Ya saben que soy un fanático del lenguaje, del bueno y del malo (que tengo la sin hueso muy suelta). Siempre me ha gustado jugar con las palabras, su sonido, su significado, sus trampas. Desde bien pequeño me he divertido con dichos, jeringonzas, cancioncillas sin mucho sentido y alguna que otra retahíla.
Por esa razón andaba con ferviente deseo de hacerme con un ejemplar de la compilación con la que Antonio Rubio nos ha dado en el clavo a muchos amantes de la tradicional oral infantil. Aunque hay montones de colecciones regionales y nacionales de estas producciones rimadas que a veces se acompañan de soniquetes y melodías, nunca está de más hacer hincapié en ese legado común de la infancia con un libro, que si bien no las recoge todas, consigue establecer un corpus muy útil para padres, educadores y mediadores.
Dividido en cuatro cancioneros, el maestro realiza recopila y clasifica por edades todas estas producciones rimadas. Nanas y rimas corporales para los más pequeños, juegos de todo tipo para críos de tres años en adelante, trabalenguas, galimatías y refranes a partir de seis años, y un ejercicio de recopilación para los más mayores. Un libro redondo a excepción de una nota final que no entiendo y que va en la línea de algo que hablé en este post.
Como muestra del material que aparece en este magnífico librito, he elegido tres botones: un sorteo numeral críptico, un romancillo y una adivinanza que utilizaba con frecuencia durante mi infancia. Si quieren encontrar algunas de las suyas, ya saben lo que tienen que hacer: acudir a la librería más próxima y disfrutar de esta recopilación que no solo sirve para recordar el pasado de uno, sino para endulzar el futuro de otros.
Una, dola, tela, catola…,
quile, quilete,
estaba la reina
en su gabinete;
vino Gil
y apagó el candil,
candil, candilón;
cuenta las veinte,
que las veinte son:
policía y ladrón.
* * *
Estaba el señor don Gato
sentadito en su tejado,
marramiau-miau, miau, miau;
sentadito en su tejado,
cuando recibió una carta,
si quería ser casado,
marramiau-miau, miau, miau;
si quería ser casado,
con una gatita blanca
sobrina de un gato pardo,
marramiau-miau, miau, miau;
sobrina de un gato pardo.
Al oír esta noticia,
se ha caído del tejado,
marramiau-miau, miau, miau;
se ha caído del tejado.
Se ha roto siete costillas,
el espinazo y el rabo,
marramiau-miau, miau, miau;
el espinazo y el rabo.
Ya lo llevan a enterrar
por la calle del pescado,
marramiau-miau, miau, miau;
por la calle del pescado.
Al olor de las sardinas,
el gato ha resucitado,
marramiau-miau, miau, miau;
el gato ha resucitado.
Por eso dice la gente,
siete vidas tiene un gato,
marramiau-miau, miau, miau;
siete vidas tiene un gato.
* * *
Entre dos piedras feroces
sale un hombre dando voces.
Antonio Rubio.
En: Puer poeticus.
Ilustraciones de Concha Pasamar.
2023. Pontevedra: Kalandraka.
No hay comentarios:
Publicar un comentario