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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Paisajes mohicanos


Tenía cierta compañera en la facultad. Sandra. Era buena chica. Si pudiera destacar algo de ella (no suelo juzgar tan gratuitamente, ya que lo mío es cobrar), me remito a uno de mis recuerdos… Uno, cuando se dedica al estudio del planeta que habitamos, su medio físico, los seres que lo pueblan, viaja y contempla, disfruta de la naturaleza, de lo que le ofrece su mundo. En estos viajes, Sandra era muy dada a obnubilarse mientras contemplaba el paisaje, el horizonte, los cielos, valles y montañas, inmensos bosques y pequeños desiertos, y con frecuencia, lloraba, decía que se le encogía el alma divisando aquellos lares.
Tiempo ha de aquello. Lo curioso es que, últimamente, también siento aquella especie de congoja que fluía por Sandra, sobre todo mientras leo (que no es mirar) algún paisaje, mientras imagino los lugares que aparecen en ciertos párrafos, en ciertos libros. Recrearse en esas visiones que nos regala la buena literatura, no sólo es un placer para la mente, sino también para la vista, la imaginación.
Hablando de paisajes, he recordado El último mohicano, la obra de James Fenimore Cooper, que, aunque ya he hablado de ella en alguna otra ocasión, no puedo olvidar a la hora de hablar de literatura y paisaje. Además de las hermosas estampas de Delaware y Dakota que describe, así como de transportarnos a épocas donde las aventuras eran inevitables, enmarcando personajes definidos y ejemplares dentro de la tradición literaria, se podría decir que es un referente de la filosofía ecologista, ya que en ella, debido a la presencia de los pueblos indios norteamericanos, se recogen discursos con grandes valores, todavía vigentes en esta época, donde el cuidado del planeta Tierra se hace apremiante.

martes, 26 de febrero de 2008

Viajes literarios


Hace bastante tiempo que me debo una escapada a otro lugar, uno que sea placentero. De esos viajes en los que disfrutas de todo lo que te rodea. Me encanta ser engullido por el destino, sobre todo si es diferente a lo cotidiano. Ir y quedarme con el recuerdo (es la única forma de no convertirlo en rutina). No sé si soy o no buen viajero. Viajante creo que sí, pero viajero… El que viaja aprende en su tránsito, el camino le enriquece y le enseña nuevas experiencias, distintas emociones y palabras, muchas palabras. Pero claro está, el viajero tiene que cumplir la indispensable cualidad de no temer a la aventura. Entonces, el sin arrojo, el temeroso, ¿no viaja? Y aquel al que la economía no le permite recorrer el paisaje, ¿tampoco? Quizás sí, quizás no, lo que sí sé es que viaja el que lee.
Durante el curso pasado, con eso de que me encontraba anquilosado en unas permanentes coordenadas UTM, me decanté por la literatura viajera. Prefería viajar con la mente a no hacerlo con ninguna otra parte de mi humana geografía. De vez en cuando se agradece adquirir un pasaje gratuito hacia tierras extrañas, sin saber lo que te espera, con toda la incertidumbre en una mano y el deseo de lo desconocido en la otra…

- Por favor, un billete para África, señorita.
Y la dependienta de esa agencia de viajes literaria así me lo dispensó. -Viajará usted en globo, caballero, de la mano de nuestro piloto, Julio Verne (1), durante cinco semanas recorriendo el vasto continente.
- También me gustaría visitar los bosques americanos. Tan salvajes, tan agrestes… ¿Podría conseguirme un buen guía para recorrer la tierra de los mohicanos?
- Sin dudarlo, ese es James Fenimore Cooper (2), el mejor de nuestros serpas en dicho territorio. Aunque le confieso que, últimamente, con esto de la escasez de trabajo, creo que se ha dado al alcoholismo. ¡Es tan difícil encontrar gente interesada en la aventura!
- Toda una pena…- Añadí.- Me hubiera gustado recorrer las sendas de los últimos guerreros americanos…
- Lo siento… ¿No estaría interesado en algún recorrido por tierras nórdicas? ¿Suecia tal vez?
- Una sugerencia muy apetecible, pero ya la recorrí el verano pasado con mi amiga Selma Lagerlöf (3)… ¿Y Centro-Europa? ¿Hay algo asequible?- Inquirí.
- Déjeme ver… está usted de suerte, tenemos un combinado por tierras alemanas, suizas y francesas. La encargada de organizarlo es una tal Judith Kerr (4).
- ¿Y el precio?- Pregunté.
- No más que sus ojos, algo de tiempo y la imaginación.- Concluyó la joven.

NOTA DE LA EMPRESA: Estos no son los únicos paquetes disponibles para nuestros clientes. Si su interés sigue marcado por recorrer algunas ciudades europeas siguiendo los itinerarios marcados por las palabras de James Joyce -Dublín- (5), Miguel Delibes -Valladolid- (6) o Manuel Mujica Láinez -Roma- (7), visite nuestra agencia en los próximos días.

(1) Verne, Julio. 1989. Cinco semanas en globo. Anaya: Madrid
(2) Cooper, James Fenimore. 1997. El último mohicano. Cátedra: Madrid.
(3) Lagerlöf, Selma. 1970. El maravilloso viaje de Nil Holgersson a través de Suecia. Labor: Barcelona.
(4) Kerr, Judith. 2007. Cuando Hitler robó el conejo rosa. Alfaguara: Madrid.
(5) Joyce, James. 1999. Ulises. Catedra: Madrid.
(6) Delibes, Miguel. 1998. El hereje. Destino: Barcelona.
(7) Mujica Láinez, Manuel. 1990. Bomarzo. Seix Barral: Barcelona.