viernes, 22 de agosto de 2008

De ciencia, árboles y otros pensamientos


Es un tedio esto de continuar estudiando una vez que se supone has terminado de hacerlo, o que, por lo menos, deberías haber terminado. De todos modos he de decir que palos a gusto no duelen, y, por tanto, si un servidor no sabe más que meterse de berenjenal en berenjenal, lo lógico es que después venga el sufrimiento, y de ahí, las quejas. Así que nada: ¡a trabajar se ha dicho!
Por lo otro lado he de admitir que, tras la difícil tarea de enseñar, -no olvidemos las constantes luchas y lo repetitivo del asunto- es necesaria la evasión mental, y si la empresa es para no olvidar conceptos que a uno le apasionan, pues bienvenida sea esta faena.
Durante este agosto he regresado a la labor botánica, razón por la que soporté unos cuantos años universitarios, debido a cierta investigación en la que me he sumergido. Y aunque sufra, me alegro de ello, ya que he encontrado el panorama algo cambiado, todo sea dicho de paso...


La verdad es que, en Ciencia, es lo esperable, ya que, si no fuese de este modo no sería tal. Por todo esto, a uno le surgen, a diario, dudas, avatares y otras pifias mentales, y fíjese usted, la de hoy está bien relacionada con un libro, o mejor dicho, el libro que defiendo hoy está muy relacionado con la Ciencia, más concretamente con las Ciencias Naturales. Soy un apasionado evolucionista, de un modo amateur más que otra cosa, y defiendo (tanto en mi vida ordinaria, como en mis clases) las teorías evolutivas como pasos de gigante en lo que al conocimiento de la Vida se refiere.
Pese a la dualidad "simple/complejo" que acarrean estas teorías paradigmáticas, hace un par de años, más o menos, descubrí un libro que me ayuda a explicar y hacer comprender conceptos como estos, El árbol de la vida (nueva edición en Ekaré), una obra de arte (por lo menos para mí) del autor checo Peter Sís que, recorriendo la vida del padre de la teoría evolutiva que cambió los preceptos de las Ciencias Biológicas, aúna ilustración y sencillez para explicar el panorama, antes y después de la llegada de Darwin al mundo de la Ciencia.


Su nacimiento, los inicios como joven naturalista a cargo de Henslow, el viaje que realiza a bordo del S.M. Beagle durante casi cinco años, sus anotaciones en los cuadernos de viaje... Cada punto, cada coma de su vida, incluso la presentación ante la Linnean Society, junto con Alfred R. Wallace, del esbozo de lo que más tarde sería su obra Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, queda registrado en las páginas de El árbol de la vida, una especial biografía de la mano de Peter Sís, artista checo (Brno, 1949) que ha cosechado numerosos premios en lo que a literatura infantil se refiere.


Con toda seguridad, es destacable la técnica utilizada por el autor para las ilustraciones, ya que, además de ser muy apropiada para la narración-descripción, aproxima fielmente al lector a la época en la que se suceden los acontecimientos. Si nos detenemos, en cada esquina, en cada rincón, podemos apreciar multitud de detalles que, a modo de atrezzo, agregan a la vida de Darwin un contexto más vivo y completo, véase el esqueleto fósil del género Mylodon que sostiene el ramo de novia de Emma Wedgwood o el guiño a la evolución humana en el interior del invernadero del naturalista inglés.


Notable también es el uso de la distinta tipografía para referirse al contexto histórico, la actividad pública de Darwin o los datos recogidos en su diario de viaje, ya que aporta dinamismo y un marco histórico para entender los avatares de la vida del científico.


Por último, no podía pasar por alto una referencia a las guardas del libro, que establecen el inicio y fin de la historia. Por un lado, en la primera guarda, encontramos referencias a las teorías creacionistas imperantes hasta el siglo XIX –e incluso hoy-, desde motivos religiosos referentes al génesis católico, como referencias a los mitos de otras culturas y religiones politeístas. Por el otro, al terminar de leerlo podemos contemplar otra serie de viñetas donde moran Aristóteles, Linneo o Mendel junto con minuciosas alegorías del melanismo industrial (Biston betularia), esquemas de estructuras homólogas y análogas, o el mismísimo DNA, lo que hace más palpable el asesoramiento científico del que se ha rodeado el autor, como por ejemplo las contribuciones críticas de Peter Galison (Univ. Harvard) y Eric Korn.



Atesoro este libro entre los que anidan en mi humilde biblioteca y, en numerosas ocasiones, lo he mostrado y recomendado a todo tipo de docentes, incluso profesores de universidad. Unas veces la aceptación ha sido instantánea y otras he recibido ligeras muecas de desaprobación, pero la prueba más fehaciente de su competencia didáctica, efectividad y éxito, la he encontrado entre mis alumnos, que año tras año sucumben a su lectura.
Imprescindible en cualquier estantería. Indiscutible cuestión.

P.S.: Asimismo les recomiendo otra de sus obras del mismo estilo, Galileo, el mensajero de las estrellas (editorial Juventud), y deslúmbrense.



1 comentario:

miriabad dijo...

Yo voy lenta, pero he ido leyendo tus entradas antiguas. Me apunté ésta por aquello de Darwin y su año. Sí, también me ha parecido una obra de arte. Una vez más, la he leído gracias a mi biblioteca. Yo lo dejo caer siempre que puedo. Que la gente no se obsesione con comprar. Un saludito, Miriam