Cuando sufrimos algún revés, los seres humanos jugamos a las condicionales, esa especie de arrepentimiento lingüístico que nos hace volar al futuro dependiendo de la conveniencia y nuestros deseos. Un ejercicio la mar de terapéutico que nos permite transformar de manera momentánea ese presente que nos lacera.
Las palabras nos consuelan cuando nos aventuramos a imaginar acontecimientos como si de una bola de cristal se tratase. Nos convertimos en profetas que, haciendo uso de las artes adivinatorias, proyectamos anhelos utilizando el pasado. Hay mucha magia en lo probable, lo imposible o lo irreal. Nos permite ser lo que siempre hemos querido ser o lo que nunca seremos.
Lo peor de las condicionales viene con el arrepentimiento, esa larva que te carcome hasta cotas insospechadas. La culpa se mete en nuestras venas y se hace insoportable. Una decisión fortuita, una carambola del destino, una obligación inamovible.
Pese a ello, tenemos que pensar que no todo depende de nuestras decisiones, que siempre hay un resquicio para el azar y que, por mucho que queramos, no podemos controlar el sino a nuestro antojo. La vida es una mera casualidad, como esa enorme tormenta que se cernió sobre Valencia los días pasados y tantos destrozos y pérdidas personales ha ocasionado.
Lejos de la tristeza que suponen las pérdidas, demos la vuelta a las suposiciones verbales y pongámoslas en positivo. Dibujemos un panorama tan extraño, como estrambótico. Busquemos la belleza y guiemos nuestros esfuerzos en construir un escenario esperanzador.
Hagamos como el protagonista de Y si Nono… un libro de Inbar Heller Algazi que acaba de publicar Litera, una de esas editoriales valenciana que se ha visto muy afectada por este infierno de la gota fría y a la que desde aquí mando mucho cariño y mucha fuerza.
Nono, el protagonista de este libro, ha sufrido un percance muy extraño: se le ha quedado pillado el dedo en la línea de separación de la doble página. Esta es la situación que sirve como interruptor a toda una serie de conjeturas en el caso de que no logre escapar. Si sigue anclado en ese lugar, habrá que llevarle un juego para que se entretenga, también comida para que no muera de inanición, una tienda de campaña para que se resguarde durante la noche o un abrigo para hacerle frente al frío. ¿Qué pasará? ¿Conseguirá liberar su dedo?
El objeto libro juega un papel importante en este pequeño sketch que nos plantea una comedia de situación bastante surrealista, que al mismo tiempo nos permite participar de ella. Al principio, todo parece bastante probable, pero conforme pasamos las páginas, una especie de locura predictiva se desata y se apodera del libro, provocando que todo nos parezca demasiado hiperbólico y disparatado (al fin y al cabo, es lo que muchas veces suele pasar).
Con esos conejos como personajes secundarios que colaboran silenciosamente en la acción con detalles muy graciosos (fíjense en sus bigotes o en la postura del muñeco de nieve) y elementos técnicos como la alternancia de colores en los fondos, encontramos una excusa estupenda para dejar volar nuestra imaginación junto a la de Nono, y así resurgir del lodo.
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