel. De eso no hay duda. Lo que pongo en entredicho es que este invento vaya a elevar los índices de lectura hasta cotas insospechadas o nos salve de esa horca llamada analfabetismo. ¿Será capaz de cegarnos como el teléfono móvil o por el contrario nos dejará ciegos? (Sutiles diferencias) Vayan pensando en proveerse de los cuidados de un buen oftalmólogo si están pensando en regalarse uno, porque eso de leer tras la luz de una bombilla dará no pocos problemas a nuestra vista… El caso es que, como todos los avances, se puede contemplar desde varias perspectivas… Los libros electrónicos actuales no exceden de los 250 gramos y son capaces de almacenar unos doscientos títulos, lo que los hace enormemente prácticos a la hora de viajar en metro, ponerse al día con la prensa (también electrónica) o desechar este o aquel libro sin que ello sea demasiado costoso, por no hablar de las repercusiones en lo que a almacenaje se refiere, una de las peores taras del libro actual. No podemos olvidarnos del abaratamiento en el proceso editorial, otra de sus bazas. Aunque no sabría decidir si es preferible enriquecer a Planeta, Anaya y Penguin, o a Microsoft y Apple. Cosas del mercado, pormenores del consumo… Pero, ¿dónde queda el libro actual? Debo confesar que soy un romántico de la letra impresa en papel, del polvo que se acumula en el canto de los libros, del leve paso de las páginas, de los dobleces que marcan la lectura en aquel o este título, de manosearlos hasta que se desgajen como las barajas de naipes o de apartarlos de la mesa para después llevarlos a la estantería y viceversa.
Para terminar y no interferir mucho en sus compras navideñas (otros nos esperamos a las rebajas), les recomiendo que regalen un buen libro, la elección del formato la dejo a su antojo.
P.D.: Si tienen tiempo, aprendan alemán y realicen las traducciones de las viñetas que acompañan a esta noticia... y de paso háganmelas llegar mediante un comentario. (¡¿Por qué serán tan avanzados los germanos?!)