Como en otras muchas ocasiones, hoy celebro mi cumpleaños (el de verdad) con un libro de Maurice Sendak. Concretamente, con Diez conejitos, un álbum que ha pasado muchos años inédito hasta que The Maurice Sendak Foundation decidió sacarlo a la luz.
Inicialmente, este libro fue pensado para formar parte de su Nutshell Library, la colección de 1962 que cuenta con títulos como Lluvia de cocodrilos, El uno era Juan, Sopa de pollo con arroz y Miguel, un cuento muy moral, pero más tarde desechó la idea porque estos títulos le parecía mucho más elaborados. Finalmente, en 1970, Sendak convirtió Diez conejitos en un folleto de 3,5 x 2,5 pulgadas con el que recaudar fondos para el Museo Rosenbach de Filadelfia.
En este libro para prelectores publicado por Kalandraka (N.B.: Hubiera estado genial que se hubiera publicado en forma de boardbook) nos encontramos con una historia de tipo sketch, en la que Mino, un mago con mucha pericia, va sacando conejos de su chistera. Uno, dos, tres, cuatro… Así, hasta diez. Pero Mino no ha previsto que diez conejos no son tan adorables como uno y se da de bruces con un problema. ¿Ahora qué hace? Pues con el mismo truco los irá haciendo desaparecer.
Maurice Sendak vuelve a echar mano del ingenio para crear una pequeña comedia de situación en la que un número de magia muy reconocible por los pequeños lectores, sufre un revés narrativo para sacarnos una sonrisa, hacernos jugar con la aritmética y demostrarnos que lo inofensivo puede convertirse en peligroso.
Como en otros libros, Sendak se disfraza de crío. Max, Miguel, Mino… ¿Por qué muchos protagonistas de sus historias tienen nombres que empiezan por la “m”? ¿Acaso no serán el propio Maurice? Incluso, en este libro, esa inicial aparece grabada en el pedestal sobre el que descansa el sombrero.
Como Rosie, Juan o Miguel, Mino también se aleja del estereotipo de representaciones infantiles de la época (blanquitos, rubios y de ojos azules) y se acerca más al perfil del niño racial, de pelo negro y alborotado, lo que viene siendo un emigrante judío de los arrabales. "Los personajes de mis primeros libros son en realidad una especie de autorretratos disparatados" dijo en cierta ocasión para una entrevista el autor de álbumes ilustrados memorables.
Del mismo modo, el autor norteamericano nos habla de sí mismo una vez más, de sus miedos y deseos, de todo ese universo enriquecido que vivió durante su niñez. Del juego monstruoso y sus consecuencias, de los cambios de ideas que exploran la infancia. Recordando a otros clásicos de la Literatura Infantil como El aprendiz de brujo de Goethe, Maurice Sendak le da vida a una situación mínima donde el ingenio, la sorpresa, el triunfo o la frustración se van revelando en la expresión facial y la comunicación no verbal del protagonista.
Tinta china y aguadas amarillas, azules y grises contribuyen a esa sensación de libro dirigido a lectores que no necesitan fuegos de artificio para quedarse boquiabiertos o soltar una carcajada. Un álbum que mezcla ficción y no ficción para enseñar la cuenta hacia delante o hacia atrás y las grafías de los primeros números. Todo ello con menos de una docena de palabras. Sendak nos dice que contar es una delicia. Números o años. El caso es contar. O descontar...
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