Unas veces veo libros y otras, monstruos. Veo tantas cosas que ya no soy capaz de distinguir entre realidad y ficción. Unas veces porque quiero y otras porque no puedo. La imaginación es así de complicada, o quizá muy fácil. Más todavía cuando te dejas llevar. Necesaria más que inútil, inspiradora más que baldía. Fantasía, esa turbina que gira y gira a modo de bálsamo para nuestras heridas, un cáncamo para soportar la vida, encaramarse a ella como torpes jinetes o elegantes caballeros, ¡qué más da! La cuestión es aventurarse, dejarse llevar, sentir, galopar.
Unas veces leo libros y otras, nubes. Leo tantas que me transformo en ellas. Río, callo, subo y bajo. Cual nube de la mañana o como las del ocaso. Cubro el cielo, lo surco, lo empaño. Ayer leí una nube que era libro. Y floté.
Siéntate a la mesa
y observa
al pequeño caballo
que galopa
entre el pan
la miel
la cafetera.
Inventa un idioma para él
(palabras como zanahoria
azúcar
trébol)
y dile que se acerque.
Sucede siempre o casi
el caballo subirá a una de tus manos
y se quedará ahí, acurrucado
por un par segundos.
Porque esa es la costumbre que tienen los de su raza
cuando se encuentran a un niño –como tú- sentado a la mesa
que inventa un idioma
(palabras como trébol
azúcar
zanahoria)
y le ofrece una de sus manos
en señal de amistad.
***
Lo vi desde la ventana
(luz de febrero
o marzo)
un banco de peces atravesó el cielo
volando.
El espacio que une el cielo y el mar
hicieron un agujero
y lo cruzaron.
No eran pájaros de plata
no eran trozos de la luna.
Te lo prometo, eran peces.
María José Ferrada.
I y VII
En: Cuando fuiste nube.
Ilustraciones de Andrés López.
Premio hispanoamericano de poesía para niños 2018.
2019. Fondo de Cultura Económica: México.
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