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viernes, 4 de diciembre de 2020

Entre moscas y ranas anda el juego


Siempre había creído que las ranas eran una entelequia, no sólo por lo difícil que es verlas (ya saben que los anfibios se encuentran en regresión), sino por la cantidad de insectos que nos asolan. 
Si no teníamos bastante con los veranos llenos de mosquitos y avispas, ahora aparecen las moscas cojoneras, una plaga que ha regresado con mayor virulencia durante las últimas semanas. No sólo se arriman al calor de mis clases (con las ventanas abiertas a todas horas, ustedes verán…), sino que también parecen haber sufrido unas cuantas mutaciones que las hace resistentes a las inclemencias meteorológicas e insecticidas varios.
Háganse a la idea: en unos años, moscas hasta en Navidad, a menos que haya una explosión de ranas, sapos y tritones y se las zampen en un santiamén. Pero hasta llegar ese día, sólo nos queda cantar y soñar, que como plan del viernes es inmejorable. 

Callaba la mosca 
callaba, callaba 
por miedo a la araña 
que sube a la hoja 
que cuelga en la rama. 
De pronto y repente 
se puso a cantar 
y vino el ratón 
y la hizo callar. 

La araña se asusta 
se acaba la fiesta: 
-Esto no me gusta 
me voy a marchar. 

Callaba, callaba, 
¿quién, quién?, 
el ratón a la araña 
la araña a la mosca 
la mosca a la rana 
que estaba jugando 
debajo del agua. 
Callaba, callaba 
mirando una nube 
que baja que baja 
que sube que sube. 

Pedro Villar Sánchez. 
En: Las ranas saben cantar
Ilustraciones de Tesa González. 
2020. España: Libre Albedrío.





viernes, 20 de febrero de 2009

Alfabetos poéticos


Adoro mi lengua, la lengua española. Esto no quiere decir que odie otras, de hecho estudio inglés y francés, y también me gustaría poder aprender alemán o japonés, cosa que haría, sin pensármelo, si alguien me certificase dos vidas más aparte de ésta. Es bonito conocer otras latitudes lingüísticas porque, a tenor de ese dicho checo, vives una vida nueva por cada nueva lengua que aprendes y si sólo conoces una lengua, sólo vives una vez…
Mientras escribo estas sentencias es inevitable que venga a mi memoria lo curioso de nuestra Real Academia Española, compuesta (en sus comienzos, ahora lo desconozco) por veintiocho personalidades que ocupan veintiocho sillones, uno por cada letra del abecé español -recordemos que en la actualidad son veintiséis-. Una idea muy romántica por su significado, por su contenido: las letras son las bases de la lengua así que, honrémoslas. Por ello les dejo, hasta el lunes que se avecina, con una de vocales de la mano de un paisano y seguidor de esta casa, Pedro Villar.

La a flota en el agua
que acuna el mar.
La
e vive en los sueños,
en la espuma y la pared.
La
i tiene una isla
donde vive feliz.
La
o se moja en el río,
se oculta bajo la flor.
Y la
u duerme en la ducha,
el humo y el avestruz.

A de la mar,
E del ayer,
I del jazmín,
O del amor,
U del azul.

Pedro Villar.
En: El bosque de mi abecedario.
Ilustraciones de Miguel Calatayud.
2003. Diálogo: Valencia.