miércoles, 5 de mayo de 2010

Menudencias de la LIJ


“Semos” los mayores y no la gente menuda, los que, en nuestro afán, por un lado, de imponer nuestro criterio, y por otro, de seguir siendo meros Peter Panes, producimos, editamos, recomendamos y vendemos todo tipo de obras dirigidas a un público ajeno a nuestra franja de edad, el infantil. 
Sí, sí… muchos me diréis que sois padres, tíos, abuelos, maestros, payasos o cuentacuentos, pero, al fin y al cabo, todos y cada uno de nosotros no somos más que entrometidos… Y hago bien en pensar en que, si las manecillas del reloj me llevasen a otros tiempos en los que era un niño, y un adulto como el que soy yo ahora me recomendase un libro, no me cabe duda de que, como mínimo, le dedicaría una pedorreta y lo dejaría con tres palmos de narices cuando, al girarme, le dedicara un sonoro “¡¿Qué se habrá creído este?!”. 


Creo que la Literatura Infantil es aquella literatura leída (o escrita) por los niños y nunca aquella escrita para los niños (fíjense en ambas preposiciones…, ¡cuan grande es la grandeza de la lengua castellana!), cosa que olvidamos a diario, yo el primero, mientras sugerimos, reseñamos y defendemos este libro o aquel otro… 
Claro está que sabemos de sobra que el gusto está reñido con la calidad y no podemos dejar entre manos de cualquiera eso que llamamos selección bibliográfica, ya que llenaríamos librerías y bibliotecas de adaptaciones Disney®, Barrio Sésamo® o las aventuras de Gerónimo Stilton. 


En cualquier caso la solución para no caer en esa literatura de masas o paraliteratura que llena nuestras estanterías como agua de mayo (¿Quién iba a decirnos lo útiles que nos sería el paraguas y el abrigo estos días?), está en el término medio: conjugar las preferencias del público infantil con nuestros criterios sobre literatura. Y siguiendo mis gustos y criterios, les envío allá donde estén una colección de libritos que vuelve locos a los niños pero también a los adultos. No podía ser otro, Pomelo a llegado a esta casa de monstruos.


Por si no lo conocen se lo presento. Pomelo es un elefante diminuto. Yo calculo que no debe medir cinco centímetros (vive debajo de un diente de león, imagínense...). Y no me refiero al largo, pues seguro su trompa es larguísima. Además es rosa, un color muy poco común entre los elefantes, y suele perderse en cualquier escenario que le parezca bien.
Archiconocido por todos los monstruos, este personaje de la escritora rumana -nacionalizada francesa- Ramona Badescu, y el ilustrador francés Benjamín Chaud, llegó a las librerías en 2002 para quedarse y vender montones de copias de sus libros en pequeño formato y tapa blanda (¡Lo que me gustan estos libritos que edita Kókinos!). Una serie que suele repetir el patrón de otras ya que en muchos volúmenes podemos encontrar varias historias (recuerden por ejemplo, a Sapo y Sepo). 


Colorista, simpático, absurdo, cercano, tierno , divertido, curioso, inocente, poético, exagerado y un sinfín de calificativos más, hacen de Pomelo una apuesta segura dentro de una literatura infantil que encandila a todas las edades y sabe adaptarse a cualquier tipo de lector independientemente de su franja de edad, origen u condición. Esa universalidad que muchos necesitamos en aras de una literatura poderosa que, desde la sencillez, nos obligue a perdernos entre bosques y malezas espesas e intrincadas.


1 comentario:

Evaristo dijo...

Definición acertadísima: "la Literatura Infantil es aquella literatura leída (o escrita) por los niños y nunca aquella escrita para los niños".
¿Sirve para jóvenes?
La Literatura Juvenil es aquella literatura leída (o escrita) por los jóvenes y nunca aquella escrita para los jóvenes.
¿Me permites otra adaptación?
la Literatura Juvenil es aquella literatura leída (o escrita) por los jóvenes y nunca aquella impuesta por los profesores.