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lunes, 21 de noviembre de 2022

Criando bichos


Siguiendo en la línea de niños canallas que me marqué ayer para celebrar el llamado Día del niño y la infancia, continuo con los faustos hablando un poco de cómo se educa hoy en día a los churumbeles.
Y es que los padres son demasiado permisivos para unas cosas, sobre todo en lo que se refiere a las normas sociales, mientras que para otras no claudican ni a tiros. Me explico.
Parece ser que los niños están exentos de comer adecuadamente (estoy del “baby led weaning” hasta las narices), sentarse en una silla, saludar cuando hay que hacerlo, responder cuando se les pregunta o despedirse. Cuando este tipo de comportamiento se hace extensivo a otros temas como ordenar los juguetes, aprender a vestirse o respetar a las personas mayores, la cosa es verdaderamente peliaguda.


“Son niños, ¡no importa!” “Todavía no necesitan saber estas cosas” “No hay que obligarlos o se rebordecen” “Ya lo aprenderán por sí mismos”… Lo que sucede es que hay que repetir las cosas mil veces, tener ciertas prioridades y, sobre todo, dar ejemplo. Cosa que cuesta mucho trabajo, máxime cuando el teléfono móvil es más importante que tus hijos.
Y no me vengan con que soy un carca o un tirano. Apelando al sentido liberal que tan de moda está en las crianzas alternativas, les diré que una amiga mía que lleva años trabajando en una escuela Waldorf siempre dice que aprender y respetar las normas, hace a los niños más libres. ¡Toma ya…!


Por otro lado y para mi sorpresa, observo que muchos padres tienen mucho rigor cuando el asunto se relaciona con el tiempo libre de sus hijos, las actividades extraescolares o la hora de la comida. Solo van al parque una tarde a la semana (¡Qué tristeza!), si la siesta no es de tres a cinco y media, malo, y si no acuden a las doscientas actividades que tienen programadas mientras ellos van a la compra, se toman un café con Mengano o aprovechan para irse al gimnasio, peor.


Resumiendo: las prioridades de la crianza en nuestra sociedad actual han cambiado y la educación se basa en cumplimentar una serie de actividades, pero no en conocer las reglas que rigen la propia sociedad. Sencillamente demencial.
Y como no tengo ganas de decirle nada a todas esas que tantas recetas dan en las redes sociales, mejor les recomiendo El príncipe Beltrán El Bicho, un librito de Arnold Lobel que acaba de reeditar la editorial EntreDos.


El libro nos cuenta la historia de un príncipe que es peor que el baladre. Le tira de las orejas a los otros bebés, se carga la rosaleda del palacio, rompe todos los juguetes… Es lo que se dice un mal bicho. Lo odia hasta el apuntador. Un día se sube a lo alto de una torre y le tira piedras a una bruja que pasaba volando con su escoba. Enfadada, la bruja, lo transforma en dragón y lo convierte en un desgraciado. Todos se ríen de él, nadie lo quiere y termina yéndose de casa. ¿Conseguirá volver a su forma original?


Mientras lo averiguan les diré que este libro fue una de las primeras historias de Arnold Lobel y que fue inspirada por el mal comportamiento de Adrianne, su hija que, allá por 1963, contaba unos cinco años de edad y era muy traviesa. Con una paleta de color que recuerda a otros libros como Historias de ratones o Sapo y Sepo, y algunas ilustraciones ambientadas en la oscuridad que me han encantado, El príncipe Beltrán tiene ese aire mágico y entrañable de los cuentos de siempre que tienen que leer pequeños, pero sobre todo, grandes. Para darse cuenta de una maldita vez, que los niños no nacen sabiendo y que, además de inculcarles el veganismo, el juego libre o el uso de juguetes no sexistas, tienen que aprender a decir hola y adiós, masticar con la boca cerrada y respetar a los demás.

lunes, 13 de junio de 2022

Cosas de rosas


Este año de rosas marchitas (que sepan que estos calores tempranos no son precisamente idóneos para la floración), toca ensalzar una planta a la que, personalmente, le tengo cierta admiración aunque no sea de mis favoritas.
Aunque ha sido cultivada por babilonios, sirios, griegos o romanos, hoy día, el mayor productor de rosas del mundo es Ecuador, un país con un clima excepcional para criarlas como gustan en el mercado de la flor cortada: tallos largos y erectos, botones florales gruesos y mullidos y colores vivos. Evidentemente, sus características dependen de la variedad que se cultive, ya que, precisamente, hay unos treinta mil varietales de rosas (tengan ustedes en cuenta que la llevamos cultivando e hibridando desde hace miles de años).


Todos estos tipos de rosales se dividen en tres grupos muy diferenciados, los naturales, los antiguos y los modernos. Los naturales son los que se encuentran en el campo de forma natural. Hay unas cien especies en total con distribución eurasiática. De todas estas especies solo unas pocas han sido utilizadas para producir las rosas que engalanan los jardines, como por ejemplo Rosa canina, Rosa gallica, Rosa moschata o Rosa rugosa. Como curiosidad les diré que la mayoría de las flores de estas especies solo tienen 5 pétalos, como el resto de la familia Rosaceae
Los antiguos se refieren a todos los rosales que se cultivaron antes de 1867. Las flores de estos rosales eran mucho más pequeñas pero tenían una fragancia mayor y más intensa. En estas rosas las flores tienen más pétalos, pero el total suele ser múltiplo de cinco. Esos pétalos no son más que estambres modificados como resultado de los cruzamientos entre especies naturales y la selección artificial.
Los rosales modernos son los producidos a partir de 1867, año en el que Jean-Baptiste Guillot, rosalista de Lyon, creo su rosa “La France”, el primer hibrido de té o doble híbrido que generalmente se obtiene por injerto. Son los que más abundan hoy día y tienen rosas muy grandes y vistosas pero poco aroma.


Aunque la rosa se ha cultivado principalmente por su valor ornamental hay que hablar su valor como productora de un aceite esencial con propiedades cicatrizantes y anti-envejecimiento. El más utilizado es el aceite de rosa mosqueta que se comercializa puro y tipificado. También se utiliza para elaborar mermeladas, bien de pétalos (sí, como lo oyen) o de sus frutos, el llamado escaramujo, uno que los botánicos llamamos cinorrodón que es muy rico en vitamina C (hasta 10 veces más que la naranja), también A, D y E, así como antioxidantes.
Sobre su simbología se pueden imaginar que es muy variada. Desde deidades femeninas como Afrodita, Venus o la Virgen María, hasta emblemas de equipos de fútbol, casas reales o partidos políticos.


Y con tanta rosa llegamos hasta La rosa de mi jardín, un álbum de Arnold Lobel y Anita Lobel, la que fuera su esposa veintitantos años, que ha publicado esta primavera la siempre atenta editorial Corimbo. En él se nos presenta una historia acumulativa a doble página en el interior de dos marcos dorados. Mientras que en la izquierda se puede leer el texto, uno que va creciendo de abajo hacia arriba, en la derecha observamos cómo van apareciendo los diferentes elementos.
La acción se desarrolla en un jardín casi vacío ocupado por una rosa que aparece en la esquina inferior izquierda. Sobre ella se posa una abeja para echar la siesta gracias a la sombra que le proporcionan las malvarrosas, unas que están junto a las caléndulas. De este modo el jardín se pone a reventar de flores y colores, hasta que al final… ¡sorpresa!


Llama la atención que en el marco de la página izquierda, en su esquina superior izquierda, los autores deciden representar los elementos que se van añadiendo prescindiendo del color, un recurso que tiene una doble utilidad para el lector. Por un lado hace hincapié en cada nuevo elemento que se va añadiendo a la historia, y por otro ayuda a reconocer la variedad florística de este jardín exuberante, un recurso más propio del álbum informativo, algo que me parece maravilloso teniendo en cuenta el nivel de detalle y fidelidad de las ilustraciones.
Espero que disfruten de este jardín porque bien merece una mirada atenta que sepa apreciar las maravillas que, de próximas, nos pasan desapercibidas.

martes, 6 de abril de 2021

Clarividencia juvenil


Se acaba la calma y empezamos un nuevo trimestre. Este año no hay lunes de pascua que valga, pues nuestro cacique particular, uno que destila odio manifiesto hacia el profesorado, ha decidido que ya tenemos suficientes vacaciones. Sonrío con desgana y rezo mis plegarias matutinas mientras pongo la lavadora. Solo espero que algunas de mis peticiones se cumplan. No hay mal que por bien no venga.
Imagino como deben estar mis energúmenos favoritos. Con esto del calorcete, no hay quien se resista a una buena jarana, todavía más si tenemos en cuenta que nos tienen bien sujetos del morral sin razones aparentes. Y digo esto porque no logro entender por qué sufrimos restricciones más severas que hace nueve meses cuando los niveles de contagio son prácticamente nulos y el porcentaje de vacunados sigue subiendo. ¿Habrá intereses ocultos en ello? Hay muchos puntos negros en todo esto.


La primavera se promete divertida. Ahora es cuando viene lo bueno de esta ley seca. Con la sangre bullendo y más horas de sol, no se crean que los adolescentes se estarán quietecicos. No. Ya han tenido bastante. Con mucha calle por delante, y más juntos y revueltos, nos sorprenderán con nuevas estrategias para pasarse las normas por el forro y arrimarse lo que sea menester. Empieza la carrera por la libertad.


Partidos de fútbol, carreras de patines, bancos en el parque, una cachimba en alguna huerta abandonada, o la casa de campo de algún padre cómplice serán los lugares para evadirse de una serie de leyes que brillan por su falta de lógica. Espero que los jóvenes tomen las riendas de la situación y nos dejen boquiabiertos con su capacidad de inventiva y supervivencia.
El estiaje se promete esperanzador. Confío en que huestes de adolescentes hagan de su capa un sayo y comiencen a poner en duda muchas de las premisas que a día de hoy todavía se presuponen sobre el bicho. Las formas de contagio, la efectividad de la vacuna o la incidencia estacional son cuestiones que todavía no están muy claras y que necesitan echar mano de la humanidad de los chavales, unos que a veces tienen una lógica más aplastante que los adultos y a quienes hemos vilipendiado durante todos estos meses con nuestros prejuicios de personas ¿responsables? y ¿ejemplares?


Solemos ningunearlos, hacer caso omiso de sus conocimientos. Ignorados, silenciados e invisibles, nos dan más de una lección y tienen más cabeza que mucha gente “experimentada”. Y si ustedes creen que andan sobre las aguas, les recomiendo Los osos del aire, un librito escrito e ilustrado por Arnold Lobel en 1965 que ha recuperado Blackie Books esta primavera que la sangre altera.


En él, Ronald, Donald, Harold y Sam son instruidos por su abuelo para llegar a ser osos de provecho. Aunque lo intentan, ellos prefieren tomar su propio camino y dedicarse a brincos, saltos y malabares. El abuelo se enfada al verlos hacer cosas tan impropias y se decide a instruirlos en el arte del buen oso. El tiro le sale por la culata y son los pequeños osos del aire quienes le dan una magnífica lección.
Una pequeña parábola breve y efectiva que deben conocer de este primer Arnold Lobel. Y lo dicho: dejen vivir a los jóvenes, puede ser muy clarividente.

lunes, 28 de octubre de 2019

Una imaginación maravillosa


Llevo un principio de curso de lo más atareado. Programaciones didácticas, ordenar mi hogar, recuperar la figura, alimentarme adecuadamente, cursos varios, un nuevo libro y algún que otro proyecto en el horno, dar cariño y amor (para eso siempre hay que sacar tiempo), y un montón de cosas más hacen los días muy livianos.
Lo peor de todo es que los vecinos llevan un tiempo sin dejarme dormir (niños, demencias seniles e incivismo son el pan de cada día) y he tenido que echar mano de los tapones, un objeto que no me gusta utilizar pero que me está dando la vida, no sólo porque descanso mil veces mejor (eso es importante si no quieres morirte pronto), sino porque mi mente está más despejada y la imaginación puede ir in crescendo.


No sé si es gracias a los múltiples y surrealistas sueños que me regala la noche pero el caso es que mis ideas fluyen a una velocidad pasmosa (les juro que no he sucumbido ante las anfetaminas). Me pongo a cavilar y es como si todo tuviera sentido, como cuando era un crío. Da igual dónde o cómo, pero mi universo onírico cada vez está más enriquecido.


Les admito que es un hecho que me encanta. Me entusiasma poder ver que todavía sigo en la brecha, saltando de idea en idea, que estoy mejor que nunca (no como mi amigo el Alfon, a él le basta con ir a la pelu y ponerse unas zapatillas de quinceañero). Siempre he creído que la verdadera fuente de la eterna juventud reside en nuestra capacidad para imaginar, para evadirse de lo cotidiano, e incluso para cambiarlo.
Imaginar es pensar para adelante, nunca para atrás (No me gustan nada esas personas que cavilan con negatividad). Que inventen, que sueñen, que abonen el germen de nuevas ideas, que las trabajen, que les den forma por muy estúpidas que sean. Quizá esta sea la única forma de acabar con el aburrimiento, la envidia y otras vergüenzas que asolan la naturaleza humana.


Si hubo un hombre que practicó hasta su muerte esta bendita afición, ese fue sin duda Arnold Lobel, pues este gran autor de la Literatura Infantil se pasó la vida entera (corta pero entera, algo que envidiar y admirar) imaginando historias hermosas con las que deleitar a un público que supo y sabe reconocer esa cualidad. Gracias a la editorial Niño, se acaba de editar en castellano (pues es la primera vez que este libro suyo ve la luz) El pájaro cucurucho y otras aves extrañas, un álbum rimado de 1971 que tiene mucho de imaginativo y que seguro que hará las delicias de todo el mundo, sea o no fan de este extraordinario autor.


Por hablar de dos peculiaridades, apuntaré a que este es uno de los primeros libros de Lobel con una amplia paleta de color, un estilo que comienza con El rey de los colores (curioso) y que también es la segunda de las obras de Lobel en verso -empezaría con Martha, The Movie Mouse, la historia de un ratón cinéfilo- que se adscribirían  a las “nursery rhymes” surrealistas o sinsentido, un estilo al que retornaría en su última etapa profesional con títulos como El libro de los guarripios o la también inédita Whiskers & Rhymes, tras dedicar más de una década a sus clásicos libros-serie de colecciones de cuentos como Sapo y Sepo.
No sé cuántas veces he dicho que me encanta Lobel y no sé cuántas más se lo diré, pero el caso es que no pueden dejar pasar la oportunidad de leer un libro que mucho tiene que ver con su admirado Edward Lear, con las retahílas, con los juegos de palabras y, sobre todo, con la desbordante imaginación.
Y mientras les invito a que sigan mi canal de YouTube (ya hay una centena de monstruos que disfrutan con vídeos de libros infantiles acompañados de las bandas sonoras más variadas), me despido con unos versos del título de hoy, el que le da título:

Vainilla con chocolate,
granizado de frambuesa:
el Pájaro Cucurucho
será siempre una sorpresa.



miércoles, 25 de octubre de 2017

Viajar, ¿para qué?


Viajar, viajar... ¿Qué tendrá viajar de bueno? A ver, que alguien me lo explique, por favor. ¿Lo de viajar será como lo de adelgazar o más bien como el comer?
Como en el sexo, el viajar tiene muchas variantes y dependiendo de la que nos toque tendremos diferentes opiniones... Los hay que se pasan el día viajando, como los como los maestros (entre los que me cuento), los conductores y los comerciales o los maestros, para los que lo de ponerse al volante es más una rutina que un vicio insano. Carretera para arriba, carretera para bajo, y el camino se va borrando.


También están los que nunca se mueven de su ciudad, de su casa, de su barrio. Un microcosmos más cerrado que les sacia todas sus necesidades sin aviones ni autocares. Aunque es una opción igualmente respetable, he de decir que no es de mi agrado. ¡Las jaulas! ¡Qué aburrimiento...¡ ¡Qué latazo..!
Por último tenemos a los del placer, los de los viajes culturales, los de las vacaciones pagadas. Estos si que se lo montan como Dios manda. Ofertas de última hora, pensión completa y a todo trapo. Si quieren algo de frío, Andorra y Praga. Si quieren más calorcito, la Costa Blanca, las Bahamas o el Adriático. El caso es disfrutar, que la vida son dos días y hay que cambiar de aires... ¡Eso es! ¡Cambiar de aires! Para viajar no hay que recorrer grandes distancias, tampoco pasarse doce horas en un barco, ni hacer escala en Frankfurt. Sobra con andar un poco, mudarse o dar una vuelta de 365º. Probablemente lo que era ya no es, y lo que estaba ya no queda. Conocer otras gentes, aunque provengan de la calle de enfrente, el portal de al lado. Otros contextos, otros humanos. Viajar es perderse, da igual dónde, pero sentirse perdido. Quizá en una clase de física cuántica, o porqué no en un equipo de balonmano, en mitad del parque, o con un libro en las manos...


Y en esas estaba yo, con Saltamontes va de viaje, un libro de Arnold Lobel recientemente rescatado de los anaqueles por Kalandraka, cuando, sin comerlo ni beberlo, me acaban de comunicar que dentro de unos días, me veré de nuevo dentro de un autobús rodeado de adolescentes. Espero que, al menos, el viaje sea tan trepidante y entretenido como el del ortóptero de Lobel, tan curioso como salado.  



martes, 13 de junio de 2017

Rimas porcinas


Con lo que me gusta un Lobel no he podido resistirme a la tentación de reseñar la última re-edición de El libro de los guarripios por parte de Kalandraka, un clásico entre los clásicos de este señor que tanto bueno ha hecho por los monstruos de uno y otro confín (Hablo en presente porque para mí, Arnold sigue más vivo que nunca). Ya sabemos que lo de Lobel con los animales se puede definir como pura pasión y que, excepto en contadas ocasiones, deja al ser humano de lado para dedicarse a lo faunístico. Ratones, búhos o elefantes protagonizan unas historias donde, cómo no, no podían faltar los cerdos.
Esta deliciosa creación que viera la luz en 1983 en su lengua original (dentro de nada casi treinta y cinco años), aparte de dar buena cuenta de la creatividad y buen hacer de su autor, es un claro tributo a The book of nonsense, la obra cumbre de Edward Lear por varias razones que he constatado...


En primer lugar llama la atención el título original de la misma, The book of pigericks, muy parecido al original de Lear, al que además se añade una palabra híbrida a modo de juego (cosa muy típica en la lengua inglesa) que hace referencia a otras dos, “pig” (naturaleza porcina de los personajes) y “limerick” (construcción poética de referencia en la obra de Lear que tiene una estructura básica de AABBA y que aquí rescata Lobel).
Aparte de este guiño, Lobel también se decanta por presentar sus versos de la misma forma que Lear en The book of nonsense: un limerick por página acompañado de una ilustración en la parte superior. Si bien el estilo es muy diferente en ambos, si cabe hablar del carácter caricaturesco que acompaña/complementa al texto. De esta forma se suceden las imágenes de una forma rítmica y se imprime un tono desenfadado a la lectura.



Si a todo ello unimos que Arnold y Edwar (en su juventud) tenían un aspecto físico algo coincidente (a continuación dos fotografías de ambos), el juego de parecidos da en qué pensar.


Edward Lear 


Arnold Lobel

No obstante y a pesar de estas similitudes hay que llamar la atención sobre varios puntos en los que Lobel desborda imaginación y sabe integrar todo tipo de recursos nuevos dentro de una creación donde el humor está más que presente. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que el autor se autoretrata en tres lugares/momentos de la obra: en la portada, en la primera página narrativa y en la última. En ellos se puede ver a un cerdo con las típicas gafas y el bigote de Lobel en diferentes situaciones y que introducen y concluyen la acción, algo que, en cierto modo, me lleva a la misma estructura de Historias de ratones en la que una serie de historias quedan englobadas en otra inicial. Si a ello unimos que este recurso también e inevitablemente, me recuerda a Sendak, ese genio que protagoniza también su Chancho Pancho encarnado en un alter ego porcino, la cosa ya es de lujo.


No hay que olvidar destacar la perspectiva de las ilustraciones, su gran colorido, su composición. Llenas de guiños al texto, a otros hechos, muchos detalles, que lo convierten en un texto enriquecido y más que apropiado para diferentes niveles de lectura.



Por último y apuntando a las dificultades que presenta la edición de un libro como este en lo que a traducción se refiere, mi reconocimiento a Miguel Azaola, porque teniendo en cuenta que este libro se llena de sinsentido y referencias a multitud de aspectos del mundo anglosajón, queda próximo a los lectores en castellano sin irse demasiado de madre.
Y poquito más... Rebócense en el lodo, que teniendo en cuenta el rigor de estos calores, es la mejor manera de buscar fresquito aunque sea gracias a nuestro lado más gorrino.


lunes, 13 de junio de 2016

Homosexualidad, ¿visibilidad o no en los libros infantiles?


Seguramente, muchos de ustedes se hicieron eco de la selección sobre libros y libertad sexual que se incluyó en este espacio hace cosa de un año, una entrada que ha recibido unas cuantas mil visitas (y me parecen pocas) desde muchas geografías. De entre todos los comentarios que a tenor de ella se hicieron en el patio de las redes sociales, fueron las vertidas por un especialista de LIJ las que más me llamaron la atención y me hicieron pensar en los criterios que utilizo para elaborar estos listados.


Según él, en la citada selección se incluían algunos “meros panfletos”. Por un lado supuse que se refería a que muchos de los libros habían sido concebidos como producto editorial, se abusaba de la trivialización, lo moralizante y estaban dirigidos a un tipo de público en particular, es decir, habían nacido encorsetados y por ello no eran lo suficientemente literarios, no merecían estar en una selección sobre Literatura infantil. 
Lo veo pero, si lo pensamos bien, ¿qué libro carece de intencionalidad? Cualquier artefacto humano, bien sea sanitario, industrial o cultural, como es el caso, se produce con una finalidad, que en unos casos tiene mayor calidad, y en otros, una más mediocre, pero quizá nos "sirva" para unos fines, como bien apunté en este post sobre la utilidad de la LIJ
¿Vale todo en la Literatura infantil?. 
También hemos de tener en cuenta que muchas editoriales, independientes o no, nacen con objetivos claros, se deben a una lucha y se dirigen al lector desde una postura clara, desde el compromiso, un tema que dio para otras muchas preguntas en esta otra entrada sobre el tinte político de los libros para niños. Cuando la intencionalidad es causa de responsabilidad social, subyace otro argumento por el que el autor trata de forma explícita la bisexualidad o la transexualidad en una obra por meras razones personales, una nueva forma de activismo, de constructo ideológico.


Además de apuntar a la calidad, esta persona añadió que él era “mucho más partidario de enfoques como ¡Qué bonito es Pánama! que plantea directamente una relación homosexual tan normalizada que ni forma parte del tema”. Rápidamente, eche mano de la obra maestra de Janosch, en la que sus dos personajes protagonistas, Tigre y Oso, ambos masculinos, tienen una relación afectiva que pudiera traducirse como homosexual. Seguramente el autor concibió a sus protagonistas como abiertamente homosexuales (habría que preguntárselo, pero dado su carácter libertario e irónico, no me extraña nada), aunque no debemos olvidar que, como bien he dicho antes, también esa decisión estuviera aupada por la revolución pedagógica que se sucedió en la Alemania de los 70 en varias editoriales de corte progresista como Beltz & Gelberg cuando se propuso dibujar la mayor cursilería del mundo”, según sus propias palabras.


No obstante me interrogo: ¿Por qué debemos obviar los besos, los gestos explícitos de cariño en una obra literaria? ¿Acaso les restan altura poética? ¿Las denigran? ¿Son censurables? Estoy seguro que, tanto los animales de Janosch, como el Sapo y Sepo de Arnold Lobel, un autor que utilizó sus libros como especie de exorcismo para expresar sus propias tendencias sexuales y como un vehículo para salir del armario, se hubieran dado un beso si hubieran sido creados hoy día y que ese carácter críptico que hoy parece normalización, se debe más a los procesos anacrónicos de la Historia que a los deseos de los propios creadores.
Si bien es cierto que cuando hablamos de este tipo de temáticas en la LIJ es inevitable que se nos venga a la cabeza el término "álbumes de valores" y todas las preguntas que suscita, en el caso de las conductas sexuales y el sesgo de lo visible podrían justificarse teniendo en cuenta que no son rasgos físicos (un personaje negro puede protagonizar cualquier tipo de acción en un álbum) sino rasgos comportamentales (a menos que una pareja de personajes gays exhiban su cariño abiertamente nunca sabremos de su relación) que necesitan ponerse en evidencia en texto y/o imágenes como también ocurre en el caso de los roles de género
Por último me gustaría diferenciar conceptos como visibilidad y normalización. Probablemente, en sociedades en las que la libertad sexual es casi un hecho, sea mucho más idóneo apostar por libros como los anteriores, en los que la literatura es reflejo de la realidad y la libertad carece de recetas y poses, pero en otras, lastradas por la religión, los prejuicios y la censura gubernamental, quizá sean más necesarios libros que, a pesar del cliché, la discriminación positiva y el buenismo, aporten visibilidad a ciertos tabúes, para poder, finalmente, abordar la normalización con Tigre y Oso, o Sapo y Sepo .


Por todo ello y sin menospreciar la opinión que algunos tienen sobre la visibilidad o no de los comportamientos homosexuales en los libros para niños, decir que, a pesar de la intención o la ignorancia con la que se oriente la lectura, muchos pueden ser válidos. No creo que la buena literatura deba ser críptica o sutil a la hora de referirse a temas que a muchos les hieren las córneas, pero sí comparto que la buena literatura es un reflejo del mundo, ese sitio por el que pululamos gentes diferentes y variopintas.


A pesar de que muy pocas veces pido que dejen volando mis pensamientos, hoy y como homenaje a las víctimas de la matanza de Orlando, haré una excepción y les pediré encarecidamente que compartan, tanto este post, como el de esta selección sobre libros y libertad sexual, para poder, si no hacer un mundo mejor, al menos, desearlo.


lunes, 20 de abril de 2015

Quítate tú para ponerme yo


Desde que Oliver Jeffers y sus huguis me ayudaron a poner a caldo a la “clase” política (acérquense por aquí), le he tomado gustillo a esto de poner verdes a esos señores (y señoras, ¡viva la paridad! Ficticia, no lo olviden) bien trajeados. Así que hay que seguir recordándoles que éste siempre será un pequeño bastión en el que pensamiento, lógica y libros infantiles, les darán un poquito por culo, que es de lo que se trata…
Me llama mucho la atención como los políticos de pata negra, esos del bipartidismo que tan fuerte han pisado en los últimos años, se sientan un tanto apabullados por los discursos mediáticos que otros -los cari-aniñados, ínfimos, locuaces (¿secuaces también?) y “verborreicos”- lanzan a las hartas masas resueltos de mentiras (como todos, pero diferentes) en su afán de medrar en este mundo.


Me asquea y apena en gran medida la alta tontería y los graznidos de unos, pero más todavía me enferma la ignorancia y conformismo (o eso parece) de otros, algo que parece poco importa al resto de los votantes… ¿Para eso invertimos los españoles en becas Erasmus? A pesar de la movilidad que los ciudadanos  tienen en el ámbito europeo, de que la información sea libre gracias a este mundo global y cibernético, y de que el aprendizaje de los idiomas vaya en alza, constato que cada vez vivimos más enjaulados, mirándonos más el culo y votando a los mismos perros (con distintos collares, eso sí). Me indigna (yo también soy otro, pero de mi propio partido) el poco civismo de este país, su avance paupérrimo, tan desalmado y provinciano como siempre, y obligado a sí mismo a tener lo que se merece (a pesar del discursito progre que Ana Belén y Víctor Manuel se marcaron anoche sobre el chester para seguir exprimiendo la teta).


En cualquier caso (y con un poco de bicarbonato), me encanta divertirme con este circo tan bien montado en el que, vote quien vote, seguirán gobernando los de siempre: curas, multinacionales y grandes fortunas. Lo gracioso del asunto es el quítate-tú-para-ponerme-yo, un juego que se atoja reñido y con mucha estrategia. Unos valiéndose de las inversiones bolivarianas y otros haciendo alarde de liberalismo europeo, están jodiendo a los partidos sempiternos para montar su sede fiscal (ya saben ustedes que lo primero es buscarse una buena oficina), cosa que me parece bastante lícita (¡Que nos roben otros! ¿Qué más da? Ya vendrán nuevas caras con viejos mensajes para limpiar la cuadra y levantarlos del trono que se les ha pegado al trasero).


La señorita Susi, un libro que cumple medio siglo con texto de Miriam Young e ilustraciones del gran Arnold Lobel (Editorial Corimbo) ahonda en el eterno conflicto de la invasión de la propiedad privada (que no del sillón) y de la ocupación (sin “k”, ya saben que estoy a favor de la reutilización de los inmuebles abandonados con cierto orden y limpieza). Menos mal que en este caso, la tal Susi es socorrida por unos soldados la mar de agradecidos que atacan a las malvadas ardillas que han usurpado su hogar. En resumen, una historia de injusticias, ideas, facciones y víctimas…, ya saben: el eterno juego del poder.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Clásicos básicos en época de crisis











Advertencia: Aunque un servidor desarrolla su labor en este espacio de manera altruista y desinteresada, con el único fin de engrandecer un género chico de la Literatura, le gustaría que las editoriales y los autores tuvieran consideración con esta ardua labor de destripar texto e ilustraciones, y le ayudaran un poquito enviándole ejemplares de los libros que ellas/os crean oportunos o que el aquí firmante les solicita, más que nada para que, con este gesto amable y de tan poca repercusión económica sobre sus ganancias, uno se sienta valorado y agradecido.

Aunque el mercado del libro-álbum se haya diversificado enormemente de unos años a esta parte, cada vez que acudo a una librería, sufro un paralís al ver la cantidad de mierda que se amontona en los expositores… Se ve que en plena crisis, la imaginación también corre a cargo de los bancos, los tipos de interés y las agencias de calificación, los tres pilares básicos de cualquier sistema capitalista…, como el de las editoriales.
Cada editorial tiene su política, esa que repercute en los lectores, y de paso, en las ventas: lo que interesa. Mientras unas apuestan por la diversidad de títulos, otras por autores noveles, algunas por exprimir hasta la saciedad los productos que producen ganancias y las menos por la reducción de los precios, están esas otras que deciden no exprimirse el limón, sacar a la luz libros clásicos de autores de renombre y esperar a que escampe el temporal de la manera menos arriesgada posible. Este es el caso de Kalandraka, editorial conocidísima en este mundillo, que con buen criterio, ha parido en el último año unos títulos zoológicos muy reseñables como los siguientes:

Críctor, de Tomi Ungerer: Perros, gatos, jilgueros… Hay mascotas de todo tipo, pero esta se lleva la palma. Un clásico de poco colorido con un toque de humor y mucha animación para chicos inquietos.

Tío Elefante de Arnold Lobel: Del autor de Sapo y Sepo, aquí tenemos otra historia muy humana y con gran sentimiento protagonizada por animales… Del estilo de Nana Vieja (uno de mis favoritos…)

El paseo de Rosalía de Hutchins Pat: Un clásico de la LIJ que narra la historia de una gallina despistada que es perseguida por un zorro poco afortunado. De ilustraciones bidimensionales y coloristas, este álbum dinámico, trata al lector como espectador y receptor.

Correo para el tigre de Janosch: La típica historia de Janosch a caballo entre el nonsense, lo absurdo y las situaciones infantiles ubicadas en un contexto adulto. A veces enternecedora, a veces hilarante.

El tigre que vino a tomar el té de Judith Kerr: Uno ha de saber a quien invita a tomar el té, más que nada porque puede aparecer un inesperado tigre que se lo zampe todo y organice un desastre descomunal…