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martes, 9 de enero de 2024

Cambiar de opinión


Una de las cosas que caracteriza la vejez, mi vejez, es la capacidad para para cambiar de opinión. La juventud es osada, pero sobre todo terca. Cuando somos críos, adolescentes, nos cuesta bajarnos de la burra. Un pena o una alegría. Elija cada uno su prenda.
"Como no soy río, me vuelvo cuando quiero" decía la puñetera de mi abuela, que a pilla no le ganaba nadie, a pesar de ser analfabeta. Con el paso de los años, empiezo a darle la razón, pues no hay mucho de sabio en eso de empeñarse, sino más bien lo contrario. Adaptarse a los cambios, darle la vuelta a la tortilla, lo que en biología llamamos homeostasis.


Trae más cuenta no ser categórico y retroceder un paso, que mantenerse inamovible y recibir ostias como panes. Ahora soy mucho más silencioso y evito hacer públicas mis decisiones más firmes, por si alguna vez los planes se van al traste, que no tenga que desdecirme y dar buena cuenta de mi torpeza. Últimamente, callo y hago, que el silencio siempre es buen compañero y ayuda con prudencia a tomar la senda correcta.


El último safari, álbum ganador del último Premio Apila Primera Impresión, es una historia mínima en la que Hadi Baghdadi pone sobre la mesa los cambios de opinión fundamentados. Todo empieza con un cazador que acude con su furgoneta, su rifle y su perro en busca y captura de un guepardo. Sigue sus huellas, lo encuentra en mitad del bosque y se lanza a la carrera. Las aves siguen el espectáculo de cerca, un precipicio se abre ante ellos. ¿Logrará alcanzarlo?


En esta narración gráfica donde el texto se limita a las tres palabras del título y queda a merced del lector, el ilustrador iraní hace un elegante ejercicio expositivo que mantiene la tensión y el suspense hasta casi el final de la acción. Recordando a otros álbumes silentes de excelente factura como Los pájaros de Zullo y Albertine, el autor utiliza el factor sorpresa como antesala a su discurso animalista.


Elementos como las guardas a modo de prólogo y epílogo, el uso del acrílico como medio expresivo, recursos secuenciales muy bien elegidos y una óptica muy cinematográfica en la que se alternan diferentes tipos de planos, elevan una historia muy sencilla pero efectiva.

martes, 5 de enero de 2021

Envolviendo regalos


Seguramente hoy es el día que más papel se utiliza en toda España. Y no precisamente para escribir cartas de amor ni deseos sobre los tanzaku que se cuelgan del bambú para celebrar el Tanabata. Tampoco tiene que ver con nada mucho más mundano (ya saben del papel que tiene la celulosa sobre nuestras secreciones nasales). La cosa es que hay que envolver cientos, miles de regalos (por si no lo sabían esta noche vienen los reyes magos). 


No se crean que es una cuestión baladí, pues más de uno -entre los que me incluyo- da mucha importancia al envoltorio (las texturas naturales y los patrones sencillos son mi debilidad), la forma de hacerlo (a veces hay que poner sesera y obviar la siempre socorrida caja de cartón) y los detallicos que se incluyen, para darle una miaja de alegría al asunto. Y no se vayan a pensar que en el exceso está el buen gusto (de eso nanai), pues con un trozo de papel de seda y un poco de bramante se puede hacer algo con mucha elegancia y finura. 


Si además de los materiales, el encargado del trabajo tiene maña, paciencia y vista, el resultado será sobresaliente (¡Que levante la mano quien disfrute más envolviéndolos que comprándolos!), más que nada porque el envoltorio se adaptará a las dimensiones (no soporto que quede holgado o que parezca un churro, para eso es mejor comprar una bolsa de regalo y chimpún) y destacará sobre el resto de bultos que se amontonan debajo del árbol. 
Pónganse como quieran, ahí no cedo ni un milímetro. Si tienen menos destreza que un pato y ponen ínfimo interés, no tienen nada que hacer con un servidor. Es preferible claudicar ante su torpeza y presentarse con el presente en la mano (nunca cabizbajos, que lo que cuenta es el detalle y el cariño profesado), que para talar árboles y darle candela al efecto invernadero, es más que innecesario gastarse los cuartos. 


Admítanlo, no todos somos capaces de presentar los obsequios como es debido, por ello es que les traigo un libro extraordinario que les puede ayudar con esa dichosa tarea: Cómo envolver un regalo en 10 pasos, de mi admirado Pepe Serrano (descúbranlo porque es un tipo con mucho que contar y con un humor desorbitado) y el siempre genial Guridi, Raúl Nieto para los conocidos.
Publicado hace unos años por la editorial zaragozana Apila, este libro nos presenta una manera muy sui generis de empapelar un regalo, sobre todo porque además de beber del sinsentido, ahonda en la forma de desbordar con la imaginación cualquier acción cotidiana, algo que siempre encanta a cualquier monstruo (y si no, es que no se merece estar en este antro de seres LIJeros). 
Lleno de dinamismo (es de lectura ágil), no sólo narra, sino que predispone a la interacción con el lector, a ir y venir dentro del libro, a hurgar en los detalles del texto y las ilustraciones (me encantan los guiños científicos y el collage con papeles de regalo), a jugar con la propia historia, a sumergirse en ella. Tanto es así que incluso les invita a regalar este libro, una idea magnífica en este día previo a la llegada de sus majestades.

jueves, 15 de octubre de 2020

La isla de los (no tan) guapos



Pa' mis alumnos, que me introducen en el mundo de las bazofias televisivas.

Ayer fue la noche. Me atreví a encender la caja tonta y valorar de primera mano el programa que ha causado sensación esta temporada de telebasura. Hablo de La isla de las tentaciones (sí, señores, para opinar de la morralla hay que ingerirla), un circo basado en las infidelidades de cuatro parejas bastante absurdas y que tiene enganchada a media España. 
Habiendo escuchado opiniones de toda naturaleza y condición (al menos no es indiferente, que ya es bastante), aparte de los discursos tan comedidos de sus participantes (N.B.: Se nota que la asepsia empieza a calar en la sociedad española y que hasta la cornuda de Melyssa quiso ser civilizada mientras mandaba a la mierda a ese “prometido” suyo), lo que más me ha llamado la atención es que las productoras de estos programuchos han dejado de lado a tronistas y viceversos para decantarse, cada vez más, por un personal menos tuneado y recauchutado. 


Y es que a pesar de que la belleza tiene más y más peso en una sociedad en la que todos parecemos clones, empieza a cobrar más importancia lo natural. No interesan tetas como dos cocos ni un geyperman de tamaño natural. Ahora lo que se lleva es cosita fina pero sin demasiados artificios. Cada uno con su identidad pero sin perder el “sex-appeal” personal. Que si una tiene marcas de acné, otro buena nariz o el de más allá está cartoniano, pero todos ellos tienen cierto atractivo. 


Todo este casting me agrada a sabiendas de que el guion esté amañado -nada es perfecto, bebés, que la audiencia también interesa-, pero cierto es que el mensaje, en lo que se a canon de belleza se refiere, cada vez está más próximo al “reality” con el que bautizaron a estos “chows” y va despejando el camino para que cualquiera pueda aspirar a tertuliano, que al final es lo que queda. 
Por mi parte, sigo constatando la tesis de que no por mucha silicona, te los llevas de calle. Que más vale un pico que trine que cuatro horas de gimnasio, un lema que me dan ganas de tatuarme en la frente para que mis alumnos se pasen la clase embobados (todavía más), para que esos adolescentes en ciernes que dan mucha importancia a esto de los asuntos corporales se fijen en lo realmente interesante. 


Y para finiquitar con esta perorata, hoy me detengo en Guapa un libro de Canizales publicado por la editorial maña Apila y que desde su publicación ha tenido gran reconocimiento por parte del público. La historia nos habla de una bruja que tiene una cita con un ogro. Como os podéis imaginar la bruja es horrible. Bien de nariz, con verruga incorporada, piel verdosa, pelambre y una barbilla de aquí a Estepona. Todo como manda la tradición. El caso es que de camino ca’l ogro se topa con unos animalejos que la persuaden para que se vaya haciendo unos retoquillos y no se presente a la cita hecha un adefesio. 


Como las sorpresas finales y las risas las dejo para ustedes, yo me dedico a aspectos más técnicos… Si bien es cierto que el libro contiene algo de metaliteratura (personajes clásicos de cuento) y un humor muy blanco, lo que más me gusta son sus giros narrativos (la venganza siempre aporta un tono canalla a la lectura). Y donde otros ven una mujer que se rebela a la tiranía de los cánones estéticos, yo veo una historia cotidiana de frustaciones e inseguridades, dimes y diretes, conjeturas y prejuicios, que lejos de luchas feministas intenta dar una cosmovisión diferente sobre lo que es la sociedad. 
Con todo esto y unas acertadas imágenes de corte digital les invito a que lo regalen a cualquiera, que satisfecho o insatisfecho, la belleza depende de quien te mire (o de quien no).

miércoles, 17 de junio de 2015

Diversidad y riqueza



De un tiempo a esta parte, un aroma distinto me embriaga. No creo que sean ni mis “perjúmenes”, (que ya saben que el que huele, debajo lo tiene…), tampoco las glicinias, ni las adelfas, ni siquiera las violetas: hay algo en el ambiente que me huele a cambio… Y no me refiero precisamente a esos salvadores de nueva hornada que, como ya vaticiné (¿será el oráculo de los álbumes ilustrados…?), poco difieren de aquellos que queríamos quitarnos de encima (Tanto Monta, Monta Tanto, Isabel como Fernando)… A las pruebas me remito, señorías: ahí tienen a dos eminencias que haciendo alarde de antisemitismo (¿Saldrá su apellido en el listado de apellidos sefardíes en el que aparecen los de media España?) y asaltando capillas que no usa ni El Tato, se las dan de intelectuales (cualquiera ya dice que lee, que para eso están las ferias del libro…) y progresistas (Cuánto tonto suelto, y encima ¡gobernando!...).


Caricaturas aparte, me refería a que las becas Erasmus empiezan a dar sus frutos (algo que parecía mentira si atendemos a la cantidad de universitarios que las utilizaban para quitarse en el extranjero algunas asignaturas que aquí eran infumables, y de paso, rular por el continente); veo que cierto sentir europeo toma las riendas de una sociedad que empieza a comprender que el “gracias” y el “por favor” tienen más que ver con la cortesía que con la instrucción; denoto como la gente –sobre todo en las ciudades- empieza a plantearse las cosas, a dudar, a andar, a pasear por los centros culturales, a hacer uso de lo público, de la inversión que suponen sus impuestos (antes los que íbamos a las bibliotecas éramos unos pobres o unos usureros) y a dejar a un lado los complejos del pasado.


Quizá nos quede mucho aún para ser capaces de pensar por nosotros mismos (aun seguimos contaminados por las dos Españas), de abrirnos por completo al mundo (no hay mayor mal para el español de a pie que su provincianismo triunfalista), de vivir las cosas en la propia piel y reconocer que todo lo que reluce ahí fuera no es oro (recuerdo cuando nos vendían Cuba como el paraíso sexual de los pegamoides mientras los cubanos se echaban a llorar de alegría cuando entraban en el Mercadona©, una pena…). Pero para eso lo que hay que hacer es tratar con unos y con otros, no mirarnos tanto el culo, percatarnos de lo diverso que es el mundo, de que hay mucha gente ahí fuera que nos puede abrir la mente, de que somos muchos y diferentes, y de que hay que dejar los prejuicios a un lado. Y para ello, qué mejor que dos álbumes ilustrados, Pájaro amarillo, de Olga de Dios y publicado por la editorial Apila, y Gente, de Peter Spier y editado por Patio (existe otra edición antigua de Lumen), que nos hablan de lo ricos que somos y de lo que nos queda por aprender.