martes, 14 de enero de 2020

De secretos, vocales y otros divertimentos


Hemos dejado atrás 2019. Comienza la rutina, la cuesta de enero se hace cada vez más empinada, y aquí sigo yo, dando guerra. A pesar de estos males menores, también tenemos algún incentivo… Que si las rebajas (cada vez peores, por cierto), que si la operación biquini (¡Que den comienzo los juegos del hambre!), o que celebrremos algunas efemérides literarias (Gianni Rodari, Miguel Delibes, Isaac Asimov, Ray Bradbury o el Barón de Münchhausen, entre otros).
Por lo que a mi respecta, intuyo que no me voy a aburrir… En el trabajo me hincharán a reuniones inútiles (que no falten de cara a la galería). En lo familiar no nos faltarán temas de discusión y alguna que otra alegría. Los amigos, ídem de lo mismo (me voy a tener que poner en modo celestino o ciertas necesidades se transformarán en conflicto). Y lo demás, como siempre: cagar y envolver.


Menos mal que me dejé unos cuantos títulos con los que entretenerme durante este mes de enero (hay que aprovechar la merma de novedades y dejar florecer algunos libros que se publicaron los meses pasados) porque si no, puedo salir loco. Por ello y sin más preámbulos, centrémonos.
Como ya estamos en la escuela he creído conveniente empezar con lo último de Ediciones Tralarí, un proyecto de autoedición abanderado por Cintia Martín, Consuelo Digón y Nuria de la Iglesia. Esta vez nos presentan El secreto de las vocales, una serie de libros de Esperanza Ortega y Cintia Martín que invita al juego, la sorpresa y la lectura. Partiendo de las vocales como denominador común, esta colección de seis libros integrados en un pequeño estuche, combinan la rima, las cancioncillas infantiles, la imaginería de los cuentos populares y los elementos del pop-up.


En primer lugar estos libros están habitados por brujas, hadas, lobos, dragones, duendes o reyes. Unos seres de cuento encargados de presentarnos las vocales. Me encantan estos aciertos metaliterarios, no sólo porque imprimen cercanía a las obras infantiles, sino porque ayudan a padres y docentes en el proceso de alfabetización de los pequeños. Si añadimos que a la vez que evocan, reinventan y enriquecen estas historias que están grabadas en nuestro niño interior, con un poco de suerte la hebra se puede estirar hasta el infinito y más allá. ¡La imaginación al poder!


En segundo lugar estos cinco secretos y su epílogo se recrean en situaciones cercanas al día a día de los críos. Los medios de transporte, la hora de irse a la cama, los títeres, o las situaciones escatológicas dan un toque de desenfado a estas pequeñas narraciones donde los juegos de palabras y las rimas se hacen patentes. Vueltas y más vueltas a la lengua. Para un lado y para otro, todo suma -incluso las erratas y algún pequeño fallo (pormenores de la autoedición que también tienen su encanto)-.




Por último, les diré que aes, íes o úes están muy bien acompañadas en estos libros donde las ilustraciones son un regalo. Empezando porque los grafemas forman parte de ellas (este alarde tipográfico me ha encantado, no sólo como referencia a los mirones infantiles, sino como recurso estético de primer orden), pasando por las letras tridimensionales que sorprenden al visitante, y terminando por una enriquecida edición (¡Hasta elementos infográficos! ¡Qué maravilla!), puedo decirles que no deben perdérselos.


Y con esto, un estornudo y una tarta de melocotón que tengo en el horno, me despido hasta otro nuevo viaje, que enero bien lo vale.


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