Aprovechando que mañana hago pública la primera parte de la
selección de libros informativos del curso 2018-2019 (pueden echarle un vistazo
a la selección del curso pasado AQUÍ y AQUÍ, e ir abriendo boca, porque les
aseguro que los nuevos libros también son geniales), he querido empezar esta
cortita semana (ya saben que se nos avecina uno de esos puentes que alegran la
existencia) con la relación entre los niños y el mundo… ¡Allá voy!
Nadie nace sabiendo. Unos abren más los ojos que otros, sí,
pero todos necesitamos que alguien nos vaya presentando el mundo de una manera
u otra. Por lo general suelen ser los padres quienes introducen al niño en lo
que le rodea. Primero van los sonidos, después las formas, el tacto y el gusto
(¡Los niños lo chupan y saborean todo! Bendita fase oral…). Después -y también
antes- llegan las palabras, su sonido, su melodía, su significado. Arriban más palabras,
más cosas, muchos más procesos. Así hasta que viene el día de nuestra misma
muerte, pues bien es sabido que cualquier jornada es el inmejorable escenario
para aprehender aquello que llama nuestra atención, que despierta la
curiosidad.
Padres, hermanos mayores y menores, abuelos, primos, tíos,
compañeros de colegio, maestros, amigos, parejas, colegas de trabajo y
completos desconocidos nos van abriendo puertas, bosques y caminos, unos ya
conocidos, otros impenetrables. Nos cogen de la mano y nos pasean por aquí y
por allá. Apuntan, señalan y nos explican esto y lo otro. Cómo funciona una
bicicleta, cómo se transcribe una conferencia, cuál es el nombre de las
estrellas, cómo se escogen frutas y verduras, o la receta de una ensaladilla. Enseñar
y cultivarse, sembrar y recoger, en eso consiste el aprendizaje.
Por todo ello no es de extrañar que muchos libros infantiles
se hagan eco de este hecho cotidiano. Como prueba, estos tres títulos que abren
la semana: Cuando yo nací de Isabel
Minhós Martins y Madalena Matoso (editorial Takatuka) Cuando papá me enseñó el universo de Ulf Stark y Eva Erikkson (editorial
Galimatazo) y Porque te quiero mucho
de Milja Praagman (Hércules Ediciones). Aunque todos tratan esta relación entre
los niños y su entorno, existen diferencias entre unos y otros que desgrano a
continuación.
En el primero, las autoras de Planeta Tangerina recurren de
nuevo a sus líneas sencillas y sus juegos de color para introducirnos en una
historia que va desde el nacimiento del protagonista hasta los primeros años de
vida. Mientras que al principio prima el uso del negro (quizá una metáfora
sobre la oscuridad del vientre materno), la paleta de colores vivos se abre
camino hacia las páginas finales para contarnos esa evolución en el
conocimiento que experimenta un niño donde no existen otros protagonistas
explícitos.
El segundo es un libro con cierto éxito y recorrido en los
países nórdicos, sobre todo en Suecia, y con el que se estrena la editorial
Galimatazo. En él, un padre decide mostrarle el cielo estrellado a su hijo, un
niño que descubrirá otro universo mucho más cercano en el recorrido que va de
su casa al campo abierto. Es así como los autores ponen en tela de juicio la
visión tan distinta que del mundo tienen pequeños y mayores, una dicotomía ya
clásica en la LIJ subversiva que se ve acrecentada por la nota jocosa al final
de la historia (que me ha encantado, he de confesarlo).
Por último tenemos la emotiva historia de una abuela y su
nieta mientras pasean por las calles y descubren rincones cotidianos. Parques,
museos y plazas se suceden en las páginas de un libro que hace algún guiño a
Nueva York (fíjense en el mosaico homenaje a John Lennon del Strawberry Fields
Memorial de Central Park) y que ofrece muchas preguntas a la niña protagonista.
Llama la atención el mensaje de ciudad multicultural que encierra este libro
gracias a la diversidad de gente que la habita y los símbolos que se recogen en
ella. Tanto es así que las mismas protagonistas pertenecen a la esfera de las
familias multirraciales.
En definitiva y resumiendo: tantas cosas aprendemos gracias
a los que se cruzan en nuestras vidas, que hay que agradecerles su tiempo y dedicación
con libros como estos.
Y mañana, ¡montones de libros informativos!
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