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jueves, 28 de marzo de 2024

Un universo (in)apetente


El otro día estaba en una terraza tomando una cerveza con unos amigos, cuando llegó una docena de chavales entre 18 y 22 años. Se sentaron enfrente de nosotros y un servidor, como buen científico, se puso a observarlos.
Primero de todo, no había ninguno feo. Todos parecían modelos en aquella pandilla. Más o menos altos, cuerpos proporcionados y caras bien agradables. Muy bien vestidos, muy bien peinados, muy bien maqueados.


Segundo: no eran nada escandalosos. Más que hablar, susurraban. También es cierto que tenían poco que decirse porque, excepto dos de ellos, el resto estaban centrados en su teléfono móvil.
Se acercaba la hora de la cena y los chicos pidieron comida. Aparentemente, los platos eran muy saludables, y, a pesar de ser unas raciones, para mi gusto, pobres, ninguno se terminó su plato.


Mientras nosotros charlábamos animadamente, nos reíamos, opinábamos de esto y lo otro, aquel grupo de jóvenes se comportaban de la manera más insustancial que he visto nunca. Lo peor de todo es que aquello fue una revelación: ese era el futuro de nuestra sociedad. Silenciosa, inapetente, inerte. Parecían daneses.
Me pregunté cuántos de aquellos chavales se habrían cuestionado la inmensidad del universo. Si alguna vez habían pensado cómo se forman las estrellas o porqué brilla el sol. Si sabrían de dónde vienen las patatas que llenaban su plato o cómo se fabricaban los pantalones vaqueros que tan bien les sentaban. Me dieron ganas de acercarme y darles un coscorrón con el libro de hoy para que despertaran y vieran lo que se estaban perdiendo.


Polvo de estrellas de Hannah Arnesen es uno de esos libros en los que contemplación y reflexión nos cogen de la mano para descubrirnos el mundo desde una perspectiva diferente. En primer lugar se trata de una obra epistolar, pues son tres las cartas que vertebran un texto dirigido a nuestro planeta, al lector presente y al hijo futuro.
Dejando a un lado la crisis climática que la autora toma como línea argumental, me parece una obra muy seductora donde ciencia, conciencia y relato personal maridan estupendamente. Aunque este libro es difícilmente clasificable (¿Libro-álbum? ¿Novela gráfica? ¿Ensayo?), todos convenimos en que es una obra visualmente muy poderosa. 


Aguadas, planos muy cinematográficos, metáforas, composiciones que recuerdan a lo infográfico, viñetas. Todo puede verse como idea aislada o de maneral coral. Inspirándose en la obra de otros autores que quedan recogidos en un índice de referencias final, podríamos hablar hasta de fotoperiodismo.
Si bien es cierto que, a priori, puede parecer un tanto caótico, defiendo esa amalgama de sensaciones, emociones y sentimientos que su autora reúne en sus trescientas cincuenta y pico páginas, y que consiguen reverberar en unos lectores que se dejan seducir por su atmósfera tan particular.

sábado, 25 de noviembre de 2023

Magia


Los que leemos libros para niños estamos acostumbrados a lidiar con la magia, pero ¿qué es la magia? Aunque la magia es un concepto muy amplio que tratan diferentes disciplinas como la teología, la filosofía o el ilusionismo, podemos definirla como la creencia en el poder sobrenatural para producir efectos que van más allá de las leyes de la naturaleza.
Este concepto deriva de la concepción primaria del mundo y de la existencia en la que prevalece una visión dramática de lo que nos rodea, en la que lo divino y demoníaco, el orden y el caos, el bien y el mal, se hallan en pugna constante y con una existencia ligada al hombre mismo.


Si bien es cierto que a muchos les parece una cuestión del pasado en el que la ignorancia era la mejor cualidad para blandir todo lo que girase en torno a lo sobrenatural, la magia es un concepto todavía vigente, no solo por culpa de esa naturaleza nuestra que intenta por todos medios hallar respuestas ante lo inexplicable, sino por una concepción vital tan sugerente como infantil.
Sí, la magia ha sufrido una honda transformación debido al avance de la ciencia y el conocimiento de los fenómenos naturales, pero no olvidemos que cada época tiene su propia magia, esa que depende de la época y el lugar que habitemos, y en esta, el occidente del siglo XXI, la necesidad de huida ante la realidad, la suspensión de la incredulidad y los avances científico-tecnológicos aportan un contexto diferente donde germinan nuevos conceptos mágicos.


No tuerzan el morro, la magia se basa sobre todo en la inverosimilitud de los sucesos y hay tanto de increíble en este mundo como en el del siglo XIII. ¿O acaso la inteligencia artificial no parece mágica? ¿Y las búsquedas autónomas de Google no son asombrosas? ¿O el manejo de la economía mundial mediante bienes inexistentes?


Y hablando de magia, acaba de publicarse en nuestro país Los magos, un álbum de Blexbolex, sobrenombre del artista francés Bernard Granger, (Libros del Zorro Rojo) y hay que celebrarlo con una reseña a su nivel. ¿No les parece?
Empecemos con el argumento… La casa parece estar deshabitada, pero un día, algo empieza a oírse en su interior. Son los tres magos que quedaron atrapados allí. Despiertan y toman diferentes caminos para divertirse a lo grande utilizando sus poderes sin ton ni son. Pero de repente aparece la Cazadora junto al Triturador, y la acción se convierte en una persecución llena de intriga que transita por jardines desconocidos, picos serrados y ciudades del futuro.


Con sus más de 180 páginas, esté híbrido entre el álbum y la novela gráfica se despliega ante nosotros con una narración para todos los públicos nada ortodoxa en la que entra un imaginario muy variado en el que es difícil encontrar referencias. como la princesa Mononoke de Miyazaki o el mago de Oz de Baum.


La cultura japonesa, el cómic de superhéroes de mediados del siglo XX, iconografía clásica (¿Ven a Artemisa?) y escenarios de videojuego se mezclan en esta historia que solo pretende entretener gracias a un agradable y ecléctico multiverso en el que se confunden todo tipo de magias.

lunes, 4 de diciembre de 2017

Apuntes sobre la fantasía épica y una novela gráfica genial


La fantasía épica está de moda, no sólo desde que la serie Juego de Tronos irrumpió en nuestras vidas de la mano de la HBO, sino desde mucho antes, unas cuantas décadas atrás, quizá un siglo. Por todos es sabido que la revolución en este género literario tuvo un antes y un después con El señor de los anillos de J.R.R. Tolkien , un autor al que muchos regresamos cuando nos toca hablar de los libros de fantasía heroica. De hecho es uno de los títulos clave para entender las premisas que llevan a los jóvenes lectores a sentirse más que atraidos por las historias de espadas y brujería.


Hay ciertos puntos comunes en todo este tipo de historias de los que destaco dos. En primer lugar apuntar al héroe o protagonista, un que suele ser un tipo normal. Chavales que tienen una vida bastante vulgar y corriente dentro de un contexto (Nota: da igual que Frodo la desarrollase en la ficticia Tierra Media, y que Bastian, el de La historia interminable, respirase un aire más similar al de nuestro mundo), personajes todos ellos con los que un adolescente, el joven lector que se debate en conflictos amorosos y familiares, se puede sentir identificado. En segundo lugar y de manera inevitable, hay que referirse a la eterna lucha entre el bien y el mal, una constante en cualquier humano pero más presente todavía en el proceso de maduración personal de los jóvenes, donde aspiraciones, debates, ética, lógica y moral, constituyen una encrucijada en la que más de uno se puede perder.


Entre los contras que se le pueden encontrar a este tipo de literatura, así, a botepronto, me topo con dos... Si bien es cierto que en sus comienzos las obras de fantasía épica estaban contextualizadas en mundos claramente medievales donde seres de la mitología escandinava y las leyendas artúricas campaban a sus anchas, conforme ha ido pasando el tiempo el abanico de ambientaciones se ha ido abriendo a contextos mesopotámicos o de la Grecia clásica (véase la saga de Percy Jackson), lo que ha ido enriqueciendo dichos mundos de seres fantásticos y monstruosos con orígenes culturales diferentes, lo que puede provocar cierta confusión en el lector. Por otro lado también hay que apuntar a lo fantástico como un arma de doble filo para sus lectores... Mientras que hay ocasiones en las que la fantasía puede ser liberadora y desembocar en una especie de catarsis para el adolescente, también puede subyugar a esos lectores a un mundo irreal del que, tarde o temprano se tienen que escapar para entrar en la vida adulta. Este fenómeno sobre el que llaman la atención muchos profesionales de la psicología y la pedagogía, podría asimilarse al mundo ficcional de las redes sociales y los cuentos de hadas: el joven es incapaz de discernir entre realidad y fantasia y vive anclado en este tipo de mundos irreales. El caso es vivir en la ficción, bien enganchados al móvil, bien a las novelas de magos y dragones.


Si bien es cierto que hay multitud de sagas de fantasía épica noveladas por las que han destacado autores nacionales (Laura Gallego, Memorias de Idhún, o Ana María Matute, Olvidado Rey Gudú) e internacionales (Margaret Weiss y Tracy Hickman, Dragonlance, o Ursula LeGuin, Historias de Terramar), hoy me gustaría traer a esta palestra una obra en cómic, concretamente el Mouse Guard de David Petersen (que por cierto también ha ilustrado obras como El viento en los sauces de Kenneth Grahame). Aunque ya hice referencia a la saga en este monográfico sobre cómic infantil y juvenil, tenía una cuenta pendiente con los títulos que han sido publicados en castellano por Norma Editorial, concretamente con los volúmenes Otoño 1152, Invierno 1152 y Hacha Negra.


A pesar de que muchos son reticentes a incluir esta novela gráfica en el género de la fantasía épica ya que la magia no es extrema en este mundo de ratones ambientado en el siglo XII (que se supone es paralelo al de los humanos aunque todavía no los he visto aparecer en ninguna viñeta), un servidor sí que lo hace ya que contiene muchos elementos narrativos que aparecen en este tipo de literatura como son la lucha entre buenos y malos (sean de la misma especie u otra como las comadrejas), los lapsos espacio-temporales y el flash-back, la conversión de un mundo imaginario en real (algo que se hace posible con mapas, planos, lenguas...), la existencia de un viaje y de una aventura (¡Todo un clásico!), y valores como el honor, el compañerismo y la lealtad. Por supuesto, no hay que dejar pasar su toque medieval (me encanta la caracterización de los personajes, sobre todo en lo que se refiere a escenarios y vestuario) ni el estilo preciosista de las ilustraciones.
Todo ello hacen estos libros un regalo ideal para lectores avanzados, niños y no tan niños, que gustan de este tipo de género y de que los sorprendan.