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viernes, 20 de marzo de 2020

Días de muchas cosas



Si siguen la cuenta de Instagram de los monstruos se habrán percatado de que hoy se celebra en todo el mundo el Día de la Narración Oral, una jornada que los monstruos celebran con mucho frenesí pues las producciones orales siempre han sido de notable importancia para los pequeños de la casa, tanto es así que las primeras obras de la llamada literatura infantil se basaron en los cuentos de tradición oral que habían pasado de boca a oreja desde tiempo inmemorial.


Además de celebrar esto, este 20 de marzo también le dedicamos el día al gorrión, el ave que da nombre al gran orden de los Passeriformes (su nombre científico es Passer domesticus) y que está desapareciendo de muchas áreas urbanas por diferentes motivos (en Londres es prácticamente invisible). Y ustedes dirán, “¡Bah! ¡Un pájaro sin importancia!” Pero la realidad es otra. Les ilustro… En 1958, China (siempre están presentes…) inició la llamada campaña de las “Cuatro Plagas”, integrada por Mao Zedong en el proyecto “Gran Salto Adelante” para relanzar el país como potencia mundial. Esta consistía en cargarse cuatro especies letales para las cosechas: moscas, mosquitos, ratones y gorriones. En el caso de los gorriones instó a la población a hacer ruido (palmas, caceroladas, etc.) para que las aves murieran por agotamiento durante el vuelo. Y así pasó, que el gorrión fue exterminado de China. Pero como la madre naturaleza es sabia, dijo aquello de “Rebota, rebota y en tu culo explota” y fue la langosta, uno de los principales alimentos del gorrión (es más insectívoro que granívoro por mucho que se empeñara la propaganda china), la que se zampó todas las cosechas siendo el detonante de la Gran Hambruna China entre 1958 y 1961 en la que murieron entre dos y tres millones de personas. Por si no fuera poco, China tuvo que plegarse e importar gorriones desde la antigua URSS…


Lo tercero que celebramos este viernes es el Día de la Felicidad. Como lo oyen. A pesar de virus y lo deprimente de esta situación, la ONU nos invita a ser felices y de paso hacer felices a los demás, que el mundo está muy mal y todos tenemos que sonreír ante la vida y sus avatares. Se ve que alcanzar la felicidad es un objetivo que debe primar en las políticas de los diferentes países del mundo (aquí se ve que tenemos de sobra porque a nuestros políticos básicamente se la suda), una perspectiva que empezó a considerar el rey de Bután hace más de 40 años definiendo lo que él llamó “Felicidad Nacional Bruta” (total na’…)


Y sin meterme en terrenos pantanosos (Perdónenme, que llevo una semana a pique de la úlcera…), les dejo con un libro que va de pájaros y felicidad (viene que ni pintado). El vendedor de felicidad con texto de Davide Calì e ilustraciones de Marco Somà (editorial Libros del Zorro Rojo), es uno de esos álbumes para terminar la semana con buen sabor de boca.
La acción se sitúa en un bosque por el que transita la camioneta del señor Pichón, el vendedor de felicidad. Este personaje se acerca por todos los hogares y establecimientos. No le falta ni uno: la casa de la señora Codorniz, la de la Abubilla y  la tienda del señor Chorlito. Aunque se les ve contentos, todos adquieren su dosis de felicidad, ya saben que nunca está de más tener algo de reserva…
En definitiva, una historia para disfrutar embelesado con las imágenes preciosistas y llenas de detalles del artista italiano, y en la que se nos invita a imaginar cómo es capaz cada uno de los protagonistas en alcanzar la felicidad.
Un viaje de descubrimiento en el que el lector imagina en cada doble página la felicidad en sus diferentes formas. Porque la felicidad es como el aire que adopta la forma del frasco que la contiene.



miércoles, 10 de abril de 2013

De monarcas advenedizos



Hace cosa de un año escaseaban los españoles que se declarasen abiertamente antimonárquicos (¡Pasen y vean las encuestas del CIS de hace unos años!... “¡Qué majetes los Borbones!”, “¡Qué bien representan a esta España nuestra!”, “¡Eso es elegancia y saber estar!”…), pero hoy las tornas han cambiado y hasta mis compañeras sexagenarias de la universidad popular piden la guillotina para toda la familia real, cosa harto llamativa dado que a muchos se les caía la baba con el mensaje navideño de su majestad, el fondo de armario de nuestra princesa “popular” y las gracias “armadas” de Froilán. Me descojono a pierna suelta con tanto súbdito desleal que ahora, con tal de vengarse de su situación laboral y la temida cola del paro, los tachen de mangantes, tunantes, trapaceros, parásitos, trincantes, e incluso gorrones.
Quizá sea una conspiración, quizá sea otra amarga verdad (algo en lo que no me entrometo, sumándome así a toda esa prudencia que destila la clase política: “dejemos trabajar a la justicia” dicen… ja, ja, ja, ja, ja… ¡que me descojono!), pero ¿no creen que reyes, príncipes e infantas desempeñan el mismo arcaico papel que históricamente se les ha concedido?, ¿de qué se extrañan?... SS. MM. -las de cualquier reino-, feudales, socialistas, liberales, exiliados, negros o blancos, llevan siglos exprimiendo al currante para vivir a todo trapo, a costa de sus ganancias o del erial público (tanto monta, monta tanto…). Déjense los juicios paralelos, los consabidos deslices, o las espantadas a Qatar, en definitiva, el marujeo, y tomen nota por si alguna vez amenazan con una república.
Es por ello que prefiero llevar una vida modesta, sin agasajos, tributos, ni grandes lujos, en vez de encontrarme de bruces con coronas y cetros sin tener idea de cómo darles uso, no sea que me ocurra como a ciertos batracios que, sin sangre azul y corrompidos por el ansia de poder, pierdan la razón de ser… Y si no, lean La reina de las ranas no puede mojarse los pies, de Davide Cali y Marco Somà (Libros del Zorro Rojo), y aprendan a conformarse con esas cosas mínimas: saltos desde los nenúfares, chapoteos, sonrisas, un libro, o incluso una violeta, pa’ lucirla en el ojal.