Una tarde, disfrutaba paseando entre las calles que forman las estanterías de la sección infantil de la Biblioteca Pública de mi ciudad, Albacete, cuando de repente, mis ojos chocaron con un lomo de color miel. Lo leí:
“Blake… El apellido que lo dice todo… Rosen… ¿Rosen?... ¡Rosen! El de “Vamos a cazar un oso”… ¿Y el título?... A ver… “El libro triste”… Prometedor, muy prometedor.”
Lo saqué con cuidado del estante, tomé asiento en una de las minúsculas sillas y comencé mi lectura. Fue un momento extraño, diferente, silencioso e íntimo, de esos lapsos de tiempo que hacen especial una lectura, que convierten al libro en protagonista, y este lo fue… Me abrumó la soledad que transmitían las palabras, sus ilustraciones. La carga de sinceridad fue tan pesada que oprimió mi corazón, inmóvil bajo un yunque de tristes pensamientos.
“Blake… El apellido que lo dice todo… Rosen… ¿Rosen?... ¡Rosen! El de “Vamos a cazar un oso”… ¿Y el título?... A ver… “El libro triste”… Prometedor, muy prometedor.”
Lo saqué con cuidado del estante, tomé asiento en una de las minúsculas sillas y comencé mi lectura. Fue un momento extraño, diferente, silencioso e íntimo, de esos lapsos de tiempo que hacen especial una lectura, que convierten al libro en protagonista, y este lo fue… Me abrumó la soledad que transmitían las palabras, sus ilustraciones. La carga de sinceridad fue tan pesada que oprimió mi corazón, inmóvil bajo un yunque de tristes pensamientos.
A veces la tristeza es muy grande. Está por todas partes. Me envuelve. Y no puedo hacer nada para evitarlo. […] A veces estoy triste sin saber porqué. […] Quizá sea porque las cosas ya no son como eran hace unos años. Como mi familia, que ya no es la que era hace unos años. Así que lo que pasa es que dentro de mí hay un sitio triste, porque las cosas ya no son como antes. […]
Pero aunque la tristeza envuelva una gran parte de esta hermosa historia autobiográfica y alguna tímida lágrima se esboce en el párpado, queda un resquicio para la esperanza, una parte amable que nos invita a hacerle frente a esa emoción que a todos nos apoca alguna vez:
Pero a veces me sorprendo a mí mismo mirando cosas: gente en la ventana, una grúa y un tren lleno de gente… […] Y los cumpleaños… me encantan los cumpleaños. No sólo el mío, también el de los demás. […]
Uno de mis libro-album favoritos y un ejemplo extraordinario de la buena conjunción entre imagen y texto, interdigitados en pro de una obra de gran redondez (Nota de humor: ¿Acaso mi vocabulario podría ser más periodístico?... Creo que estoy perdiendo la capacidad de expresarme con corrección… Definitivamente: no sé usar ésta, la lengua más hermosa del orbe, el castellano… Triste tristeza…).
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