Aunque Howard Pyle fue un ilustrador demasiado prolífico, y para mi gusto, estuvo muy encasillado en ciertos géneros, he considerado oportuno referirme a él en esta sección, dada su importancia, por un lado, como defensor entusiasta de la ilustración literaria entendida como tal, y por otro, como profesor y mentor de una generación de grandes ilustradores norteamericanos.
Pyle nace el 5 de marzo de 1853, en Pennsylvania en el seno de una familia de cuáqueros a cuya cabeza se encontraba, William Pyle, su padre, y Margaret Churchman, su madre. Como la mayor parte de los miembros de esta hermandad, sus progenitores estaban interesados por la cultura, heredando así Pyle, sus ambiciones literarias.
Como la cultura de estas sectas centroeuropeas estaba basada en las doctrinas místicas escandinavas y en las leyendas populares de corte anglosajón, la educación que Pyle recibió, sobre todo en el ámbito familiar ya que obligado por los negocios comerciales la familia se desplazaba con frecuencia, estuvo marcada por un poso europeo e idealista.
Al mismo tiempo que trabaja en el negocio de cuero paterno, su madre le contagia el entusiasmo por Leech o John Tenniel, ilustradores ingleses clásicos que despertarán en él sus inclinaciones artísticas y que desarrollará más tarde en el estudio de Van der Weilen, Philadelphia, donde se forja inicialmente su estilo pictórico.
Tras escribir un artículo ilustrado por él mismo sobre las costumbres de Chincoteague, Virginia, en 1976 se le abren las puertas del periodismo ilustrado en Nueva York de la mano de la revista Scribner’s Magazine. Tras esta primera publicación y dado que el panorama editorial no era muy halagüeño por la dura competencia, Pyle, tarda otros dos años en ver publicado otro de sus trabajos en Harper’s Weekly, que le abre finalmente camino en el mundo editorial. En 1880 regresa a Wilmington, Delaware, con cierto renombre como escritor-ilustrador y un año más tarde contrae nupcias con Anne Poole.
Desde 1983, año en el que colaboraba con las publicaciones más importantes de la época sin moverse de su hogar, empiezan a ver la luz muchas de sus obras. Como consecuencia de su reputación, Pyle comienza a impartir clases en varias instituciones de Pennsylvania, el Drexel Institute of Arts and Sciences and Industry de Philadelphia o en Chadds Ford (Wilmington, Delaware) donde funda su propia escuela. En julio de 1903, la Howard Pyle School of Illustration Art, comienza su primer curso en el que están matriculados Jessie Willcox Smith, Maxfield Parrish, Harvey Dunn, Percy Ivory, Frank Schnoover y N. C. Wyeth, destacados ilustradores norteamericanos que junto a otros han pasado a la historia con el sobrenombre colectivo de “The Brandywine School”. En total, 110 artistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX -40 de ellos mujeres- fueron alumnos suyos. Todo un hito para la época.
Durante esta época Pyle publica 20 libros de los que es autor, todos ellos también ilustrados por él mismo utilizando diversas técnicas entre las que destacan el revolucionario fotograbado y la impresión a color. Así, podemos citar The Merry Adventures of Robin Hood (1883), Whithin the Capes (1886), Pepper & Salt (1886), The rose of Paradise (1888), The Wonder Clock (1888), Otto of the Silver Hand (1888), Men of Iron (1892), A Modern Aladdin (1892), The Garden Behind the Moon, The ghost of Captain Brand (1896), Book of Pirates (1921) y los cuatro volúmenes de las leyendas artúricas: The Story of King Arthur and His Knights, The Story of the Champions of the Round Table, The Story of Lancelot and His Companions, y The Story of the Grail and the Passing of Arthur (1903-1910). Además ilustra obras de otros autores como N. Hawthorne (A Wonder Book for Girls and Boys), W. Irving (History of New York), A.Tennyson (The Lady of Shalott) o Mark Twain (Saint Joan of Arc).
Tras realizar diversos encargos de pintura al óleo que hoy día se pueden ver en el Museo de Arte de Delaware–podemos citar “The Nashville Battle” (1906)-, Pyle se da cuenta de que, como autodidacta, necesita ampliar sus conocimientos técnicos sobre pintura clásica y decide viajar al viejo continente, concretamente Italia, con toda su familia en 1910 para estudiar con profundidad la Historia del Arte Universal.
El 11 de noviembre de 1911, a los 58 años, muere víctima de una fuerte depresión y un cólico renal que le sobrevinieron en la ciudad de los artistas, Florencia.
Del arte de Pyle destacar que, aunque como otros artistas contemporáneos -Randolph Caldecott o Walter Crane- denota cierto sabor a grabado casero de aire pétreo y estático, avanza hacia el movimiento y la composición, característica que supo imprimir en muchos de sus discípulos. Decir también que es de los primeros artistas que despuntan en el trabajo a color, trabajando el difumino de las formas, técnica que ensalza, más que el dramatismo, la tragedia, una visión muy adecuada para las historias de corte histórico que ilustró. Para finalizar decir que, aunque su obra no me llena en exceso, Howard Pyle era ordenado, exigente y vibrante, cualidades que hicieron de él, el mentor y maestro de toda una generación de ilustradores.
Pyle nace el 5 de marzo de 1853, en Pennsylvania en el seno de una familia de cuáqueros a cuya cabeza se encontraba, William Pyle, su padre, y Margaret Churchman, su madre. Como la mayor parte de los miembros de esta hermandad, sus progenitores estaban interesados por la cultura, heredando así Pyle, sus ambiciones literarias.
Como la cultura de estas sectas centroeuropeas estaba basada en las doctrinas místicas escandinavas y en las leyendas populares de corte anglosajón, la educación que Pyle recibió, sobre todo en el ámbito familiar ya que obligado por los negocios comerciales la familia se desplazaba con frecuencia, estuvo marcada por un poso europeo e idealista.
Al mismo tiempo que trabaja en el negocio de cuero paterno, su madre le contagia el entusiasmo por Leech o John Tenniel, ilustradores ingleses clásicos que despertarán en él sus inclinaciones artísticas y que desarrollará más tarde en el estudio de Van der Weilen, Philadelphia, donde se forja inicialmente su estilo pictórico.
Tras escribir un artículo ilustrado por él mismo sobre las costumbres de Chincoteague, Virginia, en 1976 se le abren las puertas del periodismo ilustrado en Nueva York de la mano de la revista Scribner’s Magazine. Tras esta primera publicación y dado que el panorama editorial no era muy halagüeño por la dura competencia, Pyle, tarda otros dos años en ver publicado otro de sus trabajos en Harper’s Weekly, que le abre finalmente camino en el mundo editorial. En 1880 regresa a Wilmington, Delaware, con cierto renombre como escritor-ilustrador y un año más tarde contrae nupcias con Anne Poole.
Desde 1983, año en el que colaboraba con las publicaciones más importantes de la época sin moverse de su hogar, empiezan a ver la luz muchas de sus obras. Como consecuencia de su reputación, Pyle comienza a impartir clases en varias instituciones de Pennsylvania, el Drexel Institute of Arts and Sciences and Industry de Philadelphia o en Chadds Ford (Wilmington, Delaware) donde funda su propia escuela. En julio de 1903, la Howard Pyle School of Illustration Art, comienza su primer curso en el que están matriculados Jessie Willcox Smith, Maxfield Parrish, Harvey Dunn, Percy Ivory, Frank Schnoover y N. C. Wyeth, destacados ilustradores norteamericanos que junto a otros han pasado a la historia con el sobrenombre colectivo de “The Brandywine School”. En total, 110 artistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX -40 de ellos mujeres- fueron alumnos suyos. Todo un hito para la época.
Durante esta época Pyle publica 20 libros de los que es autor, todos ellos también ilustrados por él mismo utilizando diversas técnicas entre las que destacan el revolucionario fotograbado y la impresión a color. Así, podemos citar The Merry Adventures of Robin Hood (1883), Whithin the Capes (1886), Pepper & Salt (1886), The rose of Paradise (1888), The Wonder Clock (1888), Otto of the Silver Hand (1888), Men of Iron (1892), A Modern Aladdin (1892), The Garden Behind the Moon, The ghost of Captain Brand (1896), Book of Pirates (1921) y los cuatro volúmenes de las leyendas artúricas: The Story of King Arthur and His Knights, The Story of the Champions of the Round Table, The Story of Lancelot and His Companions, y The Story of the Grail and the Passing of Arthur (1903-1910). Además ilustra obras de otros autores como N. Hawthorne (A Wonder Book for Girls and Boys), W. Irving (History of New York), A.Tennyson (The Lady of Shalott) o Mark Twain (Saint Joan of Arc).
Tras realizar diversos encargos de pintura al óleo que hoy día se pueden ver en el Museo de Arte de Delaware–podemos citar “The Nashville Battle” (1906)-, Pyle se da cuenta de que, como autodidacta, necesita ampliar sus conocimientos técnicos sobre pintura clásica y decide viajar al viejo continente, concretamente Italia, con toda su familia en 1910 para estudiar con profundidad la Historia del Arte Universal.
El 11 de noviembre de 1911, a los 58 años, muere víctima de una fuerte depresión y un cólico renal que le sobrevinieron en la ciudad de los artistas, Florencia.
Del arte de Pyle destacar que, aunque como otros artistas contemporáneos -Randolph Caldecott o Walter Crane- denota cierto sabor a grabado casero de aire pétreo y estático, avanza hacia el movimiento y la composición, característica que supo imprimir en muchos de sus discípulos. Decir también que es de los primeros artistas que despuntan en el trabajo a color, trabajando el difumino de las formas, técnica que ensalza, más que el dramatismo, la tragedia, una visión muy adecuada para las historias de corte histórico que ilustró. Para finalizar decir que, aunque su obra no me llena en exceso, Howard Pyle era ordenado, exigente y vibrante, cualidades que hicieron de él, el mentor y maestro de toda una generación de ilustradores.
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