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domingo, 27 de febrero de 2022

Apuntes sobre la guerra


Putin invade Ucrania y lo único que se le ocurre a la gente es colgar el cartelito de “No a la guerra” en sus respectivas redes sociales. La verdad es que me parece una postura muy pueril la del ciudadano occidental, ese tan buenista y ensimismado que, desde un prisma complaciente e ignorante no se plantea que esa no es la forma de ayudar a los afectados o que la geopolítica le afecta mucho más de lo que piensa por muy lejanos que vea los conflictos.


Sinceramente, no sé qué piensan muchos de la vida. Mientras por un lado se rinden a los ismos impuestos por una ideología inerte que solo busca dividirnos y sacarnos los billetes (si el orden social ha cambiado con la pandemia, espérense a lo que viene...), ahora exigen que Europa, que Occidente, salve a Ucrania de la amenaza rusa -bonita paradoja cuando ese mismo país lleva con una guerra civil encubierta unos cuantos años y nadie ha dicho ni pío- ¿Con qué vamos a luchar? ¿Con el ecologismo? ¿Con el #MeToo? ¿Con el Black Lives Matter? Putin es un sinvergüenza (como mínimo), pero ha dejado en evidencia que vivimos secuestrados y embobados por unos intereses creados y toda una serie de valores erróneos.


A ver si se enteran. Estados Unidos sigue afianzándose como potencia mundial después de 70 años con unas partidas de ajedrez en las que los países europeos son sus peones (como hagan con Ucrania lo que hicieron con los Balcanes, apaga y vámonos…), Rusia intenta sacar pecho a costa de China y las repúblicas ex-soviéticas, Alemania se rearma a lo bestia y la economía mundial entrará en un nuevo orden sin precedentes y sin excedentes. 
Si muchos se echaron las manos a la cabeza viendo como acabó la Segunda Guerra Mundial, veremos cómo acaba esta...
Y si no teníamos bastante, han llegado los medios de (des)información de unos y otros para hacer de las suyas a instancias de unos gobiernos que tienen muchos intereses, muchos culpables y muchos caudillos. 
Lo más paradójico es que hemos dejado a los antivacunas a un lado, pero le ha llegado el turno a rusófobos y anti-imperialistas, porque unos venden gas a precio de oro y otros nos obligan a que el pan de cada día sea imposible de comprar (¿de dónde se creían que venían los cereales?).
Mientras tanto, y como decimos por La Mancha, la adorada Unión Europea nos engalga repartiendo billetes a diestro y siniestro, impone sus cuotas agrícolas y ganaderas, habla de ángeles y demonios, y lava nuestros cerebros con solidaridad y energías renovables (otra falacia para dejarnos sin un chavo).


Lo dicho, en vez de seguir con el bicho, Sálvame, Ana Obregón y la pandereta (¡Mira que si nos diera por leer...!), haríamos bien en estar al tanto de lo que ha pasado en nuestro planeta durante los últimos 100 años y constatar que en esta merienda de negros siempre sacan tajada los mismos. 


Todo lo anterior no quiere decir que yo sea pro-ruso, que desee el regreso de la Guerra Fría (si es que alguna vez terminó) o que me alegre de las vidas que se están segando más allá de los Cárpatos. La realidad de cualquier conflicto armado es muy triste y para ilustrarles sobre ello les traigo La guerra, un libro de André Letria y José Jorge Letria que acaba de publicar en nuestro país la acertada editorial A fin de cuentos y que, cómo no, he incluido en este monográfico sobre la guerra en los libros infantiles.


Desde un texto poético en el que abunda la anáfora, los reconocidos autores portugueses construyen una definición de la guerra, de cualquiera. Un fenómeno que no se puede entender desde otra naturaleza que no sea la humana y en el que caben muchos aspectos por todos conocidos.
Así despliegan una amplia gama de ocres y grises que se suceden en unas ilustraciones donde el texto desaparece continuamente para alargar unos silencios que imprimen dramatismo a esta narración secuencial que gira en torno a múltiples ideas y reflejos de la guerra. Elipsis y metáforas se alternan en un vaivén inquietante donde los detalles son igualmente importantes.


Composiciones donde abunda esa geometría que tanto recuerda a las formaciones militares. Soldados, aviones o edificios, que se acercan y alejan gracias a un objetivo cinematográfico que nos regala planos generales y primeros planos sobre guerras reales o ficcionales (vean a H. G. Wells y sus marcianos).
Una delicia de libro que en más de sesenta páginas (un número atípico en el libro-álbum) abre el camino para plantearnos muchas preguntas sobre un tema que a cualquier persona, sobre todo a las que queremos vivir sin complicaciones y terminamos sufriéndolas, nos aterra.


miércoles, 19 de noviembre de 2014

Y si fueses un libro, ¿cómo serías?


Seguro que muchos de ustedes se habrán aventurado a realizar alguno de esos test que corren por Facebook® (red social con la que estoy muy enfadado…) para saber con qué personaje de cuento corresponde su personalidad (yo soy el gato con botas, ¡ja, ja, ja!..., algo que no me disgusta), pero seguramente pocos de ustedes habrán invertido un poco de su tiempo en meditar sobre qué libro elegirían en caso de convertirse en uno de ellos.
Si yo fuese un libro, sería un libro mediano, ni muy grande, ni muy pequeño. Prefiero los libros que te caben en la mano pues hay muchos que son inmanejables y otros que se pierden en el fondo de los estantes.
Sobre el grosor me gustaría no sobrepasar las doscientas páginas... Aunque a muchos lectores les encanten los libros extensos, esos que no se terminan nunca (¡qué egoístas son algunos!), yo prefiero aquellos de mediana duración, aquellos en los que las páginas se vayan pasando poco a poco, con cadencia perfecta. ¡Eso sí!, como mínimo, tendría las treinta y dos páginas de un álbum ilustrado (que para eso es mi género favorito).


Me encantaría tener letra grande pero no en exceso (será porque ando un poco cegato y me gusta no esforzar la vista demasiado), a la par que legible (¡Algunos cometen verdaderos crímenes contra los libros eligiendo tipografías horrendas!). También sería de tapa dura (aunque aviso de que la tapa blanda es más práctica para llevar el libro en el metro, guardarlo en el bolsillo del abrigo y apuntar el número de teléfono de la camarera, siempre he creído en la distinción y clase de un buen cartoné), con una bonita ilustración en la portada. De colores suaves, pero nunca ñoños; que diga mucho de lo que hay dentro de mí, pero sin demasiados detalles.


No sé si me gustaría contar una bella historia de amor o si coleccionaría vocablos extraños. Si sería mejor contener mucha intriga o dedicarme a largas epopeyas. Si dejar a hablar a los viejos o dedicarme a los niños…. ¡Vaya lío de decisión!... Mientras barajo todas las posibilidades y acuerdo un final conmigo mismo, les dejo con Si yo fuese un libro, una idea de José Jorge Letria y André Letria (el mismo tándem de hermanos que han parido obras como Mar, editorial Ekaré, o las fragatinas Estrambólicos y Caras) y publicada en castellano por la editorial Juventud, que les puede abrir la mente al tan extraño pero fácil mundo de los libros.