Aunque en aquel entonces
apunté a estos títulos (ver la selección anual de este sitio),
decidí esperarme para internarme más en profundidad en las páginas
de una colección magnífica que, si bien ha pasado el tiempo,
permanece atemporal ante los ojos de los niños, y de paso hacerlo protagonista de esta sección y ensalzar la figura de un creador (pueden disfrutar de los 21 creadores restantes AQUÍ) que introduce vanguardias, cambios
revolucionarios y nuevos conceptos que han trascendido el tiempo y
cuyo ejemplo cunde en autores posteriores.
Lo primero, una pequeña
biografía...
Bruno Munari nace en
Milán el 24 de Octubre de 1907 (hace un par de semanas hubiera
cumplido 110 años... ¡Felicidades con retraso!), pero su infancia y
adolescencia transcurren en Badia Polesine donde llega con seis años
de edad. Con 18 años regresa a Milán para trabajar con un tío
ingeniero y comienza a frecuentar los círculos del arte y el diseño
de la época. Dos años más tarde, en 1927, se adhiere al movimiento
futurista milanés de segunda generación que es abanderado por
Marinetti, exponiendo junto a este grupo de artistas.
Tres años más tarde se
asocia con el pintor Riccardo Ricas Castagnedi, con quien abre el
estudio gráfico “R+M” donde trabaja con el grabado y experimenta
con técnicas innovadoras hasta 1938. Durante estos once años Munari
comienza a internarse en las corrientes del surrealismo y la
metafísica de la mano de Dalí y Andrea de Chirico, y en 1930
realiza la estructura Macchina aerea considerada como el primer móvil
de la historia del arte, y que replanteará más tarde (1972). A esta
le siguen las Macchine Inutili (1933) sobre las que prosigue la
investigación de obras de arte en movimiento, unos objetos
suspendidos donde todos los elementos están en una relación
armónica entre sí por sus medidas, formas y pesos. Durante este año
viaja a París, donde conoce a Louis Aragon y André Breton, y da por
finalizada su relación profesional con Riccardo Ricas.
Macchina aerea
Macchine inutili
Desde 1939 a 1945
compagina su trabajo como diseñador gráfico en la editorial
Mondadori con la dirección artística de la revista Tempo y la
creación de libros de literatura infantil. A partir de ese momento
su producción va in crescendo.
En 1948, junto a Gillo
Dorfles, Gianni Monnet, Galliano Mazzon y Atanasio Soldati, fundó el
movimento Arte Concreta.
En la década de 1950 sus
investigaciones visuales lo llevan a crear los Negativos-Positivos,
cuadros abstractos con los que el autor deja escoger a voluntad del
espectador la forma del primer plano y la de fondo. En 1951 presenta
sus Máquinas Arrítmicas en las que el movimiento repetitivo de la
máquina se interrumpe con casualidad mediante intervenciones
humorísticas. En 1954 utilizando lentes Polaroid, construye objetos
de arte cinético denominados Polariscopi gracias a los cuales es
posible utilizar el fenómeno de la descomposición de la luz con
fines estéticos. En 1953 se dedica a investigar en el proceso
creativo de la misma naturaleza con El mar como artesano (una
colección de objetos modificados por el mar) y el Museo imaginario
de las islas Eolie, 1955, donde incluye reconstrucciones teóricas
de objetos imaginarios, composiciones abstractas que limitan con
antropología, humor y fantasía.
Polariscop
Da lontano era un'isola
En 1958 modelando los
dientes del tenedor crea un lenguaje de señas a través de los
llamados tenedores parlanchines, y presenta sus esculturas de viaje
donde el arte deja a un lado su función monumental para considerar
objetos de viaje que ayudan al nómada a ubicarse emocionalmente en
las habitaciones anónimas de los hoteles del siglo XX.
En los años sesenta
comienza a viajar con frecuencia a Japón y establece una estrecha
relación con la cultura nipona que le llevan a dar vida a creaciones
como su Fuente a cinco gotas (Tokio, 1965). Durante esta etapa
también se dedica a obras seriales o experimentaciones visuales
utilizando fotocopiadoras (1964). Cabe destacar el tiempo que
invierte en Cardina, sobre la colina de Monteolimpino, entre 1962 y
1972, donde realiza películas cinematográficas de vanguardia (I
colori della luce o Tempo nel Tempo), y a la que vuelve en sus años
de vejez. De esta experiencia nace la Cineteca di Monteolimpino -
Centro internazionale del film di ricerca.
Durante lás décadas de
1980 y 1990 contribuye en la creación de óperas, da vida a las
esculturas Filipesi (1981), sus Rotori (1989), las estructuras Alta
Tensione (1990), las grandes esculturas en acero expuestas en las
orillas de Nápoles, Cesenatico, Riva del Garda o Cantù, los
Xeroretratos (1991), y los ideogramas titulados Árboles (1993).
Tras varios
reconocimientos a su gran actividad dentro del arte contemporáneo,
entre los que se cuenta el Premio H. C. Andersen (1974) o el premio
Lego (1986), que reconoce la creatividad hacia la infancia, Munari
fallece a los 91 años en su ciudad natal.
Aunque la producción
artística de Munari abarca más de 600 proyectos donde se amalgaman
todo tipo de ideas, técnicas, métodos y formas que van desde la
escultura, la pintura, la cinematografía, el diseño industrial o la
fotografía, en este lugar de monstruos hemos de centrarnos en su
producción editorial. Esta actividad que abarca unos setenta años
(desde 1929 a 1998), tiene varias líneas como los libros o manuales
técnicos, los ensayos, los libros de artista y los que se conocen
como sus libros para niños.
Los primeros libros para
niños que idea Munari son los de la llamada Serie infantil, un total
de nueve libros, que en inicio son creados para sus hijos, más
concretamente para Alberto. Como no encuentra nada en el mercado que
le convenza, decide sumergirse en el mundo de la creatividad dirigida
a los niños. Tras la buena aceptación que tienen entre sus hijos,
la casa Mondadori se interesa por ellos y salen a la venta entre 1945
y 1946. Estos libros, algunos circulares, cuentan con pestañas, troqueles e ilustraciones
anidadas que, utilizando la sorpresa y el juego, aúpan al objeto
libro, le confieren identidad y permiten al lector sumergirse en un
mundo interactivo en el que aprender. Son extraordinarios exponentes de los libros pop-up con niveles discursivos complejos (para más información diríjanse a este monográfico).
En 1949-1950 comienza a
realizar los Libros ilegibles, libros de artista en los que las
palabras desaparecen para ceder espacio a formas insólitas e
innovadoras que parten de la encuadernación y los elementos físicos
del libro. Estos libros siguen la estela de los boletines del
movimiento Arte Concreta en los que Munari concibió varias portadas
muy similares a lo que luego se vería en sus Libros ilegibles. Entre
estos libros sin texto pero multisensoriales destacan dos, el Libro
Illeggibile Bianco e Rosso y el Libro Illeggibile MN1. Son los que
más han trascendido puesto que estos libros eran únicos o
constituían tiradas limitadas editadas por museos o galerías de
arte. Son lugares que permiten imaginar otro tipo de discurso leyendo
páginas de distintos colores, encontrarse con el arte desde una
perspectiva primigenia.
Boletín nº 5 Arte Concreta
Libro Illeggibile Bianco e Rosso
Libro Illeggibile MN1
Además de estas series
tan conocidas por su vanguardismo no hay que olvidarse de dos libros,
Della Notte Buia (1952, disponible en castellano en la editorial Corraini como En la noche oscura) y Nella Nebbia di Milano (1968). En ambos títulos Bruno Munari
utiliza recursos que destacan la tercera dimensión y que tienen
mucho que ver con el surrealismo. Mientras que en el primero usa los
troqueles, en el segundo combina, tanto las páginas troqueladas,
como páginas de papel translúcido, un material muy utilizado por
él. Es así como Munari consigue dotar de atmósfera y profundidad a
las historias que cuenta, sumerge al lector en el espacio de la doble
página y le da protagonismo.
Entre los dos
anteriores, Bruno Munari idea su Alfabeto (1960), un libro
informativo que combina elementos de ilustración
figurativa-realista, con elementos tipográficos. En él destaca la
composición de cada doble página, un ejercicio de diseño notable
que desata en el lector un juego visual que le ayuda a integrar lo
que ve.
En su última etapa,
Munari da vida a los Prelibri (1980). Es curioso como Munari realiza un en sus obras para niños un viaje creativo inverso al que se le presupone al de la lectura, es decir, comienza a dar forma a libros con texto para terminar con estos libros, títulos dirigidos a los
prelectores en los que la alternancia de formas, los colores, los
materiales de las páginas, y elementos como el modo de
encuadernación, rasgaduras, agujeros e hilos que atraviesan las
páginas, pueden crear escenarios donde el niño puede experimentar y
ser consciente del libro como entidad física. Muy relacionados con
los Libros ilegibles, son libros-objeto que, despojados de un mensaje
textual, ayudan a desarrollar la creatividad gracias a la elasticidad
mental de los niños más pequeños.
Por último, no se nos
puede olvidar que Munari también colaboró en proyectos ajenos de
autores como Gianni Rodari, en los que destacan los diseños para las
cubiertas y algunas ilustraciones interiores, así como en proyectos
editoriales informativos. He aquí algunos de ellos.
La mayor parte de la obra
de Bruno Munari, incluidos sus libros infantiles, se sostiene por un
objetivo fundamental: Munari entiende el diseño como una operación
de comunicación visual y defiende que, como tal, debe despojarse de
detalles y artefactos, estar únicamente regida por la funcionalidad
y la simplicidad, los principios básicos de toda comunicación que,
además, tiene que ser objetiva y, sobre todo, universal, es decir,
cualquier persona, independientemente de su edad o procedencia, ha
que entender el mensaje, la esencia, la idea.
Macchine inutili
Si además añadimos que
Munari se define a sí mismo como el “eterno bambino”, no es cosa
baladí atender a tres pilares principales que vertebran sus libros
infantiles como son:
- La experimentación es
un vehículo a través del cual el lector puede encontrar un camino.
Munari trata la experimentación desde dos visiones, como creador y
como espectador. En la primera invita al actor a experimentar dentro
del objeto, y por otro, a experimentar junto el objeto, durante su
proceso creador (ver sus talleres Jugar con la fotocopiadora, 1991 y
Jugar con la soldadora, 1994).
- El juego. Munari fue
uno de los primeros artistas en introducir el juego en el libro. El
juego es una constante primitiva en su viaje artístico y embebe toda
su producción. Descubrir, buscar, voltear y, sobre todo, pasar
páginas, son procesos que alimentan la curiosidad del lector y le
invitan a pasear. Al igual que sucede con la experimentación, aquí
también encontramos dos vertientes, el juego implícito en el
objeto, en este caso el objeto libro (Serie Infantil), y el juego que
establece un niño o un adulto en la realización de un proceso
(N.B.: No nos olvidemos de su laboratorio Reencontrar la infancia,
Milán 1989, cuyo objetivo era retrotraer a la infancia a personas de
cualquier edad puesto que para él y en sus propias palabras “Jugar
es algo serio”). Como ejemplo estas vertientes véanse los
laboratorios Jugar con el arte, 1977, Jugar con la naturaleza, 1988,
o sus Mesas táctiles, 1995.
- El aprendizaje (desde
su sentido más amplio, no sólo el didáctico). A partir de los años
70, Munari decide orientar su producción artística hacia el plano
de la didáctica verdadera y real. Su finalidad es enseñar a través
del arte y el diseño. Es necesario que los caminos se bifurquen, se
abran interrogantes, alternativas, pensamientos en todos los
sentidos. Esto se consigue con una visión plural donde juego y
experimentación van de la mano.
Por último y por alusión
a algunos aspectos que también aparecen en su producción no
editorial, hay que apuntar a ideas destacables en la concepción de
algunos libros infantiles como:
- El arte cinético.
Munari no concebía el arte sin el cambio. El movimiento, la posición
relativa y la perspectiva fundamentan libros como El ilusionista o
Buenas noches a todos. Solapas, situaciones dinámicas y pestañas
ofrecen una dimensión interactiva del objeto libro.
- La luz, sobre todo en
lo que se refiere a la conjunción positivos-negativos, contraluz o
trasluz, algo que podemos observar en su Della notte buia.
- La naturaleza como
creadora. La naturaleza es la que dibuja y esculpe sus obras. Por
ello animales grandes y pequeños (Nunca contentos), la niebla que
cubre las ciudades (Nella nebbia di Milano), o la dualidad día-noche,
también son los protagonistas de sus historias
- La forma y la dimensión
son dos variables que el autor considera imprescindibles para
establecer el diálogo entre niño y libro. Recomiendo sus Prelibri
y/o Libros ilegibles para entender este concepto.
- Objetos imaginarios.
Munari crea, imagina, tiene un gran sentido de lo quimérico, y se
hace eco del nonsense para crear un discurso conexo aunque
humorístico. Indaga en la realidad a través de lo absurdo y lo
descontextualizado. Es lo que ocurre en algunas escenas de Nella
nebbia di Milano.
Esperando que este
monográfico les haya sido útil y se pongan a disfrutar de los poquitos libros editados en castellano del
maestro italiano, les dejo con un vídeo suyo, que bien merece una
mirada.
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