Acabo de enterarme a través del perfil en Instagram del Eric Carle Museum que Jerry Pinkney falleció ayer, dos meses antes de cumplir los 82 años, a causa de un infarto de corazón. Es por ello que me dispongo a hacer un repaso biográfico y artístico de esta leyenda de la ilustración de libros infantiles de la que, excepto una edición de Vicens Vives de sus Fábulas de Esopo, no tenemos constancia en nuestro ámbito editorial.
Nacido en Germantown, Filadelfia, destacó en el dibujo a pesar de haber sido diagnosticado de dislexia en el colegio, algo por lo que mereció el apodo de “el artista de la clase”. Como su padre no consideró oportuno que asistiera a clases a pesar de la insistencia de su madre, Jerry desarrolló sus aptitudes imitando a sus hermanos mayores mientras copiaban a los personajes de los cómics y las fotos de las revistas de moda, dibujando escenas cotidianas de su ciudad y colaborando con el periódico local.
Desarrolló tanto sus dotes artísticas que, en 1957 se convirtió en el primer hijo de esta familia numerosa en asistir a la universidad, concretamente al Philadelphia Museum College of Art, gracias a una beca.
Tras casi tres años de estudios, tuvo que abandonar la universidad como consecuencia del nacimiento de su primer hijo con Gloria Jean, su novia de juventud, la que sería su esposa durante toda su vida y con quien tendría otros tres hijos más. Por ello comenzó a trabajar como repartidor en una floristería para mantener a su incipiente familia.
En 1960 se mudó a Dedham, Massachusetts, donde trabajó para The Rust Craft Greeting Card Company como diseñador gráfico. Fue en esa ciudad donde se unió al Boston Action Group, un colectivo de artistas del que aprendería nuevas técnicas, sobre todo en lo que se refería al color. En 1962, empezó a trabajar en Barker-Black, un estudio de diseño e ilustración, a través del cual recibió su primer encargo como ilustrador en 1964, concretamente para el libro infantil The Adventures of Spider: West African Folk Tales, escrito por Joyce Cooper Arkhurst, título al que siguieron otros como This Is Music (1965), The Year Around Book (1965), The Travelling Frog (1966), The Colck Museum (1967) o Even Tiny Ants Must Sleep (1967).
Durante en esos años fundó junto a otros artistas el Kaleidoscope Studio, y en 1971 decidió trasladarse a Croton-on-Hudson, Nueva York, para abrir su propio estudio.
Aunque ilustró novelas como Los viajes de Gulliver (1974), viendo que los editores buscaban artistas afroamericanos para ilustrar libros sobre la comunidad negra en Norteamérica, Pinkney dedicó las décadas de los 70 y 80 a trabajar en obras infantiles y juveniles relacionadas con sus raíces afroamericanas como JD (1972) Roots of Time (1974) Mary McLeod Bethune (1977), Tales from Africa (1978), Apples on a Stick: Folklore of Black Children (1981) A Patchwork Quilt (1985) Wild Wild Sunflower Child Anna (1987) o The Talking Eggs (1989), libros que trataban el racismo, la esclavitud o las injusticias sociales, y por los que mereció su primer premio Coretta Scott King gracias a Mirandy and Brother Wind (1989) de la escritora Patricia McKissack, un galardón que recogió en muchas otras ocasiones a lo largo de su carrera.
A finales de los 70 y durante todos los años 80, Pinkney también trabajó en la serie de sellos Black Heritage del Servicio Postal de Estados Unidos.
Durante la década de los 90, además de dibujar para la revista National Geographic y publicar un libro pop-up sobre animales marinos con esta misma institución, continuó con libros sobre temática afroamericana como Sunday Outing (1994), su increíble John Henry (1994) o Black Cowboy, Wild Horses (1998). Al mismo tiempo Pinkney retoma The Tales of Uncle Remus (1987), unas historias sobre animales que empezaría en 1987 pero que fue engrosando en sucesivos volúmenes a los largo de su vida y cuyas ilustraciones no se pueden perder.
Así llegamos a finales de los noventa y primeros años 2000, la mejor época –para mi gusto- de un ilustrador que dio una vuelta de tuerca, tanto a historias como El libro de la selva de Rudyard Kipling (1995) 0 El arca de Noé (2002), como a los cuentos tradicionales. La pequeña vendedora de fósforos (1999), El patito feo (1999), Caperucita Roja (2007) o El gato con botas (2012) se llenaron de rasgos raciales, de escenarios poco comunes para estas historias de la vieja Europa y algunas vueltas de tuerca que merecen toda la atención.
Pero sin lugar a dudas, mis tres libros favoritos son El león y el ratón (2009), La tortuga y la liebre (2013) y La cigarra y las hormigas (2015), una trilogía exquisita de fábulas ilustradas donde el amor por la naturaleza queda plasmado con singular maestría, detalles minuciosos y fantasía desbordante que nunca han visto la luz en nuestro país (¡Aviso para editores!).
Con más de 100 libros traducidos a 16 idiomas, Jerry Pinkney trabajó como profesor en la Universidad de Delaware, el Pratt Institute de Brooklyn o la Universidad de Buffalo, estos dos últimos en Nueva York.
Sus trabajos están basados en la acuarela (algo raro para imágenes con tantos detalles, lo que pone en evidencia su virtuosismo) y otras técnicas tradicionales como los lápices de colores y pasteles, composiciones muy estudiadas y personajes muy expresivos. No es de extrañar que sobresalieran durante el final del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI y le valieran cinco medallas Caldecott Honor y una nominación al premio Hans Christian Andersen en 2018.
Hoy le decimos adiós desde este lugar de monstruos en el que pueden contemplar una muestra de su trabajo a la espera de que alguien nos lo traiga a las librerías de estas latitudes.
Nota: Gran parte de la información y muchas de las imágenes de este artículo han sido extraídas de la página web del artista, el catálogo de la exposición The Storybook Magic of Jerry Pinkney en el Woodmere Art Museum, y el banco de imágenes del Norman Rockwell Museum
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