jueves, 28 de octubre de 2021

El poder de la palabra



Que yo recuerde, nunca antes habíamos estado rodeados de palabras que acusaran tanto rencor. Palabras que, a pesar de parecer inofensivas (como cualquier otra), se han ido transformando en dardos envenenados que se lanzan una y otra vez en las conversaciones de medio mundo para generar un discurso que merma el lenguaje y lo hace cada vez menos poético y más obsceno.


Palabras que abundan en cualquier red social, en los perfiles de aquellos que se hacen llamar intelectuales. Palabras a las que cada vez se dan más importancia por los intereses creados. Palabras que a pesar de tener significado dicen muy poco de una humanidad que se entrega a la estupidez y pobreza cultural más simplista.


Me da mucha pena escuchar cómo cunde el ejemplo entre mis alumnos, cómo, una vez más, son las generaciones futuras las que sufren estas artimañas de las neolenguas y los ismos políticos. Me preocupa que todos asientan y ninguno intente vaciar ese vocabulario de violencia y dogmatismo para llenarlo de palabras que hablen desde la consciencia y no desde las trincheras políticas.


Palabras de unos pocos que idiotizan a muchos. Palabras inventadas o recuperadas que funcionan a modo de mantra. Para adormecernos, censurarnos o dirigirnos. Prefiero mil y una veces palabras como teta, sobaco, boñiga o adiós. Palabras que hemos construido todos y no unos pocos. Prefiero palabras a las que todo el mundo acceda y no aquellas que se incrustan en el ideario a base de medios de comunicación y discursos mediáticos.


Y así, con una de palabras, llegamos a dos de esos libros que encandilan. El primero es Va la vaca, una historia de ficción que Pablo Albo y Simone Rea nos presentan desde la editorial A buen paso. Un álbum con formato vertical y tapa blanda que nos invita a disfrutar de una historia protagonizada por animales, los juegos de palabras y las onomatopeyas.


Es así cómo, sirviéndose de la primera sílaba del nombre de cada animal, se articula una historia más o menos circular (esa torpe vaca a la que se le escapa todo lo que pilla) en la que todo habla, incluidas las ilustraciones delicadas de Simone Rea y, por supuesto, el lector-espectador, uno que cuando termine la historia seguro que encuentra otras igualmente divertidas a base de los nombres de los medios de transporte, los postres o incluso de los miembros de la familia.


Por otro lado tenemos El libro de los juegos, un libro de Juan Berrio recientemente editado por Litera Libros. Por un lado pretende ser informativo (si no sabes lo que son los anagramas, los palíndromos, los abecegramas o los pangramas, este es tu libro) y por otro nos propone una buena tanda de actividades ingeniosas relacionadas con las imágenes escondidas o los efectos ópticos.



Todo ello de la mano de Clara y su primo Federico, un par de chavales muy curiosos que acompañarán al lector en este recorrido de descubrimiento del mundo que nos rodea y de paso, invitarle a que se interne mucho más en este mundo lleno de vocablos e imágenes. Experimentar y divertirse con unas y otras es la clave para que estos dos chavales desarrollen un proyecto juntos que, antes de llevarlo a la editorial, te presentan en primicia para que le saques todo el jugo posible. 
Y lo dicho: abracen y acunen las palabras, ese bálsamo invisible que muchos se atreven a empercudir con sus ínfulas y falacias.

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