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lunes, 16 de octubre de 2023

Aventuras campestres


El precio del aceite de oliva por la estratosfera, los melocotones de Fraga parecen traídos del último confín, las estanterías están vaciándose de arroz bomba, tomates que valen oro y lo de la magra y el cabezón no tiene nombre. El que en estos momentos no se acojone cada vez que visita un supermercado es que vive en otro universo.
No me extraña que cada vez sean más los que se aventuran a buscarse un terrenico y sembrar cuatro matas en pro de la supervivencia. Ni ecologismo, ni semillas autóctonas, ni productos de temporada. Aquí lo que interesa es echarse algo a la boca aunque sea a costa de doblar el lomo.


Pero ¡qué ilusos! No tienen ni idea de las cornadas que da el campo. Para coger una calabaza, dos berenjenas y cuatro patatas, además de dejarte la hiel en los gasones del campo, hay que rezarle a varios dioses y mirar al cielo con lágrimas en los ojos a ver si Boreas, Noto o Céfiro regalan lluvias generosas.
Tanto es así que el otro día me dijo un conocido que casi sufre un paro cardiaco porque una gallina pilló el moquillo y casi las palma. Que además de pelarlas, cuesta mucho criarlas. Y no digamos cuando, pensando en todo tipo de guisos y arroces, vemos una pollada diezmada por culpa de las alimañas…


Sí, sí, créanme, lo campestre es una aventura. Que se lo digan a Proserpina, la nueva criatura de ediciones Tralarí. Con texto de Isabel Benito e ilustraciones de Cintia Martín llega a las librerías (o por correo, que esta editorial es pequeñita pero muy accesible) un álbum de esos que te hacen disfrutar como si fueras un niño, cosa que últimamente se agradece.


Todo empieza con una gallina y sus tres huevos. De estos nacen tres hijos bien zascandiles que, sin encomendarse a Dios ni a su madre, se lanzan al mundo como pollos sin cabeza y acaban perdidos en mitad de la maleza. Cae la noche y las aves son acechadas por una hambrienta lechuza. ¿Lograrán volver sanos y salvos al nido Proserpina y sus vástagos?


Con mucha guasa, este libro juega con la transparencia del papel, otra cualidad física que merece atención a la hora de presentar una historia que, si al principio parece sacada de algún papiro egipcio, tras poner una fuente de luz detrás de cada página, nos quedamos boquiabiertos con el hallazgo, una sorpresa que nos arranca esa sonrisa infantil que todos, grandes y pequeños, parecemos haber olvidado.


Rimas que evocan a las retahílas populares, ilustraciones de líneas sencillas y a tres colores, un final muy móvil, guarda explicativa para los menos avezados y un glosario castellano que me ha robado el corazón son motivos más que suficientes para hacerse con esta joyica pucelana para disfrutar como auténticos monstruos durante el recreo, la merienda y antes de irnos al sobre. 


sábado, 21 de enero de 2023

¡Menudo infierno!


En cierta ocasión, tras una sesión del grupo de lectura que organicé con unos alumnos, empezamos a charlar sobre el concepto de infierno. Salieron a la luz ideas muy vagas y otras más profundas, unas versaban sobre la religión y las menos se relacionaban con la filosofía.
 Era curioso como una idea tan plural había sido absorbida por la teología, sobre todo porque la sociedad lo había permitido. Entonces se me ocurrió hablar de los infiernos particulares, de los deseos insatisfechos, de lo moral, de los pecados, la penitencia y la absolución, del bien y del mal. La cosa fue in crescendo, se puso candente. Pero sonó la campana y allí se quedó. 
Hoy  recupero aquel recuerdo para hablar de la idea de infierno que recoge Dante Alighieri en La divina comedia y que Esperanza Ortega y Cintia Martín han adaptado en forma de álbum. 
A modo de acordeón, este cuento-poema, además de jugar con el formato, nos aproxima a una de las obras clave del renacimiento al mismo tiempo que nos sumerge en multitud de detalles que nos amplían la mirada hacia el universo del Hades.


[…]

“Habrás de bajar antes –me dijo- hasta el infierno,
donde los malos hechos por fin son castigados,
tras un juicio final que se hace a los muertos.
Verás allí a envidiosos, criminales, avaros,
ladrones, mentirosos…, y a quienes por dinero
venden a los amigos o ayudan a malvados”.

Allí encontré a Caronte, que desde una a otra orilla
en la noche su nave conducía en silencio,
sin decirle a ninguno adónde dirigía
la barca que guiaba con sus dos remos negros.
y solamente yo conservaba la vida
entre los que cruzaban el reino de los muertos.

Torbellinos de piedras producían heridas
profundas en la piel de los desnudos cuerpos,
relámpagos atroces en la noche lucían
mientras en el abismo resonaban los truenos,
alaridos de rabia y gritos de agonía
surgían de un tumulto cercado por el fuego.

[…]

Esperanza Ortega.
El maravilloso viaje de Dante.
Ilustraciones de Cintia Martín.
2022. Valladolid: Ediciones Tralarí y Ayuntamiento de Valladolid.



jueves, 29 de diciembre de 2022

Condiciones migratorias


Migrar consiste en abandonar tu lugar de residencia para instalarte en otra parte, generalmente en otra región o país. Esto quiere decir que tenemos dos tipos de migrantes, aquellos que lo hacen en su propio país, lo que se conoce como migración interna, o quienes se van a otro país diferente, lo que se conoce como migración internacional. Si bien es cierto que estamos acostumbrados a utilizar la palabra migrantes cuando nos referimos a los segundos, no debemos olvidar a que irse de Albacete a Madrid en busca de una mejora laboral también es migrar.


Y ahora me dirán que no tiene comparación, y yo les replicaré que todo depende de las condiciones en que lo hagas. Conozco a más de uno que se ha ido con una mano delante a las grandes capitales de nuestro país en pos de un sueño y han pasado las de Caín. Malvivir en pisos patera, trabajar en los puestos más criminales, alimentarse a base de arroz, no poder costearse ni el abono de transportes y sentirse más solo que la una, es el modus vivendi de muchísima gente que se busca la vida en Barcelona, Valencia o Sevilla y no vienen precisamente de Senegal.
“No es lo mismo, Román…” Yo creo que, en vez de hablar de migración en términos geográficos, deberíamos hablar de condiciones migratorias. No es lo mismo que un neurocirujano venezolano venga a trabajar al Gregorio Marañón, que un operario de Nerpio se vaya a Frankfurt am Mein. Barreras lingüísticas, culturales, monetarias y laborales, siempre se atenúan cuando el migrante tiene una formación y posición social superior.


Con esto quiero hacerles ver que, a pesar del empeño que ponen la televisión, los políticos y las ONGs en apelar a nuestra humanidad para vendernos sus productos, hay que diferenciar entre migrantes afortunados y migrantes desafortunados. Que al final, no todos los de allí tienen tan mala suerte, ni todos los de aquí estamos a nuestros once vicios.
De entre los que tienen pocos recursos hoy les traigo a Hanielle y Alika, dos niñas migrantes cuyas historias merece la pena conocer.


La barca de Hanielle, un álbum de Emilia Arias Domínguez y Cintia Martín publicado por la editorial A fin de cuentos, nos cuenta la historia de Hanielle, una niña que emprende con su madre un viaje a través del mar. Prepara su equipaje, se despide de su abuela y sube al barco. Algo no cuadra… el texto se refiere a las imágenes pero de una manera diferente. La abuela sonríe en vez de llorar, su madre parece tranquila y serena en vez de temerosa e inquieta, los peligros del viaje no se pueden referir a una fiesta… ¿Qué pasa aquí?


En realidad esta es la historia de dos niñas que se entremezclan en unas ilustraciones realizadas por capas que sólo se pueden apreciar gracias al visor que se esconde en las guardas delanteras del libro y que nos ofrece dos perspectivas diferentes de dos protagonistas que pertenecen a realidades dispares.


En un alarde de extrañamiento y gracias al juego visual, las autoras nos sumergen en la dicotomía del viaje. ¿Ocio o necesidad? ¿Riqueza o pobreza? ¿Alegría o tristeza? Sea cual sea la realidad que vivamos, el calor materno siempre está ahí para protegernos, apoyarnos y ahondar en emociones universales a pesar de nuestro origen o condiciones vitales.


En Alika, el libro de Paco Ortega editado por Bookolia, nos cuenta la historia de otra niña que por culpa de una promesa materna se pone a reinar antes de quedarse dormida. ¿Qué será esa sorpresa de la que tanto habla mamá? ¿Flores rojas, agua fresca o el borrego que perdió?


En este libro fundamentado sobre lo poético, el autor nos invita a conocer la vida cotidiana de una niña y toda la belleza que la rodea para, gracias a un golpe de efecto final, obligarnos a recapitular para reconocer lo difícil que es dejar atrás toda esa serie de experiencias que nos aferran a nuestros orígenes, eso que los gallegos llaman morriña.


Gracias a un detalle viajero (¿lo descubren?), unas guardas que funcionan a modo de preludio o epílogo, y unas ilustraciones donde la calma, el espacio vacío, la perspectiva y las tintas medias, tenemos un libro-álbum más que notable sobre un tema peliagudo con final feliz.

martes, 14 de enero de 2020

De secretos, vocales y otros divertimentos


Hemos dejado atrás 2019. Comienza la rutina, la cuesta de enero se hace cada vez más empinada, y aquí sigo yo, dando guerra. A pesar de estos males menores, también tenemos algún incentivo… Que si las rebajas (cada vez peores, por cierto), que si la operación biquini (¡Que den comienzo los juegos del hambre!), o que celebrremos algunas efemérides literarias (Gianni Rodari, Miguel Delibes, Isaac Asimov, Ray Bradbury o el Barón de Münchhausen, entre otros).
Por lo que a mi respecta, intuyo que no me voy a aburrir… En el trabajo me hincharán a reuniones inútiles (que no falten de cara a la galería). En lo familiar no nos faltarán temas de discusión y alguna que otra alegría. Los amigos, ídem de lo mismo (me voy a tener que poner en modo celestino o ciertas necesidades se transformarán en conflicto). Y lo demás, como siempre: cagar y envolver.


Menos mal que me dejé unos cuantos títulos con los que entretenerme durante este mes de enero (hay que aprovechar la merma de novedades y dejar florecer algunos libros que se publicaron los meses pasados) porque si no, puedo salir loco. Por ello y sin más preámbulos, centrémonos.
Como ya estamos en la escuela he creído conveniente empezar con lo último de Ediciones Tralarí, un proyecto de autoedición abanderado por Cintia Martín, Consuelo Digón y Nuria de la Iglesia. Esta vez nos presentan El secreto de las vocales, una serie de libros de Esperanza Ortega y Cintia Martín que invita al juego, la sorpresa y la lectura. Partiendo de las vocales como denominador común, esta colección de seis libros integrados en un pequeño estuche, combinan la rima, las cancioncillas infantiles, la imaginería de los cuentos populares y los elementos del pop-up.


En primer lugar estos libros están habitados por brujas, hadas, lobos, dragones, duendes o reyes. Unos seres de cuento encargados de presentarnos las vocales. Me encantan estos aciertos metaliterarios, no sólo porque imprimen cercanía a las obras infantiles, sino porque ayudan a padres y docentes en el proceso de alfabetización de los pequeños. Si añadimos que a la vez que evocan, reinventan y enriquecen estas historias que están grabadas en nuestro niño interior, con un poco de suerte la hebra se puede estirar hasta el infinito y más allá. ¡La imaginación al poder!


En segundo lugar estos cinco secretos y su epílogo se recrean en situaciones cercanas al día a día de los críos. Los medios de transporte, la hora de irse a la cama, los títeres, o las situaciones escatológicas dan un toque de desenfado a estas pequeñas narraciones donde los juegos de palabras y las rimas se hacen patentes. Vueltas y más vueltas a la lengua. Para un lado y para otro, todo suma -incluso las erratas y algún pequeño fallo (pormenores de la autoedición que también tienen su encanto)-.




Por último, les diré que aes, íes o úes están muy bien acompañadas en estos libros donde las ilustraciones son un regalo. Empezando porque los grafemas forman parte de ellas (este alarde tipográfico me ha encantado, no sólo como referencia a los mirones infantiles, sino como recurso estético de primer orden), pasando por las letras tridimensionales que sorprenden al visitante, y terminando por una enriquecida edición (¡Hasta elementos infográficos! ¡Qué maravilla!), puedo decirles que no deben perdérselos.


Y con esto, un estornudo y una tarta de melocotón que tengo en el horno, me despido hasta otro nuevo viaje, que enero bien lo vale.


lunes, 11 de mayo de 2015

¡Cuánto bicho suelto!


Últimamente, en contra de lo que cabría esperar, veo monstruos por todas partes (¡y eso que ya no estamos en el Medievo!). Hago lo que puedo por esquivarlos pero no sé qué pasa, me topo con toda suerte de engendros, de bichos horrendos y seres despreciables. Será que procrean con más facilidad que las ratas o que he agudizado facultades para detectarlos...
Fíjense hasta donde llega el asunto: han proliferado sobre las vallas publicitarias, las tapias, cuelgan de las farolas y se disponen sobre cualquier rincón visible del mobiliario urbano. Lo peor es que toda esta cabalgata de mascarones no sólo se limita al asfalto, las fachadas y los parques, sino que también se ha abierto camino ¡en mi propia casa!... Créanme, enciendo la tele y ahí están, abro el buzón y me hacen muecas, incluso en la radio se oyen sus gritos. No sé cómo lo voy a hacer pero ¡he de deshacerme de todos ellos cuanto antes!
Más de una (ya saben ustedes que las mujeres tienen verdadera animadversión a las plagas) me ha dicho que debería llenar mi vida de trampas (¡como si no tuviera bastantes ya!) con las que cazarlos y darles su merecido. Quizá también sería buena idea la de contratar los servicios de una empresa que los extermine eficazmente...


También decirles que muchos familiares, amigos y conocidos se han opuesto rotundamente ante dicha posibilidad (hay que dejarlos crecer, aducen… ¿Les interesaran los bichos? ¿Qué les habrán prometido?)… Dicen que no hay que ser tan radical en asuntos de esta índole ya que, probablemente, si los ignoro (algo que se me da bastante bien… Nota: puedo sacar de los nervios a cualquiera que padezca de un poco de histeria) salgan corriendo a buscar un ecosistema mejor… Sería mejor no ser tan preclaro y concederles el beneficio de la duda, al fin y al cabo, lo que puede ser malo para mí, puede ser beneficioso para otros... Además, como todo “bicho” de vecino, puede que estos engendros tengan algo de inteligencia -como las ratas- y sepan donde no hay que anidar.


Les aconsejo mirar debajo de la mesa, en el mueble-bar, en el congelador o incluso en esa caja donde guardan los recuerdos más pequeños, no sea que esos cabroncetes estén reproduciéndose como cucarachas. Y si no logran verlos, les recomiendo que se pongan en contacto con Ediciones Tralarí (Cintia Martín y Consuelo Digón) para que les envíen Veo bichos, su último trabajo, un laboratorio interactivo en papel capaz de hacer aparecer y desparecer monstruos y bichos de todo tipo, reinventarlos (esto es la mar de útil cuando tienen tan mala idea como los míos) o crearlos al antojo. No viene mal tener uno de estos dispositivos a mano porque, ¿quién sabe qué más puede criar en nuestros cajones?

lunes, 17 de marzo de 2014

Entre fogones y otras historias


Si en algo ha confiado el gobierno estatal para salvarnos de esta crisis apabullante, es en la hostelería. Restaurantes, terrazas, bares de copas, casinos y puticlubs son la quintaesencia de un país que se pirra por el condumio y el beborcio. A tragar (sea lo que sea) no hay quien nos gane, se lo dice el aquí viajero que ha catado algo de mundo… Somos los reyes del peloteo y la farra, de la fiesta y el descanso, todo ello regado de opíparos banquetes, celebraciones familiares, la cañita imperdonable del mediodía, los almuerzos laborales o las vacaciones estivales. No lo duden: la mejor estrategia para exprimir las billeteras de todos los incautos foráneos y nacionales (de mi, el primero) es cebar a cualquier hambriento con bocatas de calamares, ibéricos de Guijuelo o gamba de Santa Pola.
Dado que es innegable que lo nuestro es el vivir bien, las televisiones se han llenado de concursos de cocina, en todas las esquinas se anuncian cursos de repostería,  los cocineros a domicilio se están forrando y las escuelas de hostelería no dan abasto. ¿Quién hablaba de que la gastronomía francesa no tuviera una digna competidora?  Cocido y empanada, cerdo y cordero, fabes y paella, legumbres y verduras, queso y vino, hacen de esta tierra el paraíso de los tragaldabas sea cual sea su origen, sexo o condición humana.
¡Oh, amada comida española! ¡Realidad democrática que traspasa pocas fronteras y llena tantas barrigas! ¡Desconocida y venerada! ¡No nos abandones a pesar de los precocinados, los gimnasios y las bebidas azucaradas! ¡Tú que tanto has hecho por el ama de casa, por la suegra y la nuera, por el gaznate del obrero y la niña malcriada, por alemanes, ingleses e italianos! ¡No dejes que gandules, conservantes, dietistas, solterones y otros paladares desagradecidos te aparten a un lado!


… Y no lo olviden: si les dan pavor sartenes y peroles, siempre pueden echar mano de Simone Ortega y su sabiduría culinaria, que para cocinar cuentos ya tenemos un recetario que Cintia Martín y Consuelo Digón recién horneado que lleva por título Cocina tu cuento favorito (Ediciones Tralarí), un rompecabezas de historias unidas por una espiral de acero que nos permiten jugar con las palabras, con las imágenes y los sabores de la imaginación.

lunes, 15 de abril de 2013

Elogíos, regalos y consecuencias



Cuando tras un fin de semana desconectando de toda rutinaria actividad (aunque no lo crean este sitio forma ya parte de mi quehacer diario, un trabajo no remunerado económicamente, que absorbe parte de mi tiempo) echo una ojeada al correo electrónico y a los perfiles que este blog tiene en Facebook y Twitter, es una gran alegría toparse con la buena noticia de que la Revista Cuatrogatos, uno de los referentes en esto de la LIJ hispanohablante, te selecciona como uno de los espacios necesarios para informarse de las nuevas que nos traen los libros para niños. Se te llena la boca de una gran sonrisa, te apetece agitar las alas, y volar.
A pesar de esta explosión inicial, pasados unos momentos empiezo a pensar en las consecuencias que, como siempre, oscilan entre esa dicotomía de favorables y negativas… Pérdida de anonimato, mayor cantidad de trabajo, cortapisas, egocentrismo…
Lo peor de todo sería el exceso de cautela... Creé este blog para decir lo que me viniese en gana, para reírme de ese celofán absurdo y lleno de estupidez que nos envuelve, y que, al fin y al cabo, es lo que intenta la buena literatura: ser crítico con la realidad del momento, mostrarla, y de paso, entretener, unos rasgos que podrían ser diezmados a base de visibilidad y, de paso, originar altercados, problemas y otras desavenencias... Resumiendo: estar en el ojo del huracán y hacer gala de polémica constante, puede ser contraproducente para la viabilidad del lugar que compartimos los monstruos.
Por otro lado, el reconocimiento es algo que  anima en un viaje como este, en el que por un mar de líneas, colores y letras, conoces a mucha gente, recibes opiniones de todo tipo, se te tiene en cuenta a la hora de tomar decisiones y de vez en cuando tienes la suerte de disfrutar de algún “pequeño” regalo. Lejos de ostentaciones, lujos y trajes de diez mil euros (¡menos mal que en jamás me he puesto uno!... Con las ganas que tiene mi señora madre…), decir que, llevando una vida modesta (tranquilícense los envidiosos), a veces me encuentro en el buzón con libros que acompañan a notas de agradecimiento, como es el caso de Sueños de pirata, otro proyecto de Consuelo Digón y Cintia Martín (ediciones Tralarí), cuyo nombre pronuncio aquí, no en aras de la cera, ni del mamoneo, ni de culos ensalivados, sino por su buen hacer, la apuesta por historias sencillas y la valentía a la hora de gestar proyectos como este. Recomendado, sin más.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Ideas y mecenazgos





Tras un gélido fin de semana en el que me he visto obligado a claudicar ante el radiador (y este sólo es el comienzo…), quiero compartir con todos ustedes –y “ustedas”, iguales en género y especie-, una experiencia que me ha encantado y a la que me he sumado casi instantáneamente: la edición de tres cuentos mediante el llamado “crowdfunding”, una forma de mecenazgo semi-anónimo para proyectos con necesidades presupuestarias, todo ello, gracias al omnipresente poder de la red.
Cintia y Chelo, Chelo y Cintia, a base de exprimirse el seso, tuvieron una idea, que podéis ver AQUÍ, en la que creyeron, y como no tenían ni un duro para llevarla a buen puerto, pensaron que lo mejor sería pedir prestado ese dinero… Como bien saben, los bancos hoy día no están para prestar sino para pedir, así que este tándem de ilustradora y escritora decidió echar mano de Verkami y el llamado “crowdfunding” para que unas cuantas almas caritativas y con buen criterio aportasen el capital necesario y así editar sus tres cuentos infinitos  recibiendo como recompensa ejemplares de estos y algún que otro regalo en agradecimiento por la confianza manifiesta. El objetivo se ha logrado con creces y tendrá como resultado que el verbo se haya hecho carne y habite estas navidades entre nosotros (o eso espero…)
Y ahora es cuando me preguntan eso de “¿Y tú, Román? ¿Con esa firme oposición a estas moderneces, te has prestado a formar parte de ellas…?” El Román, aunque arcaico, no confunde la velocidad con el tocino, y sabe diferenciar un buen trabajo de las decenas de mierdas que nos proponen las editoriales en estas fechas tan propicias para el consumo masivo, ¡que para eso estamos los gurús “lijeros”!… Más aún, afirmo que es preferible regalar este trío de historias mínimas a precio asequible y narradas a golpe de origami, y, de paso, ayudar a que florezca la creatividad nacional, a que los magnates de la letra impresa se enriquezcan encasquetándonos refritos de libros que ya perdieron el brillo… Porque, ¿quién prefiere una bombilla de bajo consumo cuando puede alumbrarse con un farolillo lleno de luciérnagas?