martes, 29 de noviembre de 2011

Después de la guerra



Cuando oímos la palabra guerra, se suceden en nuestra mente imágenes de tanques, bombardeos y trincheras, de muertos, heridos y torturados, en definitiva, estampas del dolor más inmediato. Todo un alarde de paradójico salvajismo humano…
Sin embargo, la mayoría de nosotros obviamos la otra cara de la guerra, esa que protagonizan viejos, mujeres y niños, todos aquellos que no acuden a la primera línea de fuego y quedan marginados al plano de la miseria, la supervivencia y el abuso… Una lucha de otra calaña, nada que ver con la heroicidad que abarrota todos los frentes.
La guerra siempre la sufren los que se quedan esperando que llegue el final de los enfrentamientos para, con un suspiro, continuar la vida allí donde la interrumpieron (si es que pueden…).
A mi juicio, las obras literarias o de otra índole, léase cine o teatro, que abordan el peor espectáculo del mundo desde la perspectiva de la población civil, son mucho más enriquecedoras e impactantes que las que lo hacen desde el campo de batalla. El afán por sobrevivir al hambre, la fatiga, el frío, el rencor y la envidia, es un acto de entereza que demuestra una vez más que el hombre, no sólo es un animal cruel y fiero, sino digno y lleno de orgullo.
Por todas estas razones y en mi empeño por seguir presentándoles las novedades más reseñables de esta temporada, les traigo Camino de mi casa, un libro-álbum patrio de Ana Tortosa y Esperanza León (editorial Thule), en el que se habla (o al menos así lo he interpretado yo), de esas víctimas de los enfrentamientos bélicos, de esas almas en pena, que anhelan encontrar el camino que les devuelva a su vida, una vida que dejaron aparcada por el rumor lejano de las bombas.

5 comentarios:

anna dijo...

Muchas gracias, Román. A Esperanza y a mí nos gusta mucho tu reseña. Interpretas bien.
Un beso

Román Belmonte dijo...

No hay de qué... Gracias a vosotras por engendrar un libro como este.
Un saludo a ambas.

consuelo dijo...

Qué buena tu visión del libro que entre Ana y Esperanza han bordado.Es un maravilloso álbum.
Un saludo de otra humilde maestra, ya jubilada, pero con el corazón en activo.

Román Belmonte dijo...

Nunca se deja de ser maestro, si lo eres de verdad.
Un saludo, Consuelo.

Mireya Viacava-Raab dijo...

<precioso comentario Román, como siempre muy interesante. Mireya