Sintiéndolo mucho, la
actualidad manda y hoy (seguramente mañana también) toca obituario
y tributo...
Es una pena que Ursula K.
Le Guin haya tenido que morir para que diarios y bitácoras se llenen
de alabanzas hacia su obra. Hacía ya cierto tiempo que sus novelas
habían caído un poco en el olvido entre los jóvenes lectores (es
lo que tienen los clásicos y el omnipresente mundo comercial) y,
aunque en ocasiones repuntaron gracias a las versiones/adaptaciones
de sus novelas por parte del estudio Ghibli, eran otros productos vacuos y
yermos los que le robaban el terreno.
Muy conocida entre los
lectores anglosajones, podríamos decir que Ursula K. Le Guin se
trataba de una de esas escritoras con solera, no sólo por pertenecer
a una familia culturalmente muy activa (era hija del antropólogo
Alfred Kroeber y la escritora Theodora Kroeber, de ahí la “K”),
sino por poseer una formación académica envidiable en lo que a
filosofía, letras y ciencia se refiere. Feminista, anarquista y
pionera, la figura de Le Guin rompió moldes en el tiempo que ha
dejado atrás.
Los monstruos debemos
romper una lanza por Le Guin en varios aspectos. En primer lugar, hay
que decir que es una de las creadoras de ciencia ficción y fantasía
más completas que han existido, no sólo por trabajar estos géneros
con amplitud, sino porque quizá, y sin desmerecer a otros autores
contemporáneos, su obra se podría calificar como más profunda y
trascendental en lo que al plano discursivo se refiere (abandona la
tecnología y el futurismo en pro del problema ético), y diferente
por desmarcarse de las típicas geografías y razas ficcionales
(elfos, orcos, enanos...) que cultivaban sus coetáneos al enriquecer
sus propios mundos imaginados donde destacan dos, el Hainish (o
Ekumen, una federación galáctica que construye a partir de El
mundo de Rocannon), enclavado en la ciencia ficción, y el de
Terramar, dentro del género fantástico
En segundo lugar y como
otros colegas (puede leerse Tolkien), Le Guin incluyó en sus obras
críticas al belicismo, a la sociedad y a la degradación del medio
ambiente (El nombre del mundo es bosque), también defendió
la identidad de género (véase la raza nativa de Gueden en La
mano izquierda de la oscuridad) y el anarquismo (Los
desposeídos). Como tercer punto hay que destacar la
omnipresencia femenina en su obra. Mujeres fuertes y capaces
sobrevolaban esos territorios imaginarios creados por su pluma, y que
más que diferenciarse de los protagonistas masculinos, los
complementan, un rasgo que heredarán las generaciones de escritores
de fantasía y ciencia ficción posteriores. También hay que decir
que Le Guin escribe con claridad y belleza, directa y sutil,
abandonando toda esa suerte descriptiva que otros autores del género
utilizan incesantemente. Por último, y a pesar de que su obra se ha
dirigido tradicionalmente al público juvenil, Le Guin se dirige a
cualquier lector, lo que la hace por tanto, abiertamente universal.
Si me piden una
recomendación y teniendo en cuenta que un servidor se siente muy
inclinado hacia las sagas fantásticas, tengo que hablarles una vez
más de las novelas que se desarrollan en el universo de Terramar, de
las que he leído Un mago de Terramar, Las tumbas de Atuan
y La costa más lejana.
Estarían incluidos también en este mundo Tehanu
(que aprovecharé para leer estos días, pues obtuvo el premio Nebula
en 1990) En el otro viento,
y una serie de cuentos breves que se recopilaron en el volumen
Cuentos de Terramar.
De las tres que he leído les puedo decir que, si bien las dos
primeras se podrían definir como los viajes interiores de sus
protagonistas, la tercera sería la más épica de las tres. En todas
ellas abundan los aspectos éticos y morales, y ahondan en lo
profundo de los personajes y su psicología, pero, a diferencia de
otras sagas épicas como El señor de los anillos,
no existen enemigos externos en esas travesías iniciáticas, sino
que el mal procede de uno mismo como consecuencia de sus elecciones.
En
resumen, tenemos que leer a Ursula K. Le Guin sí o sí, no sólo
porque su obra constituya uno de los mayores exponentes de la
literatura para todas las edades del siglo XX, sino por ser
generatriz y fuente inagotable de imaginación y fantasía para
muchos otros autores. Y si no me creen, les propongo un
acertijo: ¿A quién les recuerda Gavilán, el protagonista de Un
mago de Terramar, un aprendiz de mago que acude a una selecta
escuela donde aprender el oficio de la magia? ¿Acaso creen que es
una mera coincidencia...?
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