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lunes, 16 de noviembre de 2015

Poesía visual en vez de dolor...


Miguel Pang. En: Ferrada, María José. 2015. El árbol de las cosas. Ilustraciones de Miguel Pang. A buen paso.

Tras las grandes guerras del siglo XX, hemos dado paso a los micro-conflictos del nuevo milenio, unos que se caracterizan por ser menos grandilocuentes (¿Para que cargarse a un millón de golpe cuando matarlos poco a poco da el mismo resultado?), pero igualmente eficaces para manejar el cotarro en aras de la buena marcha de la industria (armamentística, energética,..., pónganle el adjetivo que más les (dis)guste...). Si a todo ello unimos el poder de los medios de comunicación y su eco en las redes sociales y la macroeconomía, la cosa toma un cariz un tanto extraño que se traduce en toda suerte de dimes y diretes (¡Hablar por no hacer! ¡Qué coñazo!), rezos pseudo-religiosos (Lo de que los ateos conjuguen en feisbuq el verbo inglés “to pray” para hacer solidaria gala, me ha dejado pasmado), locuras progresistas (he visto como algunos se tapan los ojos ante los fallecidos en Francia este fin de semana, pero sí lloran a los asesinados en el Líbano... ¡más ojiplático todavía!... ¿Acaso no todas las vidas humanas valen lo mismo?), cinismo político (Ahora que la cosa se ha ido de madre, muchos se acuerdan del “Estado islámico” cuando ellos mismos favorecieron el ascenso de este régimen en Oriente Medio para controlar una zona de alto interés estratégico) y expiación humana (¡Dejen de aleccionarnos y decir gilipolleces en tuiter, por favor!..., al único cielo que ascenderán con tanto falso buenismo es al de la estulticia).


Ximo Abadía. En: Abadía, Ximo. 2015. El inventor de pájaros. SM.


Mariona Cabassa. En: Skármeta, Antonio. 2015. La flor azul. Ilustraciones de Mariona Cabassa. Libros del Zorro Rojo.

Mientras la gente sigue con sus dogmas (no sé porqué tanto hablar de cristianos o musulmanes, cuando parece que cada uno tiene su propia religión e intenta meterla con calzador en la mollera de otros... Abnegación lo llamo), yo prefiero decantarme por la auto-crítica (Después de muchos años de desencanto he decidido que es mejor pensar y actuar en consecuencia en la vida diaria, que votar) y por un poco de belleza visual, y traerles en este lunes grisáceo una serie de imágenes pertenecientes a cuatro hermosos libros que se acercan más al espíritu que al cuerpo (Nos iría a todos mejor si en vez de tanto culto a las creencias y convicciones, nos dedicáramos a ser libres y no maniatar el pensamiento de otros aunque este fuera diametralmente opuesto al nuestro), para quitarnos de la mirada tanta sangre y dolor, y pensar que, por una vez, el hombre sabe construir mundos paralelos y llenos de vida, que, al fin y al cabo, es una de las funciones del Arte, llámese este ilustración o literatura.


Felicita Sala. En: Mattiangeli, Susanna. 2015. Crescendo. Ilustraciones de Felicita Sala. La Fragatina


Ximo Abadía. En: Abadía, Ximo. 2015. El inventor de pájaros. SM.


Mariona Cabassa. En: Skármeta, Antonio. 2015. La flor azul. Ilustraciones de Mariona Cabassa. Libros del Zorro Rojo.

Así que, piensen en positivo y enriquezcan el alma, con eso y algo de educación, podremos algún día cambiar la naturaleza de nuestra especie.


Felicita Sala. En: Mattiangeli, Susanna. 2015. Crescendo. Ilustraciones de Felicita Sala. La Fragatina.


Miguel Pang. En: Ferrada, María José. 2015. El árbol de las cosas. Ilustraciones de Miguel Pang. A buen paso.

jueves, 11 de junio de 2015

Sobre el mañana...


A mi amigo Pablo, que abandona la soltería.

En este mismo instante, detengo mis dedos, alzo la vista y, mirando a una pared que se asemeja al infinito, pienso “¡La de cosas que he dejado atrás!”. Seguro que no soy el único y ahora usted rememora un sinfín de momentos que han formado parte de su vida… Recuerda aquel batacazo que, además de muchas lágrimas y una pequeña cicatriz en la rodilla, fue la prueba de fuego que no le hizo rendirse ante ese vehículo de dos ruedas que llamamos bici. Tampoco ha olvidado las tardes de verano en las que, junto a una caterva de adanes con la cara llena de granos, iba detrás de aquella pandilla de pavas que se habían atrincherado en los columpios del parque. Háblenos de sus profesores, de lo parias que eran, de las primeras borracheras, de su primer beso. De lo amargo que fue despedirse de él, y de las ganas con las golpeó un balón que, nadie sabe cómo, entró en el minuto justo y en el sitio adecuado. Sí, tiene razón: tantas cosas nos han pasado que hasta que otro no las dice, a uno no le vienen a la cabeza. Pero en eso consiste el paso del tiempo: en acordarse de lo pasado y dejar paso a lo nuevo.


Me exaspera oír aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y prefiero comulgar con el poeta, más sabio, menos irascible y, sobre todo, más desprendido. Abrir la puerta, tomar nuevos caminos y dejar que te sorprendan, es un ejercicio de altruismo, no sólo para aferrarse al pasado con una sonrisa, con una caricia, sino para despojarse de las heridas, de los lastres que nos duelen a cada uno. Ya se encargará el futuro de las nuevas penas y alegrías, de otros besos y otros llantos, pero el tiempo está para eso, para pasarlo. Ya, ya sé… Me hablarán de los cambios, de los miedos, de muchos otros quebrantos, pero si lo piensan bien, todo cambio a la vez es útil y a la vez es vano… Fíjense lo poco que significa el tiempo, que lo que un día nos parece increíble, al siguiente se torna vulgar, y lo que otrora era ceniciento, hoy tiene un colorido especial.


Todos los libros nos hablan del ir y del devenir, de cómo cada cual elige la mejor forma de pasarlo, pero si hoy tuviera que elegir uno, sería Con el paso del tiempo, del ilustrador colombiano afincado en Argentina José Sanabria (Ediciones La Fragatina), una fábula dividida en tres partes y realmente hermosa, donde confluye el tiempo desde dos puntos de vista que al final se torna uno solo, el del mañana…, algo que no deben olvidar, porque lo único que podemos hacer, es eso: saber que está.

martes, 24 de febrero de 2015

Segundas partes. Reflexiones en torno al libro-serie.


Cuando un producto es rentable y provee de cuantiosos beneficios, la práctica editorial más habitual es la de lanzar al mercado secuelas del mismo. Segundas, tercera, cuartas y quintas partes se agolpan en las estanterías de medio mundo y comienza un nievo ciclo de consumo que se engancha una y otra vez al bolsillo.
Aunque viene siendo la tónica común entre novelas juveniles e infantiles, no lo ha sido tanto en el género del álbum ilustrado (salvo contadas excepciones de gran éxito entre los niños, véase el Pomelo de Ramona Badescu y Benjamin Chaud), un tipo de libro que conlleva más trabajo (incluimos la labor del ilustrador, no se olviden) y más inversión (la tapa dura, el color y la maquetación encarecen el producto final) que las anteriores. A pesar de ello, la tendencia está cambiando y cada vez son más los libros ilustrados que cuentan con segundas y terceras partes.
Esta decisión, marcada por la editorial de turno o por los padres de la criatura, tiene una serie de consecuencias (no me meteré en un juicio de valores, que ya está bien de agitarles los tuétanos) entre las que cuento las siguientes:
1. La optimización de la idea inicial por parte de los autores/ilustradores. Pese a que el proceso creativo es lento y complejo, dense cuenta que, actualmente, los libros ilustrados tienen una vida que no va más allá del curso escolar, marcado principalmente por las novedades del sector y cuatro actividades de promoción. La obra abandona los estantes de las librerías demasiado pronto y las historias no trascienden lo que debieran (¡Qué poca rentabilidad a tantas horas de trabajo…!) Con las secuelas esto cambia: la idea se sigue explotando, los autores se animan y ven como sus “hijos” crecen a lo largo de las páginas. En resumen, es más satisfactorio.
2. Aumenta el interés del lector. Cuando embebemos al lector en la acción y éste conoce a los personajes, muchas veces siente la necesidad de sumergirse más profundamente en sus vidas, en sus defectos y virtudes. Le resulta atractivo saber qué caminos nuevos recorrerán y es por ello que las segundas y terceras partes siempre enganchan antes al lector, lo embaucan peligrosamente en la aventura de leer.
3. Optimización de la inversión. Cuando uno conoce de manera tangible las ventas de un determinado libro, es más fácil priorizar gastos o presupuestar su secuela. Conocemos el número de lectores potenciales, sabemos quiénes son y adónde van a comprar, es por ello que las segundas partes de ciertos libros nos permiten una mayor concreción a la hora de imprimirlo (los excedentes son una lata), su lanzamiento y las campañas de difusión. Es decir, el azar pasa a ser un factor de menor importancia y el proceso es menos arriesgado.
4. El desgaste y la pérdida de frescura narrativa. El ritmo de la industria no está a la par del ritmo creativo. Forzar las ideas, no dejarlas reposar, madurarlas convenientemente, y plasmarlas lo antes posible en un soporte físico, a veces provocan una pérdida de calidad, dejando que la obra literaria roce la paraliteratura o se transforme en ella. Por todo esto la programación y el marco temporal en este tipo de libros-serie deben pensarse milimétricamente.
5. Encasillamiento. Los libros-serie suelen tener bastante éxito comercial y teniendo en cuenta que todos los autores/ilustradores anhelan tener un libro memorable, es un suculento bocado verse enrolado en un proyecto como este. Pero… ¡cuidado! Pasar a la posteridad puede tener un alto precio ya que sobreexplotar una idea puede terminar acotando nuestro estilo en obras similares o restar oportunidades a otros proyectos válidos.



Estén de acuerdo o no con mis análisis, les invito a tomar entre sus manos Carlitos Super M –secuela de Las gafas de ver- (Margarita del Mazo y Guridi para Ediciones La Fragatina) y Cómo esconder un león a la abuela –secuela de Cómo esconder un león- (Helen Stephens para Ediciones B – B de Blok), para disfrutar de dos buenas segundas partes que prueban el buen hacer de sus autores en sus respectivas primeras. ¡Espero sus comentarios!



viernes, 5 de diciembre de 2014

En el mar invernal...


Llegan tres días festivos. Las grandes ciudades se vacían y las carreteras son un hervidero. Aunque algunos prefieren disfrutar del aire frío de la sierra (porque lo que se dice nieve, hasta ahora poca), la inmensa mayoría se dirige hacia la costa como si de un refugio tropical se tratase… No sé hasta qué punto será contraproducente para la salud pasar un media de cuatro horas al volante, aguantando retenciones, niños llorando y regurgitando, adelantamientos suicidas y otros menesteres propios de estas odiseas..., pero seguro que un paseo a orillas del Mediterráneo compensa todo lo demás...

El día amanece sin prisa,
me lleno las manos de sal,
el mar.

María corre hacia la orilla,
las olas mecen su risa,
le traen baratijas.

Un frasco de cristal
con un mensaje
por descifrar.

[…]

Paula Carbonell.
En: Un día en el mar.
Ilustraciones de Marjorie Pourchet.
2014. Fraga (Huesca): Ediciones La Fragatina.


miércoles, 3 de diciembre de 2014

Regalos para los más pequeños


Durante los próximos días seguro que se devanarán los sesos preguntándose qué carajo les van a regalar a sus seres queridos esta Navidad… y se repetirá la misma escena de siempre… “A mamá la arreglamos con un frasco de colonia, a papá una corbata no le viene mal, a la parienta cualquier trapillo, al hijo adolescente le endosamos algún videojuego, y ¿al pequeño de la casa…? ¿Qué le regalamos al mengajo…? Tiene muchos puzles, muñecos y peluches de todo tipo, juegos didácticos a porrón… ¡Qué dilema!”
Y yo les digo: es hora que se decanten por un libro para primeros lectores, con pocas páginas, ilustraciones de líneas sencillas y poco texto. Que sea resistente a los golpes, a los mordiscos, a las babas y a las peleas. Vamos, lo que se llama un “boardbook”. Con ellos el nene podrá aprender cuestiones básicas de su entorno, los nombres de las cosas que le rodean y que le son familiares, los números o las letras.
¡Anímense a visitar una librería! ¡Adquieran un par de libritos de esta pequeña selección e introduzcan a los futuros lectores en este gran mundo que son los libros infantiles! No se lo piensen y ¡al ataque!


WIEHLE, Katryn. 2014. Mi pequeño jardín / Mi pequeño bosque. Editorial Lóguez.


CARLE, Eric. 2014. Colección Mi primer libro de…Números, Formas, Colores y Palabras-. Editorial Kókinos.


 MIURA, Taro. 2014. Colección Vehículos de Trabajo -¡Hop!, ¡Yo me encargo! y ¿Llegará?-. Ediciones La Fragatina.


RUBIO, Antonio y VILLÁN, Óscar. 2014 (Reimpresión). Colección De la cuna a la luna (Duros) –Luna, Cinco, Cocodrilo y Miau-. Editorial Kalandraka. 


miércoles, 26 de noviembre de 2014

¿Cómo hice mi primer álbum ilustrado?


En cierta ocasión un sabio me hizo saber que, para opinar y ser crítico, hay que meterse en harina, es decir, pasar de ser un mero espectador a formar parte de manera activa de la disciplina objeto de las valoraciones… Sí, no le demos más vueltas: les hago saber que he publicado mi primer álbum ilustrado. Y he aquí la historia de este libro que, seguramente, será parecida a la de muchos otros, y por ello me aventuro a relatar el proceso creativo aquí. Ahí va la historia de Tras mi ventana.
En cierta ocasión le presenté a Enrique García-Calvo, editor de La Fragatina (¡Mil gracias!), una historia algo compleja, con bastante simbolismo y de aire constructivista (me sale la vena educativa…) que había estado madurando en mi cabeza durante algunos años. Éste la valoró positivamente y pensó que podría tener cabida en La Segallosa (“niebla” en fragatino, lengua del Alto Aragón), una colección orientada al lector infantil maduro, a adolescentes y adultos.
Después del “sí quiero” llegó el momento de decidir quién pondría imágenes a mis palabras. Por lo general son los editores quienes se encargan de esta labor teniendo en cuenta las sugerencias del autor, pero yo me emperré en elegir por mí mismo al ilustrador con el que iba a contar mi historia. Quería algo sencillo pero diferente, algo humano a la par que colorista, quería esperanza y sabor, arte a la vez que narrativa.
Busqué en bibliotecas, librerías y archivos, pero fue en el ciberespacio (esa piedra angular de la sociedad moderna) donde encontré a Katie Harnett, una joven artista que, como yo, estaba buscando la oportunidad de sacar adelante su primer título mientras terminaba sus estudios en Cambridge. Y así nos pusimos en brete. El editor le ofreció el texto y ella aceptó gustosa. Se firmaron los contratos oportunos y nos pusimos manos a la obra.
Una vez decidido el formato (no es lo mismo vertical que horizontal, cuadrado o rectangular, grande o pequeño…, ya que cada historia requiere unas dimensiones particulares), Katie se puso con los bocetos. Al principio polemizamos un poco, más que nada por las diferencias lingüísticas (mensajes a diario en inglés para consensuar ideas, contrastar opiniones y afianzar conceptos), pero una vez que interiorizamos la historia de manera conjunta, la cosa fue más rápida.



Katie entregó sus bocetos, La Fragatina puso sus pegas y yo puse las mías. Y después del grafito, vino el color y seguimos con el inglés a cuestas... La paleta de Katie está basada en una gama de medias tintas, algo que es agradable a la vista e imprime un toque evocador y mucha fuerza al mismo tiempo. Aquí les dejo un par para que opinen abiertamente de su trabajo.



Después llegó la maquetación (un trabajo estupendo) que nos dio bastante quehacer, sobre todo en lo que se refiere al equilibrado de la obra completa, la tipografía, las correcciones de última hora y la portada. De ahí pasó a la imprenta (el papel de las páginas me encanta) y por último, a la cadena de distribución que lo ha llevado a todos los puntos de venta del territorio español.
Aunque equipara un libro a un hijo es una hipérbole descriptiva, les hago saber que también se aprende mucho (bueno y malo), no sólo para destripar los pormenores del mundo de la edición, sino a nivel personal y emocional, algo que agradezco sobremanera (no sé si al cielo, a la vida o a la literatura). En definitiva, aquí está mi primer libro y en su mano, lectores, está valorarlo. Muchos me tratarán de advenedizo, osado, enterado, mientras que a otros les encantará, lo regalarán y recomendarán, pero a todos les pido que lo lean y compartan sus impresiones conmigo, que al fin y al cabo es lo que hacen con este blog. 


miércoles, 11 de junio de 2014

De "boardbooks"


Si mal no recuerdo hasta hoy no he tratado en ninguna de las entradas de este espacio un tipo de libro que, a pesar de su invisibilidad, constituye uno de los pilares de la industria de la edición infantil. Me refiero al boardbook, un género con 16-18 páginas (hay ciertas limitaciones…), generalmente de pequeñas dimensiones, diseñado especialmente para los lectores más pequeños, también conocidos como prelectores, esos humanos de talla escasa y gran trajín que maltratan, se meten en la boca y muerden cualquier cosa, incluido este objeto de deseo monstruoso.
El boardbook, también llamado libro de cartón o libro duro está hecho en México o China (me consta que algún editor patrio los está fabricando a un precio la mar de asequible dentro de nuestras fronteras, ¡Y olé!... Hay que ayudar a nuestra economía) con un tipo de papel rígido de origen sueco (la mayor parte de las veces) con proceso de fabricación complejo en el que impresión, plegado, encolado, plastificado y redondeado de esquinas van al unísono para resistir las embestidas de los que un día llegarán a ser lectores consumados (se lo digo por experiencia ya que alguno que otro todavía pulula por la casa de mis padres).
Aunque a veces te puedes topar con alguno dedicado a adultos, la inmensa mayoría de este tipo de libros se llenan de ilustraciones coloristas y de trazo bien definido que acompañan a historias sencillas, textos rimados o contenidos didácticos básicos, algo que se basa en una forma clara y útil de aproximar a los preescolares al mundo de las letras.
Y como claro homenaje a este tipo de “duras” lecturas entre las que proliferan abecedarios, retahílas de números, objetos cotidianos, canciones tradicionales, animales, colores y lugares, les dejo con una pequeña selección de los mejores que se pueden encontrar en el mercado español a día de hoy. ¡Que la disfruten!







lunes, 26 de mayo de 2014

Resaca electoral (y futbolística)


Esto de la democracia tiene que ver más con la complicidad que con la libertad, algo que constatan todos aquellos que, obligados por el deber, pasan el domingo apostillados en una mesa electoral cantando nombres, apellidos y alguna que otra salve, algo que también ustedes, votantes (lo mío con la papeleta no ha cuajado este viaje), habrán notado durante la pasada jornada.
Votan los recién graduados en esto de la mayoría de edad (la juventud, ilusa…); votan los miembros de los partidos políticos y otros pesebristas afines (con la comida no se juega); votan los ociosos (¿porqué no se irán al campo a asar chuletas); votan los alcahuetes (vigilando y apuntando por si luego hay guerras en las que denunciar al vecino); votan los despistados (pasaba por aquí y me he acordado…); votan los íntegros (¡Derechos al poder!); votan los informados (¡Qué pena que estos no abunden!); votan los prácticos (por aquello del voto útil); votan los enteraos (¡que hay bastantes…!); y votan los ignorantes (para sentirse más importantes… Les podrían dar alguna licenciatura…).


Pese a todo ello, el euroescepticismo se lleva la mayoría absoluta y deja entrever fisuras en ese proyecto que es Europa (las rupturas siempre asoman cuando las crisis, tanto económicas, como sociales, se acentúan). Son pocos los creyentes en una unión del Viejo Mundo, ese continente que inventó occidente, más que nada por la miseria que viven unos y el triunfo de otros y el enriquecimiento de una clase política que, día tras día, se envilecen más por un poder efímero que por las ansias de trabajar en pro del ciudadano, un servicio para el que nacieron en la Grecia antigua.


Seguramente a muchos de ustedes no les gustará una disertación como la de hoy (últimamente se avivan las críticas hacía mis descabelladas ideas… ¿Será bueno o malo? ¿Querrán la censura?), por ello traigo hoy a modo de apoyo El rey de los animales de Miguel Tanco (Editorial La Fragatina), un libro ilustrado que aboga por ese clásico mensaje de “los mismos perros con distintos collares” y bajo el que subyace un complejo mensaje sobre la democracia, el derecho a elegir y las ansias de poder, que bien mirado, está más de actualidad que nunca, a pesar de que durante el pasado fin de semana las miradas han estado muy atentas al fútbol, algo de lo que me alegro (¡Albacete Balompié de nuevo en Segunda División y Forza Atleti manque pierda!).

miércoles, 12 de marzo de 2014

La voz de la experiencia


Que la experiencia es un grado lo sabemos todos, no solo porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, sino porque conforme crecemos, nos trata peor la vida, una que tiene muchas más cosas malas que buenas.
Aunque muchos piensan que la fortaleza es importante, a mi parecer es el ingenio (que no la ingenuidad) la cualidad capital a la hora de enfrentarse a los momentos duros con los que nos golpea el paso inexorable del tiempo… ¿Valdrá más ser pillo que rebosar bondad? Ahí lo dejo, para que esta España católica y prejuiciosa piense…
Aunque creemos que nuestro instinto de supervivencia está implícito en nuestra condición humana (y por tanto animal… ¿o debería ser al revés?), son demasiadas las personas que prefieren no enfrentarse a los peligros y avatares de la vida, tirando así la toalla antes de tiempo. No crean que es una cuestión de cobardía. Jamás. Quizá sea una decisión bien meditada y respetada, pero discrepo en su fundamentación. Sobre todo porque siempre tenemos cerca a personas que ya han sufrido los mismos o parecidos problemas que nosotros, que han luchado y llorado por los mismos o parecidos principios que nosotros, que han ganado o perdido las mismas o parecidas batallas, y pueden aconsejarnos antes de cometer una atrocidad.
Aunque los viejos y sabios, muchas veces decidan mantenerse al margen de lo que les acontece a los principiantes e inexpertos, muchas otras toman las riendas y comparten las vivencias y experiencias con los jóvenes, para templar su carácter y que puedan así enfrentarse a las adversidades por sí solos.


Escuchemos la voz de otros que bien nos quieren y dejémonos dirigir por sus palabras y estrategias, porque quizá algún día, como en la historia de Osito, la vieja jirafa y el muro de piedra tejida por las palabras de Susanna Isern y las ilustraciones de Betania Zacarías (ediciones La Fragatina), tengamos la oportunidad de guiar a otros por los tortuosos caminos de la existencia y sobre todo, no errar en el intento.



lunes, 3 de febrero de 2014

Antes de escribir/ilustrar/editar, ¡hay que pensar!


¿Quién dijo que para hornear un buen libro es necesario tener buenas ideas? Para tener una idea jugosa y suculenta, es necesaria la buena alimentación. Para comer en condiciones, es necesario tener algo de dinero. Para ganar un sueldo, generalmente hay que trabajar. Y para currar, uno no sabe lo que hacer… Así que, el autor, el ilustrador, aparca las buenas ideas y los buenos libros, y se decanta por la supervivencia, es decir, tres o cuatro títulos mediocres al año que le provean de suficientes víveres y, si suena la flauta, se lleva alguna que otra alegría.
Lo mismo sucede con las editoriales, esas empresas empeñadas en hacerse de oro a base del estoico esfuerzo de otros y unas campañas publicitarias concienzudas en las que se vende mucha cultura volátil y novedades que no lo son tanto. Vamos, lo que se llama un negocio redondo…
Todo esto debe llevarnos a pensar que, hoy en día, publicar un libro no es una tarea imposible, sino todo lo contrario… Hasta el más lerdo puede ver impresas sobre un buen papel sus ideas más estúpidas, prueba de ello es la ingente cantidad de obras infantiles que ven la luz cada año y que, al siguiente, caen en el olvido. Una trascendencia efímera que llena el curriculum vitae de cuentacuentos, chirivainas y otros jetas, que han optado por la literatura infantil para abrirse un hueco en el mercado lijero y subsistir a base de subvenciones estatales, hordas de bibliotecarios progres y algún editor incauto.
Por una parte, tanto morro es para aplaudir, y por otro dan ganas de quemar en la hoguera a tanto autor/lector/comprador advenedizo que llena los estantes de bibliotecas públicas y personales de mierda ilegible. No tuerzan el morro. Saben que vigilo pacientemente mis impuestos (esos que políticos y empresarios menosprecian y desperdician sin mesura) y me parece una desfachatez que sirvan para enriquecer a escribientes de tres al cuarto que no saben quiénes son Maurice Sendak, Arthur Rackham o Kate Greenaway, pilares básicos de la LIJ cuyas obras hay que conocer y estudiar antes de ponerse a vueltas con el bolígrafo.


Y a los editores les diré “Que sí, que sí... Sé que quieren comerse su parte de ese suculento bocado que constituye el negocio de los libro-álbumes, las ilustraciones infantiles y la tapa de cartoné, pero por favor, sigan el ejemplo de los conejos de Satoe Tone y, antes de arrancar La zanahoria gigante (editorial La Fragatina), ¡piensen qué hacer con ella!”


lunes, 13 de enero de 2014

Gafas, sinsabores y amores


Cambiarse de gafas es una lata, no sólo por tener que recaudar una buena suma de dinero (ya saben ustedes que el mundo de los anteojos, lentillas y otro tipo de lupas no es nada barato a pesar de que ciertas franquicias estén empeñadas en vendernos gato por liebre), sino por acudir a la óptica de turno, probarse los cientos de modelos que hay en las estanterías, discrepar con tu madre, tu mujer y tus hijos sobre cuál es la más adecuada para tu fisionomía facial, barajar las ventajas y desventajas de la pasta, el metal, el anti-reflejante, si se pueden cambiar varillas y patillas, o si podemos acoplar unos cristales viejos a esta montura… Eso, en el mejor de los casos, porque lo de las progresivas, tiene miga…
Lo más gracioso de todo viene cuando tu acompañante, ese que ha pasado por el quirófano para prescindir de este martirio adquirido o heredado que es la gafa, o que ha tenido la suerte por naturaleza de tener la vista de un águila, se pone a merodear entre las lunas tintadas, esas recomendadas ante sol y nieve, para sentirse una estrella de cine, constatar lo vacilón que resulta colgarse unas lentes oscuras o dar rienda suelta a su imaginación mientras toquitea las marcas de alta gama…


De seguro que si un servidor no tuviera que llevar este objeto incómodo que se apoya sobre nariz y orejas, no tendría en deseo colocarse unos quevedos para protegerse de los rayos de luz a menos que fuera estrictamente necesario. Me enferman esas tías que se ocultan tras sus gafas de sol, esos niñatos macarras que las visten en discotecas y salas de fiesta, y quienes las usan en espacios cerrados e iluminados con bombillas. Necios… Se nota que no han sufrido los estragos delastigmatismo y la hipermetropía en la infancia ¿Acaso no saben que, como al protagonista de Las gafas de ver, con Margarita del Mazo a las palabras y Guridi a las ilustraciones (Ediciones La Fragatina), las lentes nos traen más de un quebradero de cabeza a los que las usamos desde niños? Muchos complejos han acabado con las gafas pisoteadas en el patio de recreo, muchos tontos se han reído (y ríen, por lo que siguen siendo imbéciles) de nosotros, y muchas envilecidas mujeres nos han repudiado por ser miopes, pero… ¿saben qué? Allá ellos con sus estúpidos prejuicios, siempre hay gente que sabe valorar una mirada enmarcada… y quererla.