lunes, 6 de noviembre de 2017

Tatuados hasta el higadillo


Aunque lo del tatuaje me parezca una moda infumable para mi superficie corporal (eso de lo permanente me da cierto pavor, sobre todo en una persona tan mutable como un servidor que, como no es río, se vuelve cuando quiere...), sí puedo entenderlo en otras personas. Aprecio su belleza, sobre todo desde el punto de vista estético y artístico. Hay tatuajes que son verdaderas genialidades, más teniendo en cuenta la gran evolución de las técnicas para tatuar en las últimas décadas. Pero indaguemos un poquito más sobre el tatuaje...
Existen pruebas de la práctica del tatuaje que datan de hace más de cinco mil años (en la piel del llamado “Hombre de Hielo” o “Momia de Ötztal” se han encontrado varios tatus), y también sabemos que egipcios, griegos, romanos, algunos precolombinos, polinesios y nipones también los lucían.


Las funciones del tatuaje han sido diferentes dependiendo de cada cultura. Mientras que los hallados en la piel del “Hombre de Hielo” se sospecha que tienen función terapéutica, los de las mujeres egipcias se consideran talismanes con poderes mágicos, y que los griegos y romanos los utilizaban para señalar a delincuentes y presidiarios, es en las culturas orientales y nativas americanas y polinesias donde el tatuaje adquiere calidad de ornamento corporal con fuerte sentido simbólico, que gracias a los marinos ingleses se extiende a todo el mundo occidental y los amantes de estos adornos.


El “tátau” (en samoano), “tattoo” (inglés), “tatouage” (francés), o “irezumi” (en japonés, ¡Ojo! ¡Sólo para aquellas creaciones con marcado carácter tradicional!), consiste en insertar tinta bajo la epidermis. Esto impide que, a pesar de la constante renovación del epitelio pluriestratificado que la forma, quede alojada de manera permanente en la piel, que debido a su transparencia permite ver los motivos dibujados con esta. Dependiendo de las funciones que la epidermis tenga en cada parte del cuerpo, unos motivos se verán más nítidos que otros (en la palma de las manos y la planta de los pies la tasa de renovación del epitelio es mucho superior que la del resto del cuerpo por lo que no malgasten su dinero tatuándose el nombre de su madre esas zonas). Si además tenemos en cuenta que nuestra piel forma parte de un organismo vivo formado por células, cabe esperar que la forma de un tatuaje se modifique, mute a lo largo de los años, bien por las características de la propia piel (mayor o menos cantidad de elastina y colágeno), bien porque la tinta sea capaz de difundir en el medio intra y extracelular.


Como todos los productos de consumo, el tatuaje, sus formas y variantes se ha diversificado a lo largo de estos años, y cada tatuador se adscribe a una escuela o estilo determinado. Los principales estilos son la Old School, New Traditional, Dotwork, Stencil, Brush, Black and Grey, los ornamentales o los realistas, pero teniendo en cuenta que el arte es ilimitado aunque la técnica tenga sus limitaciones, todo depende de los tatuadores, sus ideas y su buen (o mal, de todo hay) hacer.


Y entre anclas, carpas koi, samurais, alas, acuarelas, dragones, frases celebres en latín, griego o arameo, figuras aladas, anillos, calaveras mexicanas y otros motivos muy repetidos sobre tobillos, hombros, pecho, pescuezos, biceps y pubis del personal, aquí les dejo con el Papa tatuado de Daniel Nesquens y MágicoMora, un álbum ilustrado de la editorial A Buen Paso que ya va por su segunda edición. En este libro de vis moderna y estética un tanto vintage (el trabajo preciosista del ilustrador le viene al pelo) se nos traslada a un mundo que cabalga entre la realidad y la ficción, valiéndose de cuentos contemporáneos que toman como hilo conductor los tatuajes de un padre que no tiene ningún problema en contarle a su hijo la historia de cada uno de esos momentos que ha ido ¿coleccionando? Puede que sí, puede que no, el caso es que, impresos sobre su piel, ya empiezan a cobrar forma. Sólo falta insuflarles algo de vida, algo que siempre consigue el aliento mágico de un padre.


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