Que lo del clima no es
normal es algo que empezamos a interiorizar, algo que se hace todavía
más patente cuando en pleno mes de enero ves a más de uno en
tirantes o manga corta. Sé que poquito a poco se empezarán a dar
cuenta de que, a pesar de lo bien que les sienta el moreno nuclear,
si seguimos con dos meses de invierno y una media de precipitaciones
que roza lo sahariano, poco tiempo podremos sobrevivir.
Señores, les bajo de la
burra. No crean que nos estamos cargando el planeta. No es cierto.
Simple y llanamente estamos acabando con nuestro hábitat, el único
que hemos conocido y al que estamos adaptados. Y poquito más
(ironía)... Cuando los polos estén en las últimas, el desierto
avance irremediablemente y no tengamos ni un gotazo de agua con el
que regar los tomates, veremos si no se van a pique todos nuestros
sueños de grandeza (o miseria, que también cabe la posibilidad).
Me refiero a que a lo
largo de la historia de la Tierra han existido numerosas crisis
climáticas (provocadas por muchos factores como los cambios de
radiación solar, el aumento en la concentración de oxígeno
atmosférico, el vulcanismo o el impacto de meteoritos) que han
desembocado en la extinción de aquellas especies que no han podido
adaptarse a las nuevas condiciones ambientales, léanse invertebrados
marinos, grandes saurios, progimnospermas o helechos
arborescentes..., de todos ellos sólo quedan fósiles ¿Acaso
queremos engrosar sus filas? Parece ser que sí continuamos unos
cuantos lustros más con esa falta de decoro que nos gastamos y la
que todos los gobiernos y multinacionales secundan (no toda la culpa
es de Trump ni del currito, que ya esta bien de buscar culpables
ajenos y golpes de pecho), el mundo que habitamos será un erial.
Deforestación, ingentes
emisiones de gases con efecto invernadero, sobre-explotación de los
recursos naturales... Vamos que todo apunta a que nuestras neuronas
nos están jugando una mala pasada y que la voluntad, esa que Ramón
y Cajal creía motor de toda acción humana, está rozando el
subsuelo.
Piensa que te piensa,
llego a uno de esos libros hermosos y diferentes que a veces nos
regalan las editoriales patrias y que no deberían pasarnos
desapercibidos. A la vista, de Daniel Montero Galán y
publicado recientemente por Libre Albedrío, recoge una historia sin
palabras donde se pone en tela de juicio el papel que el progreso
está teniendo en la crisis ambiental que vivimos y ensalza las
formas de vida tradicionales como vía en la conservación del medio
natural, todo ello SIN UNA PALABRA. No se lo debería perder ningún
lector, pequeño o grande. Y si después de leerlo siguen sin un
ápice de respeto hacia el planeta, ya se encargará la madre Tierra
de volver a poner todo en su sitio aunque nosotros hayamos quedados
desterrados de su faz.
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