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viernes, 9 de octubre de 2020

¡Elemental, querido Doyle!



Aunque todos lo conocemos por ser el autor de Sherlock Holmes, Sir Arthur Conan Doyle podía perfectamente eclipsar a su personaje más celebre. Escritor, médico, soldado, aventurero y gran deportista, se podía decir que Doyle (su verdadero apellido, pues tenía tres nombres: Arthur Ignatius Conan) fue un hombre con una vida muy rica. Como hasta su centenario todavía queda, les invito a que buceen en su dilatada biografía y se pongan en situación antes de leer cualquier cosa suya. Entenderán mucho mejor el contexto de sus relatos. 
Como aperitivo les contaré que su nombre aparece en los créditos de Parque Jurásico, ya que su novela El mundo perdido sirve de inspiración para esta película. También les diré que él mismo resolvió dos crímenes, salvando a Oscar Slater, un hombre acusado injustamente de matar a una anciana, de la cárcel. También quiso rechazar del título de caballero de la Orden del Imperio Británico (Sir) por considerar que el rey Eduardo VII se lo otorgaba amén de cuestiones políticas y no por sus méritos literarios (su madre lo disuadió para que lo aceptara). Incluso hay quien advierte que Doyle pudo ser el verdadero Jack el destripador en base a unos estudios grafológicos algo dudosos. 


Episodios de espiritismo aparte, una consulta vacía (a pesar de ser un médico brillante) y su afición por la política, Doyle parió a Sherlock Holmes, un personaje para el que tomó diferentes fuentes de inspiración. Inspiración nº 1: C. Auguste Dupin, el detective que inaugura el relato policial de la mano del genio Edgar Allan Poe. Inspiración nº 2: Joseph Bell, cirujano y uno de sus profesores universitarios que, por su capacidad de observación y meticulosidad, echó un cable a Scotland Yard para resolver algunos crímenes. Inspiración nº 3: Sir Henry Littlejohn, un experto forense de la también Universidad de Edimburgo que gustaba de investigar y relacionar casuísticas. Evidencias nº 4 y 5: hay autores que también mencionan a otros dos sabuesos, Francis “Tanky” Smith, maestro del disfraz y primer detective privado de Leicester, y Jerome Caminada, detective de Manchester. Si a estas evidencias añadimos que el apellido del personaje procede del escritor estadounidense Oliver Wendell Holmes, la redondez (y complejidad) está servida. 
Si bien es cierto que el origen del protagonista es complejo, no hay que olvidar que desde que viera la luz en 1887 Estudio en escarlata, Sherlock Holmes, además de adaptarse en multitud de ocasiones, ha servido de inspiración para otros muchos personajes de ficción. Desde la literatura hasta el cine, pasando por la televisión, todos conocemos nombres como House o The Good Doctor, personajes con mucho razonamiento deductivo que pueblan los relatos posmodernos en los más variopintos ámbitos. Y como la Literatura Infantil y Juvenil no podía ser menos, hoy les traigo un par de creaciones que se inspiran en el personaje de Doyle. 


En primer lugar tenemos a Basil, el ratón superdetective, una serie de aventuras creadas por la americana Eve Titus que está protagonizada por la versión roedora de Sherlock Holmes. Aunque todos ustedes la conocerán por su adaptación al cine de animación de la mano de los estudios Disney, el detective Basil y David Q. Dawson, su ayudante, salieron de la pluma de esta señora en 1958. Para ellos creo diez historias de las que Blackie Books acaba de publicar la primera, una que está ilustrada por Paul Galdone y lleva por título El misterio de Baker Street, un relato de intriga que comienza con el secuestro de las gemelas Angela y Agatha Proudfoot y que les lleva hasta la costa oeste inglesa en busca de Los Tres Terribles. 
Con un lenguaje directo, muchos guiños a las prácticas recurrentes de Holmes (incluida su excentricidad) y un universo adaptado al tamaño y ecosistema de estos roedores (no hay que olvidar gatos y otros enemigos), la narración es más que simpática y va iniciando a los lectores en las historias policiacas donde intriga y efecto-causa son una constante entre la bruma inglesa. 


En segundo lugar toca hablar de Las aventuras de Enola Holmes, otra serie, esta vez de seis libros, escrita por Nancy Springer y editada en castellano por RBA que narra las aventuras de la hermana pequeña del mismísimo Sherlock y de la que últimamente Netflix ha adaptado la primera de las historias titulada El caso del marqués desaparecido. Desde que se publicara por primera vez en 2006, la serie ha tenido mucha aceptación por parte del público, más todavía entre las lectoras, con las que conecta muy bien gracias a la identificación con la protagonista. 


Con un esquema narrativo diferente al primero (menos lineal y con ciertos juegos temporales), requiere de más atención y competencia lectora. Si bien es cierto que algunos la sitúan en lo paraliterario, diré en su favor que hay algo de ese viaje iniciático que exhiben muchas series de este tipo, en las que el héroe madura y gana el lugar que le pertenece, una literatura de transición que nunca está de más, sobre todo cuando desborda el universo de Doyle en lo que a lazos familiares se refiere.
Así que ya saben, si tiene un ratito, corroboren las similitudes, algo elemental a la hora de inspirar.

martes, 27 de enero de 2009

Lecciones de lógica


Con los años, uno se va percatando del tiempo que ha perdido, de las cosas que no hizo y que hoy le hubiera gustado hacer, de los labios que no besó por vete-tú-a-saber o de lo que no aprendió.
Respecto al último punto he de decirles que hay muchas cosas que me hubiera gustado aprender. Por dar un ejemplo, les diré que me hubiese gustado conocer las bases de la lógica, uno de los cimientos del razonamiento, pero como todo en esta azarosa vida, mi formación filosófica (área en la que se imparten estos contenidos) se basó en otro tipo de preceptos menos deseados, fundamentalmente en los escogidos por el profesor de turno, y así me quedé, sin lógica alguna –aunque parezca lo contrario-. Y como a cualquier frustrado/a e ignorante que conoce en otra persona lo que él/ella anhela, la envidia me corroe. Envidio a las mentes preclaras, de fácil razonamiento y pensamiento lógico. ¡Qué lata esto de ser un manta!
El ejemplo literario más pasmoso de la lógica bien usada es, siento admitirlo, la figura de Sherlock Holmes (les advierto que, aunque los razonamientos de Holmes son el eje, el personaje de Watson no desmerece lo más mínimo, les confieso que es mi favorito -Cuestión al aire: ¿No advierten cierto paralelismo entre esta pareja y el tándem formado por Don Quijote y Sancho Panza?-). El personaje que dio la fama a Sir (me he permitido destacar el título nobiliario para que algunos se empapen de que si los ingleses siguen dando el callo es por acciones como esta… a ver cuando nuestro monarca se decide a condecorar más abiertamente a literatos, científicos o ingenieros que tanto han hecho por nuestro país, en vez de a tanto político asqueroso, que ya está bien la broma…) Arthur Conan Doyle me ha encandilado la última semana. El sabueso de los Baskerville engancha, desde la primera palabra hasta la última, tanto, que me leí el texto integro en poco más de una hora y media. Me parece estupenda la variedad de estilos que recoge (epistolar, narrativo, coloquial), además de una buena excusa para que los chavales se aficionen a la novela detectivesca, que no exenta de acción, propicia el ejercicio de la razón. Así que hago un llamamiento a todos los maestros y profesores que siguen este lugar donde habitan los monstruos, para que ensalcen títulos como este, que nunca vienen mal a las mentes efervescentes de nuestros adolescentes.
En efecto, querido Watson.