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lunes, 23 de septiembre de 2024

Gente amargada


Hay gente que, de tanto fijarse en los demás, vive amargada consigo misma. Si los demás no hacen lo que ellos quieren o lo que se esperaría que hiciesen, ya la hemos liado. Viven molestos por todo, aunque lo que llevemos el resto entre manos no les repercuta en nada. Y si eso sucede, por mínimamente que sea ¿es para ponerse así? Pregunto. Cualquier excusa es buena para liártela, su máxima aspiración vital. Y luego: a vengarse.
Si salimos, que deberían cerrar todos los bares sin excepción. Si te compras un coche, quieren que los erradiquen de la faz de la tierra. Si te casas, que ojalá te divorcies pronto. Si les avisas de que llegas un poco tarde a la comida, tienen un hambre voraz y ni te esperan. Si te gusta la Navidad, que la prihiban. Y así todo. Lo peor de todo es que convierten esa actitud en una forma de vida, por lo que, ni viven, ni dejan. Todo un despropósito en lo que a existencialismo se refiere y que les aboca a la soledad más absoluta.


Lo peor de todo es que esta fauna florece como setas, más todavía en el mundo del coaching, las personas vitamina y el self care. Estoy deseando que la Marian Rojas Estapé nos dé uno de sus mítines sobre la gente amargada, a ver si alcanzo a entender la base fisiológica de este fenómeno. El tono con el que hablan, el rictus que se gastan, sus quejas constantes, crispados, volátiles y ofensivos… Lo que más anonadado me tiene es esa satisfacción que recorre sus higadillos haciendo que otras personas se sientan mal. ¿Estará su oxitocina a los niveles de la discontinuidad de Mohorovicic?
Ni ellos mismos saben de dónde viene ese estado de pobreza emocional. Se creen que lo controlan todo y con joder a los demás, solucionan cualquier brete, pero lo cierto es que a mí no me gustaría sobrevivir (que es lo que hacen) de esa manera. Con la cantidad de cosas malas que hay en la vida, no sería capaz de alimentarlas todavía más. Pero bueno, allá ellos...


Yo, lo único que tengo claro es que forman parte de un variado elenco de actores secundarios de los que prescindo en esa obra de teatro que es mi devenir. Y si hay que soportarlos por obligación, cuanto más lejos y menos trato, mejor. Prefiero hacer eso que ponerme a su altura y actuar como el protagonista del libro de hoy.
Un paseo con Kiki, un álbum de Davide Cali y Paolo Domeniconi (editorial Petaletras), nos cuenta la historia de Tristán y su mascota Kiki, un enorme Tyrannosaurus al que pasea por el barrio con total normalidad. Lo chungo viene cuando este reptil gigante no le pasa una a nadie y se va zampando a todo el que no le viene bien. A una vecina, a unos chavales, a la maestra, al policía… Bueno, es verdad, no a todo el mundo… ¿A quién respetará Kiki?


Con una narración sin muchas florituras, los autores de este libro construyen una historia que se puede interpretar desde dos visiones muy diferentes. Por un lado Kiki puede ser la mascota imaginaria de un niño que canaliza su ira a través de él. Y por otro Kiki, además de ser real, obedece a sus instintos primarios de animal salvaje que finalmente se deja domesticar gracias al poder del amor. ¿Y ustedes? ¿Qué piensan?
Con un estilo realista que recuerda al estilo de ilustradores como Chris Van Allsburg o Loren Long, el artista italiano juega con los planos y con el formato para construir una narrativa muy sugerente en la que el lector también se vuelve partícipe del apetito voraz de ese dinosaurio que parece un poco amargado o se venga de los amargados. Elijan ustedes.

lunes, 13 de noviembre de 2023

¡Empezamos con los cuentos!



Todos los noviembres vuelve a Instagram la Folktale Week, el reto que proponen un puñado de ilustradoras y en el que, tomando como leitmotiv siete elementos típicos de los cuentos populares (uno por cada día de la semana), artistas de todo el mundo se lanzan a crear imágenes y las dejan volar para llenar la citada red social de las historias de toda la vida.
Este año, la inspiración corre a cargo de siete palabras como pérdida, tinta, mar, dormir, subsuelo, ilusión y fundar. Para disfrutar de todas las imágenes que se crean en torno a ellas, solo tenéis que darle al enlace que hay arriba o buscar el hashtag #folktaleweek o #folktaleweek2023 en la citada red social.
Para contribuir a la causa, y teniendo en cuenta que la ilustración no es lo mío, a lo largo de esta semana reseñare unos cuantos libros que, de un modo u otro, tienen relación con los llamados cuentos de hadas.


Para dar el pistoletazo de salida me sumerjo en tres álbumes. Los dos primeros son de Davide Calì. Uno lleva por título Y vivieron felices para siempre, está ilustrado por Nadia Mazzenga y publicado por CocoBooks. El segundo es Una historia sin clichés, con imágenes al cargo de Anna Aparicio Catalá y editado por Pípala. El tercer álbum se trata de La bella despierta, de Geraldine Maincent y Héloïse Solt, publicado por Petaletras.


En el primer álbum, el autor italiano se centra en los finales para darle una vuelta de tuerca muy humorística a los cuentos clásicos como Los tres cerditos o El príncipe rana o La princesa y el guisante. Sirviéndose de la tradición, no solo hace un ejercicio memorístico (con solo leer el final, van saltando a nuestra cabeza los argumentos de cada uno de ellos), sino que participa en una reescritura de los mismos y les da un aire muy moderno que engancha y plantea nuevos escenarios.


Caperucita Roja monta un negocio de dulces a domicilio, la Bella Durmiente es la imagen publicitaria de una marca de colchones, Blancanieves recibe todos los años siete regalos y Rapunzel lleva el pelo muy corto y canta en un grupo de rock. Son algunos de los finales que se barajan en este libro de imágenes muy dinámicas y de gran riqueza compositiva. En ellas, recortes y superposiciones de manchas de color texturizadas dibujan las líneas ausentes (no olvidemos que esta artista es fanática de la risografía) y nos trasladan al cubismo y el expresionismo.


Si nos centramos en el hilo argumental, podríamos encuadrar este álbum en ese grupo de libros que sirven de antesala al sueño, un libro de buenas noches que resulta de un juego paterno en el que una hija y su padre se ven envueltos gracias a la petición de la cría y el talento creativo del progenitor.


En Una historia sin clichés, Calì recoge el testigo de otros muchos autores y se adentra en lo anacrónico de la tradición mientras apunta a toda una serie de ismos actuales.
Una niña le pide un cuento a su padre. El padre comienza con un príncipe, pero como suena algo machista, cambia al protagonista por una princesa. Luego entra en escena un feroz dragón, pero ¿por qué siempre son malos los dragones? Mejor que se un dragón encantador… Página tras página aparecen nuevos clichés relacionados con la violencia, el consumo de alcohol o el sexismo que supondrán un lío monumental.


Articulada sobre preguntas y respuestas, la acción propicia un libro de juegos y enredos donde se respira el sinsentido que tanto defendería Gianni Rodari. Por otro lado también sirve para establecer una reflexión crítica en torno a todas esas obras actuales que se empeñan en aupar lo políticamente correcto frente a lo ficcional.


Con ilustraciones alegres y simpáticas que ayudan a dar ese tono distendido y cómodo que necesita una sutil vuelta de tuerca tan sutil como esta, les invito a leer este alegato desde una doble perspectiva (la paterna y la filial) que gira sobre sí misma, y plantar cara al buenismo y la salvación eterna que campan a sus anchas en estos tiempos de censura olvidando la causa literaria. Canalla y necesario.


Siguiendo la estela del título anterior, las autoras francesas revisitan el archiconocido cuento de La bella durmiente, una narración popular que fue recogido por folkloristas como Basile, Perrault y los hermanos Grimm, desde una perspectiva más realista y actual. 
Han pasado cien años desde que la protagonista del cuento se quedara frita por culpa de su rueca hasta que su príncipe aparece en escena. Como un siglo es mucho tiempo, el chaval está en otra onda. Le gustan las chicas aseadas, asiste a clases de yudo y yoga, se divierte en la bolera y se pirra por un buen trozo de pizza. ¿Lograrán entenderse estos dos?


Alejándose de los ismos y desde el humor, este libro introduce un punto de vista muy lógico que ayuda al conflicto anacrónico, una perspectiva muy recurrente en historias como estas en las que algunos lectores se preguntan sobre el paso del tiempo. El aseo personal, la higiene, la obtención de alimentos, las formas para desplazarse y los gustos culinarios son algunos de los conceptos que se tratan en un álbum que, a pesar de ese color chicle, deja entrever ciertas cuestiones que atañen a cualquier lector.


miércoles, 30 de noviembre de 2022

Cosas de padres


Padres… los hay de todo tipo. Autoritarios, histéricos, permisivos, negligentes, democráticos, empalagosos… Cada padre o madre es un mundo y necesitamos clasificarlos. De entre todas estas taxonomías, mi favorita es la que se refiere a los hiperpadres, una que se refiere al cuidado que reciben los hijos hoy día.


Tenemos a los padres helicóptero, esos que sobrevuelan a su prole y vigilan distantes. Aunque a veces les permiten tomar decisiones por sí mismos –libertad ficticia-, cuidan de que aprendan, tomen conciencia de cómo funciona el mundo y no se equivoquen. Les procuran cuidados y están alertas de que no sobrepasen los límites.
Los segundos son los padres apisonadora, unos que por sistema se dedican a allanar el camino de sus hijos. Que nada les resulte tedioso, frustante o imposible. En lugar de preparar para el futuro, simplemente se dedican a eliminar los obstáculos para que los pobrecitos no sufran.
También están los padres tigre. No dejan a su prole ni a sol, ni a sombra. Si pudieran, la engullirían. Su nivel de exigencia es insufrible, no son nada permisivos y tienen el control sobre todo lo que les atañe. Una suerte de infierno donde anulación, imposición y censura son las principales armas a blandir.


Los padres guardaespaldas y los padres secretario no me gustan nada. Mientras que los primeros siempre intervienen en cualquier conflicto escolar y viven preocupados por la integridad física de sus hijos (esos que nunca les dejan ir de excursión escolar), los segundos son los que les preparan la mochila, están pendientes de las tareas que tienen que hacer (e incluso las hacen) y llevan al día la agenda de actividades. 
Los padres mayordomo son una variante de los secretarios pero mucho más denigrante. Llevan vasos de agua a la cama, ejercen de chóferes, acarrean mochilas y dejan lo que están haciendo para atender los caprichos filiales.
Por último también tenemos a los padres de corral, esos que les da igual ocho que ochenta. Dan libertad absoluta a sus hijos. Algo que está bien porque los chiquillos aprenden a buscarse las castañas por sí mismos, pero es un fastidio cuando molestan a terceros, son unos deslenguados o aprenden todas las maldades del mundo.


Pero aunque te resulte extraño, todos ellos tienen algo en común que Davide Cali y Noemi Vola nos lo desvelan en Pregúntale a tu padre y otras frases misteriosas de los adultos, un libro que acaba de publicar Liana Editorial.
En él se centran en esas frases tan recurrentes que son patrimonio de todos los padres. Da igual su origen, estatus social, educación o raza, cualquier madre las utiliza indistintamente. Es cierto que hay variaciones dependiendo del tipo de familia que tengamos (léanse parejas homoparentales o monoparentales), pero el caso es que la mayor parte de las sentencias que recopila esta pequeña guía comentada e ilustrada se utilizan con frecuencia.


Ya veremos… "Pregúntale a tu madre", "Porque no", "Cuando crezcas lo entenderás" o "No se puede tener todo" son algunas de las afirmaciones que recoge este compendio comentado e ilustrado. Además, añade un pequeño apartado sobre preguntas tontas de las que me quedo con "¿Me has oído?" (Es la pregunta más estúpida que se le puede hacer a una criatura). Al final del libro hay una doble página pautada donde los lectores pueden añadir nuevas sentencias paternas y hacer más grande esta lista.
Con recursos del cómic y mucho dinamismo en lo que a composición y tipografía se refiere, este libro además de derrochar mucho humor, nos interna en el ecosistema infantil, su sinsentido y desbordante creatividad. Una parodia de los padres y su comportamiento que auguro tendrá mucho éxito en toda la familia.

jueves, 24 de noviembre de 2022

Mirando hacia delante


Fantasear con el futuro es una cosa de todos. Del niño y del viejo, del adolescente en ciernes y de la madre de familia. Cada uno lo hace a su manera y en base a unas experiencias. Quizá los mayores somos más cautos y deseamos cosas factibles, mientras que a las criaturas y los teenagers se les llena la boca de technicolor, grandezas y fantasmadas.


Ir a la luna, encontrar el amor, ser pastelero, tocar el oboe en la filarmónica de Viena, despedir el año en plena Puerta del Sol, dar la vuelta al mundo, compartir contigo un trozo de tarta de zanahoria, hacer las paces con su madre, que tu hijo vuelva del exilio, que mis padres me dejen llegar después de las doce, o ser invisible. Sí, soñar despierto es gratis, sobre todo cualquier cosa que nos pueda hacer un poco más felices.


Personalmente, me gusta más echar la mirada hacia delante que hacia atrás. Imaginar lo que va a ser en vez de lo que podría haber sido, siempre le da un puntito a la vida. Sobre todo porque eso de las expectativas tiene mucho de positivo y suma en vez de restar. Que bastantes frustraciones tenemos ya. Y no es que yo quiera negar el pasado -de todo se aprende, queridos- solo que prefiero no lacerarme con el qué-hubiera-pasado-si…


En Cuando sea mayor, el libro de Davide Cali y Giulia Pastorino que acaba de publicar Pípala en nuestro país, trata precisamente de esto. Una pareja de niños se preguntan qué pasará cuando crezcan. Se dedican a darle alas a la imaginación y elucubrar sobre las posibilidades que les depara el futuro. Cowboy, cazador de tigres, veterinario, conducir un tanque, ser profesora, aprender 33 idiomas o quedarse despiertos hasta medianoche.


El texto de Cali, como siempre, parece sencillo pero tiene mucha tela que cortar. Si bien es cierto que no rompe estereotipos como muchos lectores esperarían, da muchas posibilidades. Al tiempo que asigna deseos muy manidos entre los niños (jugador de fútbol o superhéroe) y las niñas (princesa o profesora), aboga por romper una lanza por otras profesiones como buceador o exploradora. Todo cabe en una narración que habla de soldados y niñas que pilotan aviones.


Sobre las ilustraciones de Giulia Pastorino, me alegra saber que se empiezan a publicar en nuestro país libros de esta ilustradora a la que auguro éxito. Sus trabajos destilan una frescura inusitada, coloristas, de trazo desenfadado y con mucha idiosincrasia infantil. Composiciones muy estudiadas y detalles, montones de detalles (fíjense en cuál es la munición del tanque o en la cara de los niños que están en la escuela), llenan las páginas de un libro que alegra el día y nos invita a transitar los vericuetos del tiempo que vendrá.

miércoles, 5 de mayo de 2021

Análisis post-electoral


Sí, Ayuso ha ganado. Y aunque a muchos les parece algo inexplicable, un servidor tiene muy claras las razones de su triunfo. Aparte de demagogias y populismo de los que cualquier político echa mano, la madrileña también ha jugado con buenas bazas.
En primer lugar es una tipa que no se achanta. Y eso que es mujer, condición para que no pocos la tachen de bruja mala, pues parece ser, como dije ayer, que el voto feminista (que no femenino) siempre debe relacionarse con la izquierda, y cualquier candidata de derechas es poco menos que demonizada. Chula como ella sola ha dicho y hecho lo que le ha dado la real gana, algo que a veces es de agradecer, más todavía en un panorama político donde el casting sin fuste recluta a los impostores y prescinde de la gente con carácter.


Por mucho que se empeñe, su gestión de la pandemia no es que haya sido la leche, pero primero, no ha supeditado la economía de la región (y del país, que Madrid es mucho Madrid) al mal pandémico, y segundo, ha construido un hospital (sí, de aquella forma, pero lo ha hecho, que otros los han tenido cerrados) para dar cobertura a los enfermos. En parte ha sido valiente y en parte ha dado la cara. Ya quisieran muchos haber hecho la mitad que ella. Pero no, se han escondido en sus respectivos agujeros para rezar el rosario (¡como si sirviera de algo!) o restringido la vida de los ciudadanos para añadir nuevos males a esto del virus. Salvar el culo es importante, pero demostrar lo que vales, también. Que para eso les pagamos.
A todo esto hay que añadir un montón de factores que van desde la ley electoral hasta la falta de credibilidad del resto de candidatos, los golpes de efecto, las traiciones y otras asociaciones ideológicas, una campaña que ha levantado ampollas en todas las facciones, el hartazgo social sobre ciertos temas, la crisis que está por venir, el aumento de la participación y un largo etcétera que hay que entender desde un prisma muy complejo que no tengo tiempo de poner sobre la mesa.


Y como punto y final a este análisis postelectoral les traigo ¡Abajo Leroy!, un álbum de Davide Cali y Guridi (Raúl Nieto) publicado recientemente por la editorial Tres Tigres Tristes y que ya he incluido en la selección de álbumes de corte político. En él, Leroy, un dictador de tres al cuarto, utiliza su poder para arrestar a todo aquel que proteste y ponga su gobierno en entredicho, aunque sea pacíficamente. El primer manifestante va a la cárcel, el segundo también, y así sucesivamente hasta que ya no hay queda un alma en la calle. Entonces, ¿nadie plantará cara al autoritarismo de Leroy? Las respuestas en el libro.
Con unas ilustraciones maravillosas que juegan con el espacio y donde las escenas a doble página actúan a modo de balanza equilibrada, posee un mensaje extrapolable a cualquier realidad política en la que se desoyen las opiniones que el pueblo lanza sobre sus gobernantes, y también se figura la mejor advertencia, no solo para la flamante ganadora de las elecciones a la Comunidad de Madrid, sino para todos aquellos que endiosados en su sillón, se creen intocables y no actúan con honradez y coherencia. Por lo tanto, ¡que se pongan las pilas y nos dejen de milongas!

viernes, 20 de marzo de 2020

Días de muchas cosas



Si siguen la cuenta de Instagram de los monstruos se habrán percatado de que hoy se celebra en todo el mundo el Día de la Narración Oral, una jornada que los monstruos celebran con mucho frenesí pues las producciones orales siempre han sido de notable importancia para los pequeños de la casa, tanto es así que las primeras obras de la llamada literatura infantil se basaron en los cuentos de tradición oral que habían pasado de boca a oreja desde tiempo inmemorial.


Además de celebrar esto, este 20 de marzo también le dedicamos el día al gorrión, el ave que da nombre al gran orden de los Passeriformes (su nombre científico es Passer domesticus) y que está desapareciendo de muchas áreas urbanas por diferentes motivos (en Londres es prácticamente invisible). Y ustedes dirán, “¡Bah! ¡Un pájaro sin importancia!” Pero la realidad es otra. Les ilustro… En 1958, China (siempre están presentes…) inició la llamada campaña de las “Cuatro Plagas”, integrada por Mao Zedong en el proyecto “Gran Salto Adelante” para relanzar el país como potencia mundial. Esta consistía en cargarse cuatro especies letales para las cosechas: moscas, mosquitos, ratones y gorriones. En el caso de los gorriones instó a la población a hacer ruido (palmas, caceroladas, etc.) para que las aves murieran por agotamiento durante el vuelo. Y así pasó, que el gorrión fue exterminado de China. Pero como la madre naturaleza es sabia, dijo aquello de “Rebota, rebota y en tu culo explota” y fue la langosta, uno de los principales alimentos del gorrión (es más insectívoro que granívoro por mucho que se empeñara la propaganda china), la que se zampó todas las cosechas siendo el detonante de la Gran Hambruna China entre 1958 y 1961 en la que murieron entre dos y tres millones de personas. Por si no fuera poco, China tuvo que plegarse e importar gorriones desde la antigua URSS…


Lo tercero que celebramos este viernes es el Día de la Felicidad. Como lo oyen. A pesar de virus y lo deprimente de esta situación, la ONU nos invita a ser felices y de paso hacer felices a los demás, que el mundo está muy mal y todos tenemos que sonreír ante la vida y sus avatares. Se ve que alcanzar la felicidad es un objetivo que debe primar en las políticas de los diferentes países del mundo (aquí se ve que tenemos de sobra porque a nuestros políticos básicamente se la suda), una perspectiva que empezó a considerar el rey de Bután hace más de 40 años definiendo lo que él llamó “Felicidad Nacional Bruta” (total na’…)


Y sin meterme en terrenos pantanosos (Perdónenme, que llevo una semana a pique de la úlcera…), les dejo con un libro que va de pájaros y felicidad (viene que ni pintado). El vendedor de felicidad con texto de Davide Calì e ilustraciones de Marco Somà (editorial Libros del Zorro Rojo), es uno de esos álbumes para terminar la semana con buen sabor de boca.
La acción se sitúa en un bosque por el que transita la camioneta del señor Pichón, el vendedor de felicidad. Este personaje se acerca por todos los hogares y establecimientos. No le falta ni uno: la casa de la señora Codorniz, la de la Abubilla y  la tienda del señor Chorlito. Aunque se les ve contentos, todos adquieren su dosis de felicidad, ya saben que nunca está de más tener algo de reserva…
En definitiva, una historia para disfrutar embelesado con las imágenes preciosistas y llenas de detalles del artista italiano, y en la que se nos invita a imaginar cómo es capaz cada uno de los protagonistas en alcanzar la felicidad.
Un viaje de descubrimiento en el que el lector imagina en cada doble página la felicidad en sus diferentes formas. Porque la felicidad es como el aire que adopta la forma del frasco que la contiene.



jueves, 30 de enero de 2020

De adultos y actualidad



Todavía no sé cuándo nos van a dejar tranquilos los mayores. Me tienen hasta las narices. ¡Qué harto me tienen de tanto control! Como si no hubiéramos tenido bastante con la “educación para la ciudadanía” y las dichosas lenguas co-oficiales (¡Y venga propaganda!), ahora van y se inventan el “pin parental”… Menos mal que mi madre sólo es inquisidora para el polvo y las pelusas (No me quiero ni imaginar los estragos que haría si le diera por el currículo escolar, porque ¡ni los maestros saben qué hacer con los estándares de aprendizaje!).


Me voy acordando de lo que charlaba el domingo con Pepa Flores, otra niña como yo. “Mira, Román” me decía la pobre, “estos adultos no aprenden. Ya les dije hace años que me dejarán de fachas, de comunistas y otras mandangas. Que yo me iba a dedicar a la vida, una cosa muy de críos. Que no quería participar en más circos. Menos todavía si los honorarios son caramelos y cabezones. Que le saquen la pringue a otros, que en la tómbola del mundo yo ya he tenido bastante.”


Yo aplaudía con fervor mientras la Marisol (así la llamaban en el cole) se explicaba coherente y salerosa. “Qué contaminado está el mundo, cari. Todo quisqui pensando en engordar la cuenta corriente… La Rosalía metiendo billetes en un tanga y el Évole instando a la violencia,  tira que te va..., ¿pero y la Thunberg? ¿Tan mengaja como nosotros y ya se está registrando como marca comercial para ingresar en el Capital? Que no, que no, Román, que a mí lo que me gusta es Nunca Jamás, hacer el indio, comer, nadar y saltar.


De repente me acordé del libro de Davide Cali y Benjamin Chaud, otro par de nenes que se ve que están hartos de tanta (in)madurez. Cosas que no hacen los mayores ha sido el título elegido (con mucha ironía, por si jode). Se lo ha publicado NubeOcho (¡Me chifla el nombre de la editorial!) y en él hablan de los adultos y las cosas que ¿nunca? hacen.


O al menos, eso parece, porque aunque el texto reza montones de negaciones sobre la gente entrada en años, las ilustraciones parecen hacer gala de lo contrario (disyunción texto-imagen lo llamamos los enteraos del libro-álbum). Cosas como que nunca molestan ni dicen tacos ni pelean ni gritan ni lloran, se recogen en este catálogo de situaciones que da buena cuenta de la mentira que es el universo de quienes perdieron la inocencia. Y nada más.



miércoles, 6 de febrero de 2019

De familias, mentiras y realidades



Cada familia tiene su propia historia. A lo que yo añado que si no la tiene, se la inventa.
¿Acaso ustedes no han dado con auténticos muertos de hambre que parece que se han dejado el corcel en la puerta? ¿O con esos que parecen muy leídos y en realidad pecan de medio analfabetos? ¿Y los que dicen ser comunistas cuando en el fondo son hijos de falangistas? ¿Y los que vacilan de deportistas cuando lo único que han hecho es encender la tele y abrir una cerveza?


Se cree que el postureo nació con las redes sociales (¿Y pensar que algún día llegaría el final de las peroratas sentimentales a pie de foto? Pues no, la cosa sigue…) teniendo como máximo exponente a Instagram y sus acólitos, pero lo cierto es que parapetarse detrás de un pelaje que no es el propio, es uno de los inventos más antiguos de la raza humana. Quizá por vergüenza, también por complejo, o simplemente como estrategia para alcanzar cierto estatus (ahí tienen a pobres casados con cortesanas y a un montón de hijos bastardos), el ser humano siempre ha cambiado (la vida y) la historia.


El caso es que a un servidor le da igual, sencillamente porque soy consciente de esta realidad (todo aquel que te vende una moto es porque está intentando deshacerse de la que no le sirve para comprarse una nueva) y porque no me gusta medir a la gente por las apariencias, pero permítanme que me ría de todas estas banderas, unas veces divertidas y otras, grotescas. Pueden unirse si quieren, ejerciten su sentido del ridículo. Que tontería y risa son gratis, un tándem muy necesario.


Y  hasta aquí el prólogo para presentarles un libro con mucha chicha. Un gran perro, de Davide Cali y Miguel Tanco, publicado en nuestro país por la editorial almeriense Libre Albedrío, es uno de esos libros que a través del humor busca un discurso bastante crítico, e incluso entrañable. En él, un padre y su hijo hacen un recorrido por las hazañas de sus antepasados perrunos.
Toda una serie de oficios se presentan ante los ojos del lector, pues esta familia ha contado con policías, bomberos, pintores y maestros ¿de renombre? Ejem… No es oro todo lo que reluce, pues al desplegar las páginas de los retratos de estas personalidades caninas nos encontramos con la realidad que subyace a su supuesta profesionalidad. Situaciones jocosas y divertidas que transforman en paródico lo loable. Un juego que permite a los pequeños continuar con su mirada subversiva hacia un mundo adulto lleno de poses y pretensiones.


Por si no fuera poco, el libro cuenta con una sorpresa final que se interna en otros derroteros (quizá más emocionales) sobre hijos adoptivos, deseos personales y ánimos paternales que todos podemos sentir cercanos.

lunes, 15 de enero de 2018

Bajando el buche pero comiendo bien


Hablando de morcones con mi compañero el murciano, acabo de darme cuenta de que me he puesto como un trofollo... ¡Qué desastre, dios mío, qué desastre! ¡De cuerpos humanos, de mermas, de lastres! Los años desvanecen el lustre, se diluye la juventud y todo son achaques. Nada. Decidido. Después de un mes padeciendo las bonanzas de polvorones y mazapanes, hay que recuperar la figura...
“Hidratos de carbono”, “abdominales” “colesterol”, “hidratación”, “bajo en calorías” suenan a retahíla, pero estos vocablos son un clásico al principio del año (¿Quién dijo “rebajas” y “cuesta de enero” habiendo kilos de por medio?). Ya saben que nos hemos puesto finos y ahora toca arrancar el año con gimnasios, entrenadores personales, liposucciones y nutricionistas experimentados (¿Qué chirigota decía aquello de “Lo mismo, lo mismo, to' los años lo mismo”...?). ¡Habrá que quitarse las lorzas y prepararse para los cuarenta grados centígrados! Mientras unos sudan en la cinta, otros se pavonean por las clínicas de cirugía estética. Todo vale cuando se trata de lucir palmito, de postureo veraniego. Cada uno saca el mérito de donde lo tiene, unos de la voluntad y otros de la hucha de las propinas, la cuestión es que el Instagram nos luzca, manque pierda.


Yo soy de los de buen comer y mover bastante el fandango. Nada de restricciones agresivas, de hambrunas milagrosas, de bisturís o rutinas macrobióticas. Ejercicio y buenos alimentos es lo básico. Meneen en culo. Yoga, pilates, natación, carrera, un paseo con mueve, bici, fútbol o baloncesto. Después vayan al frigo y echen mano de zumo de limón, naranjas, también miel, queso, abundantes lentejas, garbanzos y arroz, mucha agua, algunos frutos secos, espinacas, acelgas y potajes, cucharas, guisados y pucheros, tomates frescos y aguacate, fibra que no falte, ni vitaminas saludables. Nada de bebidas azucaradas ni ultraprocesados, coma pan con prudencia, evite el exceso de sal y aceites industriales. Desayune con colmo, almuerce con ganas y cene ligero que ahora llega lo peor: acostumbrarse.


¿Quién dijo que haya que renunciar a la buena repostería, a las tortillas de patatas? De eso, nada. Sólo tiene que hacerlos usted mismo. Y si quieren una buena receta, he aquí la de la tortilla española... Casque cuatro huevos hermosos. Bátalos con mucho brío. Añada un vaso de azúcar, otro de aceite, un yogur natural, un chorreón de leche, dos vasos de harina de trigo y un sobre de levadura. Horno a 160º C y ¡voilá!... ¿¡Pero qué digo!? ¡Me traiciona el subconsciente! ¿Será que es lunes o que soy un galgo?... Me habrá pasado como a El ratón que quería hacer una tortilla, un álbum muy divertido de Davide Cali y Maria Dek en el que un buen puñado de animales ponen su grano de arena para echarle un cable al roedor y de paso, endulzarse la vida entre todos.


Les dejo, que hay que darle coherencia a la semana. Lo dicho, hagan el favor de moverse una miaja, porque si le meten kilogramos de alegría al cuerpo y se anclan a la siesta, se pondrán como la Tomata, y no habrá bisturí ni dieta de la piña que valgan.