Mostrando entradas con la etiqueta Children's books edition. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Children's books edition. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de junio de 2021

El retorno de una polémica


Recién aterrizo de un fin de semana mortífero donde las risas y los amigos han sido los mejores ingredientes para el despiporr, y me encuentro con la polémica desatada en Twitter por Miguel López, El Hematocrítico a tenor de ESTE ARTÍCULO en la edición digital de la revista masculina GQ y donde empentaba contra Mi primer autor, una colección de libros de “literatura infantil” escritos por reconocidos autores de la llamada literatura adulta, dirigida por Arturo Pérez Reverte y editada por el diario El País.
Para no andarme con rodeos, parafraseos ni libres interpretaciones, les comino a que lean el escrito y visiten su perfil en la citada red social. Nada como leer de primera mano las opiniones vertidas por los diferentes actores para crearse una opinión propia. Como un servidor no puede dar rienda suelta a sus pensamientos en tan pocos caracteres, las iré devanando en el post de hoy.


Antes de empezar diré que la citada colección es un refrito de otras colecciones editadas en dos momentos diferentes (2010 y 2014), y a la que en este 2021 se han añadido algunos títulos nuevos. Ya entonces suscitó mucha polémica, algo que pueden constatar en estos artículos que la Revista Babar y Ana Garralón incluyeron en sus respectivos espacios.


Desde mi punto de vista, el problema no solo está en quien escriba los libros, sino en cómo y por qué salen a la luz estos productos, qué intereses comerciales llevan a su publicación. Aquí un poquito de historia… ¿Se acuerdan de Alfaguara, el gran sello editorial? Sí, el que hoy día pertenece a Penguin Random House fue del grupo PRISA hasta 2014. Tanto El País, diario que publicó y publica estos libros, como la citada editorial, pertenecían al mismo holding de comunicación. Esto quiere decir que gran parte de los autores que escribieron estos libritos, publicaban ya con Alfaguara. A saber los intereses editoriales que han traído a todos estos escritores hasta una colección dirigida al público infantil… A buen entendedor...


Otra cuestión a tener en cuenta es la orientación comercial de los productos. Mucha grandilocuencia y adjetivos por todo lo alto, son el santo y seña de unas campañas de marketing cuyo único leitmotiv es el de vender a troche y moche. No es la primera vez que esto ocurre con estas colecciones (aquí tienen otro ejemplo de estrategias mal llevadas). Simplemente las grandes casas editoriales las utilizan para hacer el agosto a costa del consumo dosificado, el cliente fidelizado y la superpaternidad imperantes. Por tanto no debemos responsabilizar a los autores de estas prácticas tan poco ortodoxas.


Sobre las diferencias que han surgido entre autores de uno y otro lado, se pueden decir bastantes cosas… La primera es que la literatura infantil y la literatura para adultos, aunque pertenecen al mismo ecosistema cultural, son nichos diferentes que necesitan perspectivas igualmente distintas. No todo el mundo sabe escribir ni conectar con el lector infantil, y lo mismo sucede con el adulto. Espero que muchos de estos autores se hayan dado cuenta tras constatar las ventas paupérrimas de las anteriores ediciones de esta colección.
La segunda es que entiendo que muchos escritores de LIJ se sientan molestos porque otros colegas hagan incursiones en su parcela literaria. En cierto modo resulta algo desleal, invasivo, e incluso, se podría hablar de intrusismo. Yo quiero pensar que se trata de una triquiñuela más del sector editorial para copar todos los recovecos, quizá un experimento o simplemente un capricho (No veo por qué un poeta no puede escribir prosa...).
Por último y si yo fuera de esos que han estado escribiendo para niños largo y tendido, lo que más me tocaría las narices es que, después de tantos años dedicado a un tipo de literatura que tiene muchas teclas, lleguen las grandes firmas a dar lecciones de escritura, moralina y censura. Suena un poco pretencioso, torpe y nada elegante. En este mundo hay que tener cierta humildad, máxime cuando ya te has hinchado a vender en la época de vacas gordas.


Una pena que algunos (de un lado y otro) se hayan lanzado a morder sin piedad... Liar la de San Quintín no lleva a ningún sitio, sobre todo porque lo que podría ser un debate bastante productivo, se llena de mierda tuitera (que es lo que mola a la hora de vender cualquier milonga) y no de preguntas, respuestas e ideas. Sería más enriquecedor dejar de medírsela y plantear qué se puede mejorar dentro de los libros para niños.


¡Ah, se me olvidaba! Sobre estos libros decirles que leí algunos en el pasado y no me parecieron nada reseñables, menos todavía si tenemos en cuenta que pertenecen al álbum ilustrado, uno de mis formatos/géneros fetiche y en el que muy pocos de los autores que se citan en el artículo –tanto los de un bando, como los del otro-, han hecho buenas incursiones. Cositas de la vida, será que la Literatura Infantil y Juvenil mira más allá de la novela…


NOTA: Todas las imágenes que acompañan a esta entrada son obras de la artista plástica Liu Ye, concretamente de su serie Book Paintings, un conjunto de pinturas al óleo que representan diferentes libros con estilo hiperrealista.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Grandes figuras de la ilustración LIJ (XXII): Bruno Munari


Hace casi un año que la editorial argentina Niño Editor se embarcó en la publicación de los libros que conforman la Serie Infantil de Bruno Munari, quizá la más conocida de este autor dentro del ámbito de la LIJ. Era la primera vez que se editaba en castellano y a muchos nos hizo verdadera ilusión. Su salida en nuestro mercado fue en pleno mes de diciembre, una época que si bien tiene mucha repercusión comercial, también obliga a que otros muchos pasen desapercibidos debido al gran volumen de novedades que se ponen a la venta.
Aunque en aquel entonces apunté a estos títulos (ver la selección anual de este sitio), decidí esperarme para internarme más en profundidad en las páginas de una colección magnífica que, si bien ha pasado el tiempo, permanece atemporal ante los ojos de los niños, y de paso hacerlo protagonista de esta sección y ensalzar la figura de un creador (pueden disfrutar de los 21 creadores restantes AQUÍque introduce vanguardias, cambios revolucionarios y nuevos conceptos que han trascendido el tiempo y cuyo ejemplo cunde en autores posteriores.



Lo primero, una pequeña biografía...
Bruno Munari nace en Milán el 24 de Octubre de 1907 (hace un par de semanas hubiera cumplido 110 años... ¡Felicidades con retraso!), pero su infancia y adolescencia transcurren en Badia Polesine donde llega con seis años de edad. Con 18 años regresa a Milán para trabajar con un tío ingeniero y comienza a frecuentar los círculos del arte y el diseño de la época. Dos años más tarde, en 1927, se adhiere al movimiento futurista milanés de segunda generación que es abanderado por Marinetti, exponiendo junto a este grupo de artistas.
Tres años más tarde se asocia con el pintor Riccardo Ricas Castagnedi, con quien abre el estudio gráfico “R+M” donde trabaja con el grabado y experimenta con técnicas innovadoras hasta 1938. Durante estos once años Munari comienza a internarse en las corrientes del surrealismo y la metafísica de la mano de Dalí y Andrea de Chirico, y en 1930 realiza la estructura Macchina aerea considerada como el primer móvil de la historia del arte, y que replanteará más tarde (1972). A esta le siguen las Macchine Inutili (1933) sobre las que prosigue la investigación de obras de arte en movimiento, unos objetos suspendidos donde todos los elementos están en una relación armónica entre sí por sus medidas, formas y pesos. Durante este año viaja a París, donde conoce a Louis Aragon y André Breton, y da por finalizada su relación profesional con Riccardo Ricas.



Macchina aerea


Macchine inutili

Desde 1939 a 1945 compagina su trabajo como diseñador gráfico en la editorial Mondadori con la dirección artística de la revista Tempo y la creación de libros de literatura infantil. A partir de ese momento su producción va in crescendo.
En 1948, junto a Gillo Dorfles, Gianni Monnet, Galliano Mazzon y Atanasio Soldati, fundó el movimento Arte Concreta.
En la década de 1950 sus investigaciones visuales lo llevan a crear los Negativos-Positivos, cuadros abstractos con los que el autor deja escoger a voluntad del espectador la forma del primer plano y la de fondo. En 1951 presenta sus Máquinas Arrítmicas en las que el movimiento repetitivo de la máquina se interrumpe con casualidad mediante intervenciones humorísticas. En 1954 utilizando lentes Polaroid, construye objetos de arte cinético denominados Polariscopi gracias a los cuales es posible utilizar el fenómeno de la descomposición de la luz con fines estéticos. En 1953 se dedica a investigar en el proceso creativo de la misma naturaleza con El mar como artesano (una colección de objetos modificados por el mar) y el Museo imaginario de las islas Eolie, 1955, donde incluye reconstrucciones teóricas de objetos imaginarios, composiciones abstractas que limitan con antropología, humor y fantasía.



Polariscop


Da lontano era un'isola

En 1958 modelando los dientes del tenedor crea un lenguaje de señas a través de los llamados tenedores parlanchines, y presenta sus esculturas de viaje donde el arte deja a un lado su función monumental para considerar objetos de viaje que ayudan al nómada a ubicarse emocionalmente en las habitaciones anónimas de los hoteles del siglo XX.



Forchette parlanti


Sculture da viaggio

En los años sesenta comienza a viajar con frecuencia a Japón y establece una estrecha relación con la cultura nipona que le llevan a dar vida a creaciones como su Fuente a cinco gotas (Tokio, 1965). Durante esta etapa también se dedica a obras seriales o experimentaciones visuales utilizando fotocopiadoras (1964). Cabe destacar el tiempo que invierte en Cardina, sobre la colina de Monteolimpino, entre 1962 y 1972, donde realiza películas cinematográficas de vanguardia (I colori della luce o Tempo nel Tempo), y a la que vuelve en sus años de vejez. De esta experiencia nace la Cineteca di Monteolimpino - Centro internazionale del film di ricerca.
Durante lás décadas de 1980 y 1990 contribuye en la creación de óperas, da vida a las esculturas Filipesi (1981), sus Rotori (1989), las estructuras Alta Tensione (1990), las grandes esculturas en acero expuestas en las orillas de Nápoles, Cesenatico, Riva del Garda o Cantù, los Xeroretratos (1991), y los ideogramas titulados Árboles (1993).
Tras varios reconocimientos a su gran actividad dentro del arte contemporáneo, entre los que se cuenta el Premio H. C. Andersen (1974) o el premio Lego (1986), que reconoce la creatividad hacia la infancia, Munari fallece a los 91 años en su ciudad natal.



Aunque la producción artística de Munari abarca más de 600 proyectos donde se amalgaman todo tipo de ideas, técnicas, métodos y formas que van desde la escultura, la pintura, la cinematografía, el diseño industrial o la fotografía, en este lugar de monstruos hemos de centrarnos en su producción editorial. Esta actividad que abarca unos setenta años (desde 1929 a 1998), tiene varias líneas como los libros o manuales técnicos, los ensayos, los libros de artista y los que se conocen como sus libros para niños.
Los primeros libros para niños que idea Munari son los de la llamada Serie infantil, un total de nueve libros, que en inicio son creados para sus hijos, más concretamente para Alberto. Como no encuentra nada en el mercado que le convenza, decide sumergirse en el mundo de la creatividad dirigida a los niños. Tras la buena aceptación que tienen entre sus hijos, la casa Mondadori se interesa por ellos y salen a la venta entre 1945 y 1946. Estos libros, algunos circulares, cuentan con pestañas, troqueles e ilustraciones anidadas que, utilizando la sorpresa y el juego, aúpan al objeto libro, le confieren identidad y permiten al lector sumergirse en un mundo interactivo en el que aprender. Son extraordinarios exponentes de los libros pop-up con niveles discursivos complejos (para más información diríjanse a este monográfico).



En 1949-1950 comienza a realizar los Libros ilegibles, libros de artista en los que las palabras desaparecen para ceder espacio a formas insólitas e innovadoras que parten de la encuadernación y los elementos físicos del libro. Estos libros siguen la estela de los boletines del movimiento Arte Concreta en los que Munari concibió varias portadas muy similares a lo que luego se vería en sus Libros ilegibles. Entre estos libros sin texto pero multisensoriales destacan dos, el Libro Illeggibile Bianco e Rosso y el Libro Illeggibile MN1. Son los que más han trascendido puesto que estos libros eran únicos o constituían tiradas limitadas editadas por museos o galerías de arte. Son lugares que permiten imaginar otro tipo de discurso leyendo páginas de distintos colores, encontrarse con el arte desde una perspectiva primigenia.



Boletín nº 5 Arte Concreta


Libro Illeggibile Bianco e Rosso


Libro Illeggibile MN1

Además de estas series tan conocidas por su vanguardismo no hay que olvidarse de dos libros, Della Notte Buia (1952, disponible en castellano en la editorial Corraini como En la noche oscura) y Nella Nebbia di Milano (1968). En ambos títulos Bruno Munari utiliza recursos que destacan la tercera dimensión y que tienen mucho que ver con el surrealismo. Mientras que en el primero usa los troqueles, en el segundo combina, tanto las páginas troqueladas, como páginas de papel translúcido, un material muy utilizado por él. Es así como Munari consigue dotar de atmósfera y profundidad a las historias que cuenta, sumerge al lector en el espacio de la doble página y le da protagonismo.









Entre los dos anteriores, Bruno Munari idea su Alfabeto (1960), un libro informativo que combina elementos de ilustración figurativa-realista, con elementos tipográficos. En él destaca la composición de cada doble página, un ejercicio de diseño notable que desata en el lector un juego visual que le ayuda a integrar lo que ve.



En su última etapa, Munari da vida a los Prelibri (1980). Es curioso como Munari realiza un en sus obras para niños un viaje creativo inverso al que se le presupone al de la lectura, es decir, comienza a dar forma a libros con texto para terminar con estos libros, títulos dirigidos a los prelectores en los que la alternancia de formas, los colores, los materiales de las páginas, y elementos como el modo de encuadernación, rasgaduras, agujeros e hilos que atraviesan las páginas, pueden crear escenarios donde el niño puede experimentar y ser consciente del libro como entidad física. Muy relacionados con los Libros ilegibles, son libros-objeto que, despojados de un mensaje textual, ayudan a desarrollar la creatividad gracias a la elasticidad mental de los niños más pequeños.



Por último, no se nos puede olvidar que Munari también colaboró en proyectos ajenos de autores como Gianni Rodari, en los que destacan los diseños para las cubiertas y algunas ilustraciones interiores, así como en proyectos editoriales informativos. He aquí algunos de ellos.




La mayor parte de la obra de Bruno Munari, incluidos sus libros infantiles, se sostiene por un objetivo fundamental: Munari entiende el diseño como una operación de comunicación visual y defiende que, como tal, debe despojarse de detalles y artefactos, estar únicamente regida por la funcionalidad y la simplicidad, los principios básicos de toda comunicación que, además, tiene que ser objetiva y, sobre todo, universal, es decir, cualquier persona, independientemente de su edad o procedencia, ha que entender el mensaje, la esencia, la idea.


Macchine inutili

Si además añadimos que Munari se define a sí mismo como el “eterno bambino”, no es cosa baladí atender a tres pilares principales que vertebran sus libros infantiles como son:
- La experimentación es un vehículo a través del cual el lector puede encontrar un camino. Munari trata la experimentación desde dos visiones, como creador y como espectador. En la primera invita al actor a experimentar dentro del objeto, y por otro, a experimentar junto el objeto, durante su proceso creador (ver sus talleres Jugar con la fotocopiadora, 1991 y Jugar con la soldadora, 1994).
- El juego. Munari fue uno de los primeros artistas en introducir el juego en el libro. El juego es una constante primitiva en su viaje artístico y embebe toda su producción. Descubrir, buscar, voltear y, sobre todo, pasar páginas, son procesos que alimentan la curiosidad del lector y le invitan a pasear. Al igual que sucede con la experimentación, aquí también encontramos dos vertientes, el juego implícito en el objeto, en este caso el objeto libro (Serie Infantil), y el juego que establece un niño o un adulto en la realización de un proceso (N.B.: No nos olvidemos de su laboratorio Reencontrar la infancia, Milán 1989, cuyo objetivo era retrotraer a la infancia a personas de cualquier edad puesto que para él y en sus propias palabras “Jugar es algo serio”). Como ejemplo estas vertientes véanse los laboratorios Jugar con el arte, 1977, Jugar con la naturaleza, 1988, o sus Mesas táctiles, 1995.
- El aprendizaje (desde su sentido más amplio, no sólo el didáctico). A partir de los años 70, Munari decide orientar su producción artística hacia el plano de la didáctica verdadera y real. Su finalidad es enseñar a través del arte y el diseño. Es necesario que los caminos se bifurquen, se abran interrogantes, alternativas, pensamientos en todos los sentidos. Esto se consigue con una visión plural donde juego y experimentación van de la mano.



ABC con fantasía (juego)



Piu E Meno (juego, junto a Giovanni Belgrano)

Por último y por alusión a algunos aspectos que también aparecen en su producción no editorial, hay que apuntar a ideas destacables en la concepción de algunos libros infantiles como:
- El arte cinético. Munari no concebía el arte sin el cambio. El movimiento, la posición relativa y la perspectiva fundamentan libros como El ilusionista o Buenas noches a todos. Solapas, situaciones dinámicas y pestañas ofrecen una dimensión interactiva del objeto libro.
- La luz, sobre todo en lo que se refiere a la conjunción positivos-negativos, contraluz o trasluz, algo que podemos observar en su Della notte buia.
- La naturaleza como creadora. La naturaleza es la que dibuja y esculpe sus obras. Por ello animales grandes y pequeños (Nunca contentos), la niebla que cubre las ciudades (Nella nebbia di Milano), o la dualidad día-noche, también son los protagonistas de sus historias
- La forma y la dimensión son dos variables que el autor considera imprescindibles para establecer el diálogo entre niño y libro. Recomiendo sus Prelibri y/o Libros ilegibles para entender este concepto.
- Objetos imaginarios. Munari crea, imagina, tiene un gran sentido de lo quimérico, y se hace eco del nonsense para crear un discurso conexo aunque humorístico. Indaga en la realidad a través de lo absurdo y lo descontextualizado. Es lo que ocurre en algunas escenas de Nella nebbia di Milano.



Esperando que este monográfico les haya sido útil y se pongan a disfrutar de los poquitos libros editados en castellano del maestro italiano, les dejo con un vídeo suyo, que bien merece una mirada.


miércoles, 15 de febrero de 2017

Panorama editorial emergente de LIJ en España (4ª Parte)


Es un secreto a voces que, durante los últimos años y al amparo de la crisis económica, el negocio de los álbumes ilustrados se ha disparado. Bien por la pasión manifiesta de algunos, bien porque la necesidad apremia, se han abierto numerosas librerías especializadas en muchos puntos de nuestra geografía, y escritores e ilustradores se han lanzado a probar suerte en esto de la LIJ, pero lo que más llama la atención es la proliferación de casas editoriales, modestas, minúsculas, que intentan abrirse un hueco en esto de los libros para niños, algo que he intentado recoger en ESTA SECCIÓN que creé hace ahora unos tres años.
Como bien dije AQUÍ, aunque el nacimiento de todas estas editoriales ha permitido que muchas obras desconocidas pudieran ver la luz en nuestra lengua y ha dado oportunidad a muchos autores que de otra manera nunca hubieran salido a la palestra, también hay que hablar de la empinada cuesta que muchas de ellas deben afrontar para seguir en el candelero para poder constituirse como empresas solventes. De hecho, algunas de esas editoriales que recogí al comenzar con este panorama se han ido desinflando poco a poco, e incluso en algunos casos, no son más que los rescoldos de lo que otrora eran muchos sueños.
Es por ello que en esta cuarta entrega del panorama emergente de LIJ española me gustaría hacer un llamamiento, no sólo a las instituciones, unas con cierta responsabilidad a la hora de diversificar las opciones culturales que deben ofrecer a los ciudadanos, sino también a legisladores y gobernantes para que elaboren una hoja de ruta dirigida a todas estos pequeños empresarios que se ven sepultados por las cuotas, los plazos y cánones de los circuitos de venta y distribución, y un montón de obstáculos más que frenan su afianzamiento. Por una vez, y aunque parezca lamentable, dejaré al público -nosotros, los aficionados al libro-álbum- a un lado, no sólo porque no queda mucho que rascar, sino porque muchas veces somos los que sufrimos la desaparición de libros geniales que mucho tienen que decir dentro del mundo de los álbumes ilustrados.
Sin más reivindicaciones (que ya son), me pondré a enumerar y ejemplificar todas aquellas empresas con nacionalidad española que he ido descubriendo en los últimos tiempos y que han apostado por el álbum en sus múltiples variantes.

En primer lugar redimirme con Silonia, una editorial que surgió hace un par de años, con un catálogo impecable del que ya he reseñado parte de sus títulos. Es un lujo contar con ella, tanto por el rescate que ha hecho de títulos antiguos, como por sus novedades de producción propia. Como sus responsables no se prodigan mucho por las redes sociales, me haré eco de algunos títulos que me encantan: los Illustration school de Sachiko Umoto, ¡Oh! ¡Un zig-zag! de Antonio Ladrillo, el Si yo fuera mayor... de Janikovszky y Réber, El huevo maravilloso y el Me gustan los animales, libros informativos de Ipcar, el Leotolda de Olga de Dios o su edición de la Alicia de Carroll.





Sobre las editoriales catalanas tenemos La casita roja, una editorial con muy poco recorrido (unos mesecitos, más o menos), pero que ha saltado al terreno de juego con mucho garbo, no sólo porque ha apostado por obras relacionadas con el cómic y la novela gráfica infantiles (les recomiendo echar un ojo a títulos como El globo rojo en la lluvia de Liniers o La caja sorpresa de Art Spiegelman), sino por llevar como bandera el humor blanco y la línea narrativa clásica de trama, nudo y desenlace en álbumes como Las aventuras de Lester y Bob de Ole Könnecke u Ovejas, muchas, muchísimas ovejas de Haluka Nohana. Sin muchas vueltas de tuercas ha destacado y esperemos que siga trayendo nuevos títulos a reseñar en los espacios monstruosos.





La topera, otra casa nacida en Barcelona, aunque cuenta con sólo tres títulos en su haber, también empieza a llamar la atención por haber editado al penúltimo ganador del Premio Lazarillo (edición 2015), Martín, una historia de Alaine Aguirre y Maite Gurrutxaga. Esperemos que siga dando pasos en esta andadura de los álbumes ilustrados.



La editorial catalana Mosquito Books Barcelona es un proyecto que irrumpe con fuerza en las librerías de nuestro país. Con un acabado excelente e historias muy cercanas a los lectores, sus primeros libros hacen una apuesta clara por autores nacionales más o menos desconocidos que, como Mia Cassany, Ana de la Sima, Asís Percales o Mikel Casal, harán las delicias de muchos durante los meses venideros con libros ilustrados, humorísticos, surrealistas, para colorear o informativos sobre todo lo que nos rodea.





Nos trasladamos a Madrid con Libros de las Malas Compañías, un sello editorial que me gusta bastante por fijarse en colecciones de cuentos tradicionales de nuestro país (Mapa legendario de Gran Canaria) como de fuera (Cuentos noruegos), también en formatos más arriesgados como El principito ha vuelto o Si tuviera que escribirte (me parece una idea fabulosa, editar poesía en formato de postales), o en álbumes como La mujer esqueleto o El ratón que quería un palacio. Sin duda, dará mucho que hablar.



Llega el turno con dos colecciones de libros infantiles dentro de dos sellos editoriales para adultos, algo que durante los últimos años se viene observando dentro del entorno de los libros para niños de nuestro país. En primer lugar tenemos La casa azul, una colección inserta en Frida ediciones, que aboga por álbumes de autores patrios como Ismael Serrano, Mar Blanco, Maxim Huerta y María Cabañas, unos títulos que empiezan a tener visibilidad dentro de los mercados.



En segundo lugar, me gustaría apuntar hacia Monterrey Ediciones y sus libros para niños. Aunque de carácter pedagógico y con unas colecciones que se centran en lo didáctico, podríamos destacar algunos de sus libros incluidos en la colección Valores Horus, donde se han incorporado obras de otros entornos donde destacan autores como Monika Filipina.



Es cierto que la LIJ procedente de los países boreales sigue siendo una gran desconocida por estas latitudes donde el sol brilla más, por lo que es de agradecer que la editorial Gato Sueco, formada por Leticia y Tora, una española y una sueca (no esperaba menos), haya decidido editar en castellano algunos álbumes ilustrados firmados por autores nórdicos más o menos conocidos por aquellos lares y que se centran en sostenibilidad social e inteligencia emocional. Son una de las apuestas más plausibles a la hora de inculcar valores entre los pequeños.




Aunque Koala Ediciones es una empresa ecléctica que comercializa tanto libros de actividades, como boardbooks para los lectores más pequeños, no podía dejar pasar la oportunidad de centrarme en la colección de álbumes pop-up de Rudolf Lukes, cuatro maravillas de 1965 que, finalmente, se han materializado en castellano gracias a esta pequeña editorial y que les recomiendo encarecidamente, no sólo por el valor histórico, sino por tu aire vintage y su gran aceptación entre los pequeños lectores.




El proyecto maño (Ontinar del Salz, Zaragoza) bautizado como Ediciones sinPretensiones, es uno de esos proyectos editoriales con el que da gusto terminar este recorrido anual. La apuesta que desde el pequeño municipio de Zuera se hace por álbumes de producción propia es notable y reconocida a nivel internacional (vean sus menciones dentro de los premios Cuatrogatos). A pesar de tener cierto recorrido en esto de la LIJ y de que todos los libros están escritos por la misma persona, Daniel Nesquens, incluyen a ilustradores como Ana Lóbez (El sombrero volador), Elisa Arguilé (Un agujero) y Alberto Gamón (Nada de nada, Seis leones y Un perro), ejemplos de cómo, desde la modestia y lo regional, puede alcanzar el universo de la excelencia y lo global.