Todos tenemos secretos.
Unos más y otros menos. Algunos todavía guardan secretos de la
infancia, otros proclaman secretos a voces, los menos los comparten
con algún allegado y casi todos nos morimos de curiosidad por saber
los de otros. Y, claro, el Sr. Burdick no podía ser menos...
Aunque Los misterios
del Señor Burdick es un libro que forma parte de mi personal
canon y al que he hecho referencia en ciertas ocasiones, nunca le he
dedicado un espacio propio en este lugar de monstruos. Así que, a
modo de disculpa para con Don Chris Van Allsburg, he aquí unas
pinceladas sobre este álbum.
A nadie le llama la
atención un libro negro, menos todavía si se supone que va dirigido
a los niños (no sé si el autor eligió esta carta de presentación
para repeler a lectores de tres al cuarto o por que el objeto libro
adoptase cierto aire extraño, misterioso, atractivo...), pero el
caso es que, cuando uno se atreve a cogerlo (sobre todo si es en la edición original, esa con tipografía roja), lo que esconde tiene
mucha miga. En la edición en castellano de Fondo de Cultura
Económica (gracias por este regalo), se reproduce en la tapa una de
las imágenes que forma parte del legado del Sr. Burdick, un
protagonista del que sólo conocemos un puñado de imágenes. (N.B.:
Me encanta esta forma de crear un personaje a través de sus
producciones, porque el lector, como todos, solemos forjarnos ideas,
unas veces erróneas, otras ciertas, sobre como son los demás sin
conocerlos personalmente. Es curioso como nuestros prejuicios y la propia
experiencia entran a formar parte del juego, de la fantasía al fin y
al cabo, esa que nos ata y nos libera al mismo tiempo).
Abrimos el libro. Guardas
negras. La cosa va in crescendo. Portadilla blanca con otro dibujo a
grafito. El contraste oscuridad-luz anuncia que algo va a pasar...
“Introducción”. La cosa se pone seria. El autor nos cuenta la
historia de este libro. En él se reproducen la serie de
imágenes que (supuestamente) un desconocido llamado Harris Burdick
llevó al editor de libros infantiles, Peter Wenders. Todas
ellas ilustraban varios cuentos de su autoría y los llevaba a modo
de muestra (portfolio que llamaríamos hoy día), acompañados de
unas frases, como un pie de foto/imagen. El señor Burdick prometió que
regresaría con sus historias, pero nunca más volvió. Sólo nos
dejó catorce imágenes inquietantes acompañadas de un título y
unas pocas palabras.
Metámonos en harina
pues...
El estilo de las
ilustraciones se adscribe al figurativo realista, a veces con
elementos surrealistas (imagen de Extravío en Venecia),
fantásticos (imagen de La casa de la Calle Maple) o
descontextualizados (imagen de El arpa). Para su elaboración, Van Allsburg utiliza exclusivamente el lápiz de grafito. Si a ello
añadimos la típica técnica de desdibujar las formas y el uso del
claroscuro, se añade más aire a las escenas y las dota de cierta
atmósfera irreal, a modo de ensueño. Como curiosidad cabe decir que
la imagen Otro lugar, otro tiempo, que también se utiliza en
la portada/tapa, está inspirada en una fotografía de Erich Lessing
para el número de junio de 1959 de National Geographic que
acompañaba un artículo sobre la posguerra en Alemania, un dato que
pone en evidencia el proceso de construcción en el mundo de las
artes gráficas (N.B.: Miriam Abad, gracias por la búsqueda y el detalle de hacérmela llegar. El poder de los libros es hermoso, dulce...).
El corpus del libro se
estructura en dobles páginas en las que el texto ocupa la izquierda
y la imagen la derecha, de tal manera que el ritmo en la lectura
acaba focalizando la atención, primero en la imagen y posteriormente
en el texto. De esta manera el autor consigue crear cierto efectismo,
una sorpresa que crece con el mundo verbal. Aunque ambos lenguajes se
complementan y se ayudan, no lo hacen del mismo modo. Mientras que el
título remite a un contexto amplio, ese en el que la imaginación
del lector desborda la doble página, las frases, por lo general, se
refieren a un momento exacto, al instante en el que se congela la
imagen. Esta segunda relación es más variable y en ella se pueden observar
redundancias o complementariedades.
Otra cosa que diferencia
a este álbum del resto es que la secuenciación no depende de la
consecución de las escenas/imágenes, sino que depende del contexto.
Es decir, no hay sucesión. Son parcelas de espacio y tiempo
independientes. Es la ruptura en una de las características clásicas del álbum que, de no ser por la introducción, no podría definirse
como tal.
Guardas negras. Tapa
negra. ¿Fin? No, creo que no...
Si los misterios no
fueran pocos, la cosa se complica cuando, y siempre según Van
Allsburg, en 1993 aparece un anticuario que les relata a él y
Wenders cómo, tras comprar la biblioteca antigua de una anciana, un
espejo antiguo con retratos de algunos personajes del A través
del espejo de Carroll que también estaba incluido en el lote, se
cayó al suelo y, tras romperse el cristal, descubrió otra imagen
similar a las restantes de Burdick que pertenecía a la historia de
Perdido en Venecia.
Años más tarde Chris
Van Allsburg publicó en su página web que Wenders había muerto en
el año 2000 cuando contaba 91años.
Todos los que conocen la
obra de Chris Van Allsburg saben que lo enigmático es una de sus
constantes, como bien prueban títulos como El naufragio del
Zéfiro, El expreso polar o Jumanji. Sin caer demasiado en lo
efectista, es capaz de mantener cierta expectación en el lector
antes, durante y después de leer sus libros, pero con este título
consigue que eso trascienda más allá, lejos de la edad de los
lectores y lejos de las fronteras. La universalidad de los, a mi
juicio, dos juegos que propone ante el curioso lector partiendo de
dos incógnitas (por un lado intenta ampliar los límites de la
fantasía y por otro saber si el contexto es real o ficticio) es lo
que hace a este libro diferente, más especial.
A todo lo anterior hay
que añadir que este libro tiene muchas aplicaciones dentro del aula
al constituir un pretexto inmejorable para trabajar la redacción,
fomentar la imaginación, la construcción de historias (bien
concatenadas, bien independientes), y empatizar con el género del
libro-álbum, las narrativas gráficas y los autores. Prueba de ello
es que hace unos años se publicó The chronicles of Harris Burdick,
un libro en el catorce reconocidos escritores entre los que se
cuentan Kate DiCamilo, Lois Lowry, Linda Sue Park, Jon
Scieska, Tabitia King o Stephen King, realizan precisamente este ejercicio de
narración en base a las imágenes de Chris Van Allsburg.
Decir también que el
relato de The house on Maple Street de Stephen King (inserta
en su libro Pesadillas y alucinaciones) está basado en la
última de las imágenes de este libro.
Y poquito más, que ya es
bastante para este libro tan redondo... Sólo me queda despedirme de
ustedes confesándoles que, mientras escribo esto, todavía sigo
dudando sobre si el Sr. Burdick existió.
4 comentarios:
Román me encanta tu blog...........estas echo un crakc de la literatura infantil, me encanta.
¡Gracias, Anónimo! ¡Tu también estás hecho un crack!
¡Se acabó! Llevo oyendo sobre él años. No lo tienen en ninguna de las bibliotecas a las que voy. Vas y largas un post como nunca dedicado palabra por palabra a este libro. Sin la mínima distracción a nada ni nadie. ¡Se acabó! Me lo acabo de comprar. Eso sí: second hand in English.
Jajajaja... Te veo muy animada, Miriam, así que..., ¡al lío! Esa tipografía en rojo de la edición inglesa es muy prometedora. ¡Un abrazo monstruoso!
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