jueves, 23 de noviembre de 2023

Resiliencia


Últimamente he aprendido a flexibilizarlo todo. Bueno, todo menos las lumbares, que no hay quien las dome a estas alturas de la vida y de vez en cuando parezco Chiquito de la Calzada.
Aunque siempre he sido muy partidario de lo rutinario, de un tiempo a esta parte encuentro más que interesante (y saludable) eso de exponerme a cualquier cambio repentino que desestabilice de alguna forma esa vida un tanto cuadriculada que llevo. Y si de paso aprendo a transitar nuevos derroteros con los que lidiar y explorar mi fuero interno, tanto mejor.


Tampoco hace falta mandar a la mierda un buen puesto de trabajo, enrolarse en un trasatlántico ni marcarse un retiro tibetano. Con prestarse a experiencias desconcertantes o un tanto incómodas, basta. Romper con lo (pre)establecido no solo es un buen ejercicio en el aspecto social de nuestra existencia, sino también en el laboral, de hecho, muchas dinámicas en la selección de personal están dirigidas a la resolución de problemas y conflictos inesperados.


Si alguno quiere cambiar su color de vida, les recomiendo que echen mano de El trocatintas, el álbum de Gonçalo Viana que acaba de publicar en nuestro país la editorial gallega Bululú. Ganador de muchos y notables premios, entre ellos el Bologna Ragazzi del 2020 en la categoría de Opera Prima, este libro es una delicia visual en toda regla.


Dos amigos y un perro disfrutan volando su cometa hasta que esta se queda atrapada en lo alto de un árbol de color blanco. ¿Blanco? Será que el libro está estropeado. Cojamos otro. Dos amigos y un perro disfrutan contemplando una nube verde. ¿Verde? Esto no puede ser otro libro mal entintado, aquí pasa algo. ¿Jugarán el árbol y la nube al engaño? ¿Alguien las habrá cambiado? ¿El trocatintas quizá?


Con un pequeño e inesperado cambio, el autor portugués nos sumerge en una historia vivaracha y muy geométrica donde las composiciones y los detalles son más que importantes. Páginas creadas gracias a la repetición de motivos y con mucho equilibrio, son fundamentales a la hora de trasladarnos a un imaginario tan particular, como creíble: ¡un ser encargado de cambiar el color en los libros! (NB: Quiero un trocatintas en miniatura).


También me encanta ese ritmo narrativo lleno de pequeñas fragmentaciones que permite a los lectores participar en el uso y creación de conectores sobre los que se balancea la acción. Esos ojos que todo lo ven, verdes algodones de azúcar, aves que miran al cielo, hermosa metáforas sobre frases hechas y una lluvia de manzanas, me vuelven completamente loco.
Lo dicho, que nunca viene mal un poco de perspectiva para hacerle frente a los cambios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también quiero un trocatintas. ;-) be water my friend