Como ya dije el año pasado en este artículo, el libro-álbum es uno de los formatos más elegidos a la hora de recuperar estos productos de la tradición oral y/o escrita. Es por ello que he creído interesante ir recogiéndolos para disfrute de los monstruos que sienten debilidad por ellos.
Versiones íntegras o adaptadas, dan buena cuenta de que diferentes culturas han ido creando relatos de todo tipo que explican muchos aspectos de la vida cotidiana conocidos y desconocidos, un patrimonio que está cayendo en el olvido generacional y que debemos conservar gracias a los nuevos formatos que traen las literaturas gráficas. ¡A por ello!
El primero es Los hijos del sol, un álbum de Micaela Chirif y Juan Palomino que recoge la leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo, un relato en el que se narra la fundación de la ciudad de Cuzco, la capital de la civilización inca, una cultura que se extendió desde Perú a otros territorios como Bolivia, Chile o Ecuador.
En mitad de un mundo salvaje en el que los hombres vivían salvajes, el dios Sol se vio reflejado en el lago Titicaca. Tanto se acercó, que una chispa de fuego cayó en sus aguas y de ella nacieron dos hermanos, Manco Cápac y Mama Ocllo, a quienes encomendó la tarea de fundar la primera ciudad. Para ello les hizo entrega de una vara y les dijo que el lugar donde esta se clavara fácilmente, sería el sitio donde la tendría que erigir. ¿Lo conseguirán? ¿Tendrán alguna ayuda?
Con un texto muy asequible y enriquecido por ese sabor tan exótico que siempre nos traen los autores latinoamericanos, esta historia se adentra en la iconografía de las civilizaciones precolombinas. Ocres, azules y grises se funden en unas ilustraciones que en parte recuerdan a las pinturas primitivas, un estilo muy adecuado para hablar de orígenes. Formas sinuosas que nos hablan de los caminos, circulares y espiraladas que nos hablan de comunión, recortadas y angulosas que nos hablan de lo abrupto y lo complicado.
Representaciones de la fauna silvestre, dibujos de la flora agrícola que recuerdan a los códices antiguos, y unas guardas a modo de prólogo y epílogo, son la guinda de una leyenda redondita y muy bien traída.
Seguimos con lo nuevo de Suzy Lee. Este libro nació en gracias a una actividad propuesta dentro de Vacance, un grupo formado por autores de libros ilustrados, que invitaba a contar una historia tradicional utilizando un nuevo formato. La artista coreana se decidió por El joven que compró la sombra del árbol, un cuento coreano recogido en forma de libro-acordeón y que acaba de publicar Barbara Fiore.
En él se narra la historia de un joven viajero que llega a una aldea y se dispone a descansar bajo la sombra de un árbol. Tras presenciar el despotismo del hombre rico y egoísta que les prohíbe estar en su propiedad, el viajero decide darle un puñado de monedas a cambio de esa sombra. El hombre codicioso no se lo piensa dos veces y acepta el dinero. De ese modo todo el mundo puede disfrutar de una umbría que, conforme va cayendo la tarde, se hace cada vez más larga y…
Con unas ilustraciones sencillas y elegantes en las que el color nos ofrece una transición por los diferentes momentos del día, Lee nos seduce con una pequeña fábula sobre cómo la búsqueda del bien común, puede acarrearnos un triunfo personal. Al mismo tiempo, el formato de concertina ayuda a imprimir continuidad a una historia en la que los personajes se divierten rodando por el suelo y disfrutando de una sombra que cada vez se hace más grande y ahonda en el sentido de unidad.
Sí, amigos, Suzy Lee lo ha vuelto a conseguir, aunque en esta ocasión se haya desligado del comportamiento infantil y haya buceado en la tradición oral de su tierra natal desde un prisma novedoso sin faltar a la esencia.
El siguiente título también está basado en un cuento de Camerún, versionado por Boniface Ofobo, narrador oral especializado en historias africanas, e ilustrado por Marc Taeger, diseñador gráfico catalán afincado en Galicia. El elefante que perdió su ojo es un álbum recién publicado por Kalandraka en el que se aborda la importancia de la tranquilidad a la hora de resolver los problemas.
Un elefante muy juguetón gusta de sacarse el ojo derecho y lanzarlo al aire. Siempre lo coge al vuelo hasta que un día, por culpa de un despiste, el ojo cae al agua y el elefante no lo encuentra. Le pregunta a la rana, el cocodrilo y a la tortuga. Nada. ¿Y si está en la selva? El elefante pregunta en este lado y en este otro. Se pone nervioso, deambula, vuelve a interrogar a todo el mundo. ¿Será capaz de recuperarlo?
Tan simpática, como sugerente, esta pequeña fábula del continente de los colores nos invita a sumergirnos, no solo en la fauna del lugar, sino en una situación fácilmente reconocible en la que el nerviosismo y el estrés se adueñan de nuestro ser para, en un momento de relajación y tranquilidad dejarnos pensar la manera más plausible de solucionar nuestros problemas.
1 comentario:
¡Una exposición brillante! Tu publicación es reveladora, está bien elaborada y es un placer leerla. Gracias por compartir tu valiosa perspectiva.
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