jueves, 24 de noviembre de 2022

Mirando hacia delante


Fantasear con el futuro es una cosa de todos. Del niño y del viejo, del adolescente en ciernes y de la madre de familia. Cada uno lo hace a su manera y en base a unas experiencias. Quizá los mayores somos más cautos y deseamos cosas factibles, mientras que a las criaturas y los teenagers se les llena la boca de technicolor, grandezas y fantasmadas.


Ir a la luna, encontrar el amor, ser pastelero, tocar el oboe en la filarmónica de Viena, despedir el año en plena Puerta del Sol, dar la vuelta al mundo, compartir contigo un trozo de tarta de zanahoria, hacer las paces con su madre, que tu hijo vuelva del exilio, que mis padres me dejen llegar después de las doce, o ser invisible. Sí, soñar despierto es gratis, sobre todo cualquier cosa que nos pueda hacer un poco más felices.


Personalmente, me gusta más echar la mirada hacia delante que hacia atrás. Imaginar lo que va a ser en vez de lo que podría haber sido, siempre le da un puntito a la vida. Sobre todo porque eso de las expectativas tiene mucho de positivo y suma en vez de restar. Que bastantes frustraciones tenemos ya. Y no es que yo quiera negar el pasado -de todo se aprende, queridos- solo que prefiero no lacerarme con el qué-hubiera-pasado-si…


En Cuando sea mayor, el libro de Davide Cali y Giulia Pastorino que acaba de publicar Pípala en nuestro país, trata precisamente de esto. Una pareja de niños se preguntan qué pasará cuando crezcan. Se dedican a darle alas a la imaginación y elucubrar sobre las posibilidades que les depara el futuro. Cowboy, cazador de tigres, veterinario, conducir un tanque, ser profesora, aprender 33 idiomas o quedarse despiertos hasta medianoche.


El texto de Cali, como siempre, parece sencillo pero tiene mucha tela que cortar. Si bien es cierto que no rompe estereotipos como muchos lectores esperarían, da muchas posibilidades. Al tiempo que asigna deseos muy manidos entre los niños (jugador de fútbol o superhéroe) y las niñas (princesa o profesora), aboga por romper una lanza por otras profesiones como buceador o exploradora. Todo cabe en una narración que habla de soldados y niñas que pilotan aviones.


Sobre las ilustraciones de Giulia Pastorino, me alegra saber que se empiezan a publicar en nuestro país libros de esta ilustradora a la que auguro éxito. Sus trabajos destilan una frescura inusitada, coloristas, de trazo desenfadado y con mucha idiosincrasia infantil. Composiciones muy estudiadas y detalles, montones de detalles (fíjense en cuál es la munición del tanque o en la cara de los niños que están en la escuela), llenan las páginas de un libro que alegra el día y nos invita a transitar los vericuetos del tiempo que vendrá.

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