Parece una tontería, pero disponer de un lugar adecuado en el que darle forma a las ideas es algo fundamental para todos aquellos que nos dedicamos a la creación (¡Que lo mío me cuesta darle cohesión a todas estas reseñas!). No es una cuestión de inspiración, que también, sino más bien de un lugar en el que nos sintamos a gusto, encontremos un ambiente propicio para dejar fluir nuestras habilidades y, sobre todo, que nos resulte práctico a la hora de trabajar.
Si lo tuyo es la pintura al óleo, necesitas un buen caballete y que corra el aire para no asfixiarte. Si te dedicas a danzar, mucha amplitud y un buen espejo. Si bordas o tejes nada como un buen flexo y un asiento cómodo. O si por el contrario te dedicas a tocar la trompeta, no estaría mal una habitación insonorizada y con buena acústica.
Si bien es cierto que la luz, la limpieza y la comodidad son un plus en cualquier espacio de trabajo, cada tarea necesita un espacio diferente. No podemos tocar el saxofón, hacer yoga y escribir una novela en el mismo lugar. Y si lo hacemos es porque no nos queda otra. Ya nos gustaría a todos disponer de gimnasio, sala de conciertos y despacho con vistas al mar.
En mi caso y sobre todo, necesito calma y tranquilidad. No absoluto silencio, pero sí un lugar apacible Sinceramente. No sé cómo Van Dog es capaz de pintar con la que tiene liada. ¿Que quién es Van Dog? Van Dog es el protagonista de un álbum homónimo de Mikolaj Pasinski y Gosia Herba recién publicado por la editorial Juventud que nos habla de unas cuantas cosas.
Este artista canino se decide a pintar una puesta de sol en mitad del campo. Coge todos los apechusques, se va hasta un prado espléndido y empieza a pintar cuando, de repente, empiezan a llegar todo quisqui. Hormigas que se dirigen al trabajo, niños que juegan al futbol, Gozilla, y hasta los extraterrestres, irrumpen en el espacio que Van Dog está intentando inmortalizar. ¿Lo conseguirá?
Con recursos propios del cómic y un montón de detalles, este libro-álbum es un espacio propicio para todo tipo de juegos, situaciones y lecturas. Aunque la acción se desarrolla en el mismo lugar, en él suceden toda una suerte de personajes, circunstancias y avatares que desbordan la narración gracias a multitud de micro-relatos, conversaciones e historias inverosímiles donde lo caótico y el sinsentido aúpan sonrisas.
Lo mejor viene cuando llegamos al final y descubrimos el trabajo final de Van Dog. Un libro que da mucho de sí. Se lo aseguro. Un regalo inmejorable para cotillas, amantes de la pintura, gente deprimida y maniáticos del silencio.
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