miércoles, 10 de mayo de 2017

Grandes figuras de la ilustración LIJ (XXI): Roger Duvoisin


Aunque no soy de los que magnifican el verbo viajar, ese tan venerado en los tiempos del postureo que vivimos, sí he de reconocer que salir de lo cotidiano para trasladarte a otro contexto favorece el descubrimiento gastronómico, paisajístico o, como en mi caso, “lijerario”. Eso es lo que me sucedió con el autor que hoy protagoniza este entrada, uno del que en la actualidad no hay nada publicado en nuestro país (no he podido consultar las bases de datos sobre libros descatalogados, perdónenme), pero que es archiconocido en otros países, sobre todo en aquellos de habla inglesa. Así que, para que no se lo pierdan queda incluido en esta sección de Grandes figuras de la ilustración LIJ. Amigas, amigos, ¡Roger Duvoisin!


Roger Duvoisin nace el 28 de agosto de 1900 (Nota: Sobre el año de nacimiento de este autor hay cierta controversia puesto que él mismo disfrutaba de quitarse algunos años de encima y algunas fuentes lo fechan cuatro años después, en 1904) en la ciudad de Ginebra, Suiza. Se cría en el seno de una familia con una fuerte orientación hacia las artes, ya que su padre era arquitecto y su madrina una famosa pintora de esmaltes. Por tanto, no es de extrañar que Duvoisin muestre un interés temprano por el dibujo a pesar de que él mismo confesara años más tarde que los caballos y los árboles no eran lo suyo (para más información pueden visitar este lugar). Finalmente, y tras una enérgica discusión familiar sobre qué tipo de educación es la más idónea para Roger, comienza sus estudios en la Ecole des Arts Industriels y la Ecole des Beaux-Arts de su ciudad natal, para desplazarse después a París e ingresar en la École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs.



Tras graduarse en la citada escuela, Roger Duvoisin comienza a trabajar durante un breve periodo de tiempo en la industria del teatro donde diseña escenarios, decorados y la cartelería de algunas obras. En 1924 pasa a ser el gerente de una fábrica de cerámica francesa, época en la que conoce a Louise Fatio, con la que contrae matrimonio en 1925. Más tarde deja esa fábrica y se muda junto a su esposa a la capital francesa para ocupar el cargo de diseñador textil, un oficio en el que destaca y a raíz del que le ofrecen un puesto similar en una empresa del ramo en Estados Unidos, concretamente en Nueva York. Se compromete a trasladarse al otro lado del Atlántico con la condición de permanecer en dicha empresa un mínimo de cuatro años, y así, en 1927 se muda junto a su esposa a la ciudad de los rascacielos.



En 1931, la compañía en la que trabaja se declara en quiebra y Duvoisin se encuentra, en pleno apogeo de la Gran Depresión, sin trabajo, en un país extranjero, con una esposa y dos hijos pequeños. Teniendo en cuenta que Roger prefiere vivir en América a regresar al Viejo Continente, empieza a buscar sustento por otras vías y decide publicar un libro que había escrito e ilustrado para su hijo, A Little Boy Was Drawing, un título que no cosecha demasiado éxito pero que le descubre un mundo, el de la Literatura Infantil, en el que se siente cómodo. Continua en ese camino y en 1933 ve la luz Donkey, Donkey: The Troubles of a Silly Little Donkey, su segundo título por el que los pequeños lectores le aclaman. De esta manera empieza su carrera como afamado autor e ilustrador, y que no abandonará jamás.



Además de realizar sus propios libros como And There Was America (1938), The Christmas Cake in Search of Its Owner (1941), The Christmas Wale (1945), Moustachio (1947), su conocidísima Petunia (1950), A for the Ark (1952), One Thousand Christmas Beards (1955), The House of Four Seasons (1956), Day and Night (1960), la entrañable hipopótamo Veronica (1961), The Crocodile in the Tree (1972), Jasmine (1973) o Crocus (1977), Duvoisin fue un gran colaborador e ilustraba las historias de otros autores entre los que destacan su propia esposa, Louise Fatio (con once libros de la serie The Happy Lion), o Alvin R. Tresselt, de quien ilustro diecinueve libros entre los que se cuentan el premioado White Snow, Bright Snow (1947), Wake Up, City! (1957) The Frog in the Well (1958) Under the Trees and through the Grass (1962), Hide and Seek Fog (1965), It's Time Now! (1969) en muchos de los cuales se puede ver el arte de Duvoisin al servicio de los libros de corte informativo. A todos estos se añaden títulos de Mary Calhoun, Charlotte Zolotow, Kathleen Morrow Elliott o Adelaide Holl que también ilustró.




Un dato importante en la vida de Duvoisin y que repercute notablemente en sus ilustraciones acontece en 1939, un año más tarde de obtener la nacionalidad estadounidense, cuando el autor decide comprarse una granja en Nueva Jersey, desde donde puede desplazarse cómodamente a Nueva York pero llevando una vida apacible en mitad de la naturaleza y entre montones de animales que inspiran la mayor parte de sus historias, como por ejemplo la del ganso Petunia o la hipopótamo Veronica, y le ayudan a hacer hincapié en esa dicotomía entre el mundo rural y el urbano que recogerá en sus libros.



Entre los premios obtenidos por Duvoisin se cuentan el prestigioso Premio Caldecott por White Snow Bright Snow (1948), y el Caldecott Honor Award por Hide and Seek Fog (1966), ambos junto al escritor Alvin Tresselt. También destacar el Deutscher Jugendliteraturpreis inaugural (1956), el premio de la Sociedad de Ilustradores (1961) y el premio Rugers Bi-Centennial (1966). Es una pena que no recibiera e premio H. C. Andersen al que fue nominado en 1968.


Tras más de ciento cincuenta libros a los que se unen sus colaboraciones para The New Yorker, Duvoisin muere en junio de 1980, rodeado de su esposa e hijos y todos los simpáticos personajes a los que dio vida en las páginas de sus álbumes infantiles.
Entre las características de su obra hay que decir que siente predilección por las historias protagonizadas por animales de gran personalidad, en las que el humor suave y sencillo (algunos gustan de llamarlo blanco) y el lenguaje divertido y directo (sin palabras malsonantes, sin complicados giros lingüísticos) son sus principales bazas. 




En el plano artístico cabe destacar su dominio de la línea, donde el trazo rápido y fresco imprime dinamismo a las imágenes. Sobre su tratamiento del color y como en muchos otros ilustradores de la época, el uso de manchas donde el volumen se define por la gama cromática y la perspectiva y no por las sombras. En definitiva, unas ilustraciones que se aproximan a la mirada infantil.


2 comentarios:

miriabad dijo...

No le conocía. Gracias por presentárnosle.

Román Belmonte dijo...

Es una maravilla. Alguna editorial se debería atrever a editar algunos de sus libros. ¡Un abrazo!