Hablando de morcones con
mi compañero el murciano, acabo de darme cuenta de que me he puesto
como un trofollo... ¡Qué desastre, dios mío, qué desastre! ¡De
cuerpos humanos, de mermas, de lastres! Los años desvanecen el
lustre, se diluye la juventud y todo son achaques. Nada. Decidido.
Después de un mes padeciendo las bonanzas de polvorones y mazapanes,
hay que recuperar la figura...
“Hidratos de carbono”,
“abdominales” “colesterol”, “hidratación”, “bajo en
calorías” suenan a retahíla, pero estos vocablos son un clásico
al principio del año (¿Quién dijo “rebajas” y “cuesta de
enero” habiendo kilos de por medio?). Ya saben que nos hemos puesto
finos y ahora toca arrancar el año con gimnasios, entrenadores
personales, liposucciones y nutricionistas experimentados (¿Qué
chirigota decía aquello de “Lo mismo, lo mismo, to' los años lo
mismo”...?). ¡Habrá que quitarse las lorzas y prepararse para los
cuarenta grados centígrados! Mientras unos sudan en la cinta, otros
se pavonean por las clínicas de cirugía estética. Todo vale cuando
se trata de lucir palmito, de postureo veraniego. Cada uno saca el
mérito de donde lo tiene, unos de la voluntad y otros de la hucha de
las propinas, la cuestión es que el Instagram nos luzca, manque
pierda.
Yo soy de los de buen
comer y mover bastante el fandango. Nada de restricciones agresivas, de
hambrunas milagrosas, de bisturís o rutinas macrobióticas.
Ejercicio y buenos alimentos es lo básico. Meneen en culo. Yoga,
pilates, natación, carrera, un paseo con mueve, bici, fútbol o
baloncesto. Después vayan al frigo y echen mano de zumo de limón,
naranjas, también miel, queso, abundantes lentejas, garbanzos y
arroz, mucha agua, algunos frutos secos, espinacas, acelgas y
potajes, cucharas, guisados y pucheros, tomates frescos y aguacate,
fibra que no falte, ni vitaminas saludables. Nada de bebidas
azucaradas ni ultraprocesados, coma pan con prudencia, evite el
exceso de sal y aceites industriales. Desayune con colmo, almuerce
con ganas y cene ligero que ahora llega lo peor: acostumbrarse.
¿Quién dijo que haya
que renunciar a la buena repostería, a las tortillas de patatas? De
eso, nada. Sólo tiene que hacerlos usted mismo. Y si quieren una
buena receta, he aquí la de la tortilla española... Casque cuatro
huevos hermosos. Bátalos con mucho brío. Añada un vaso de azúcar,
otro de aceite, un yogur natural, un chorreón de leche, dos vasos de
harina de trigo y un sobre de levadura. Horno a 160º C y ¡voilá!...
¿¡Pero qué digo!? ¡Me traiciona el subconsciente! ¿Será que es
lunes o que soy un galgo?... Me habrá pasado como a El ratón que
quería hacer una tortilla, un álbum muy divertido de Davide
Cali y Maria Dek en el que un buen puñado de animales ponen su grano
de arena para echarle un cable al roedor y de paso, endulzarse la
vida entre todos.
Les dejo, que hay que
darle coherencia a la semana. Lo dicho, hagan el favor de moverse una
miaja, porque si le meten kilogramos de alegría al cuerpo y se
anclan a la siesta, se pondrán como la Tomata, y no habrá bisturí
ni dieta de la piña que valgan.
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