La bañera, ese objeto tan deseado por algunos y que nos ha acompañado desde bien antiguo en nuestro quehacer diario, está siendo desterrada de los hogares. Espacio, tiempo, ecologismo o moda están abocándonos inexorablemente a la ducha, un artilugio mucho más práctico y sin tanta ceremonia. Parece que la vida moderna no perdona a ningún vestigio del pasado.
Las primeras bañeras se cree que empezaron a usarse en el antiguo oriente y la más antigua que se conserva data del 1.800 antes de Cristo, encontrada en Babilonia. Fueron utilizadas por motones de culturas. Griegos, romanos, otomanos… hasta que llega el medievo, una época bastante miserable e insalubre, en la que este objeto cae en el olvido.
Reaparece en occidente en el siglo de las luces, época en la que nacen las precursoras de las bañeras modernas que utilizará una burguesía incipiente. Pero su uso no se extenderá a gran parte de la población hasta finales del siglo XIX gracias a l producción en serie que trajo consigo la Revolución Industrial y la necesidad higiénica que tanto defendería Louis Pasteur para evitar enfermedades indeseables. Así hasta llegar a las bañeras de hierro fundido que tan de moda se han puesto en los hoteles elegantes, las de esmaltado porcelánico que todos conocemos, o las de fibra de vidrio de última generación.
Protagonista de conocidísimas obras de arte como La muerte de Marat de Jacques Louis David, El baño de Alfred Stevens o toda la serie bañista de Degas, la bañera sigue dando que hablar, máxime cuando alguien se resbala y los huesos se resienten, o te rechinan los engranajes y no puedes levantar la pata para meterte en ellas.
Y con tanta bañera llegamos hasta La ballena en la bañera, un álbum del gran Miguel Calatayud que rescata la editorial Iglú para disfrute de los monstruos. En este libro con trabalenguas por título (intenten decirlo unas cuantas veces acelerando la pronunciación y verán) se recoge la historia del rey Papo de Papuré, su hijo Pipo y una ballena que queda varada en la costa.
Con su inconfundible estilo, el ilustrador de Aspe (Alicante) nos sumerge en una historia aparentemente sencilla pero llena de matices. La necesidad de proteger la naturaleza, la mirada infantil, los caprichos humanos, los conflictos familiares, o el despotismo en cualquier variante se intercalan en la mirada conforme pasamos las páginas de un libro ideal para leer tras darse un baño.
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