Siempre había creído que las ranas eran una entelequia, no sólo por lo difícil que es verlas (ya saben que los anfibios se encuentran en regresión), sino por la cantidad de insectos que nos asolan.
Si no teníamos bastante con los veranos llenos de mosquitos y avispas, ahora aparecen las moscas cojoneras, una plaga que ha regresado con mayor virulencia durante las últimas semanas. No sólo se arriman al calor de mis clases (con las ventanas abiertas a todas horas, ustedes verán…), sino que también parecen haber sufrido unas cuantas mutaciones que las hace resistentes a las inclemencias meteorológicas e insecticidas varios.
Háganse a la idea: en unos años, moscas hasta en Navidad, a menos que haya una explosión de ranas, sapos y tritones y se las zampen en un santiamén. Pero hasta llegar ese día, sólo nos queda cantar y soñar, que como plan del viernes es inmejorable.
Callaba la mosca
callaba, callaba
por miedo a la araña
que sube a la hoja
que cuelga en la rama.
De pronto y repente
se puso a cantar
y vino el ratón
y la hizo callar.
La araña se asusta
se acaba la fiesta:
-Esto no me gusta
me voy a marchar.
Callaba, callaba,
¿quién, quién?,
el ratón a la araña
la araña a la mosca
la mosca a la rana
que estaba jugando
debajo del agua.
Callaba, callaba
mirando una nube
que baja que baja
que sube que sube.
Pedro Villar Sánchez.
En: Las ranas saben cantar.
Ilustraciones de Tesa González.
2020. España: Libre Albedrío.
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