Habiendo preparado una noticia para el día de hoy y tras haber leído los titulares con los que me ha sorprendido la prensa diaria, he decidido cambiar mi discurso y dedicar las palabras de hoy a mi otro gremio, el científico.
Ante la renuncia de la dirección del CNIO por parte de Mariano Barbacid al conocer la reducción presupuestaria que ha acometido el des-gobierno de nuestra nación en materia de I+D, mi sangre se transforma en gangrena y empiezo a escupir fuego por la boca.
Con esa idea ficticia de que nuestra nación ha parido grandes personajes de letras se enmascaran con frecuencia las nulas intenciones gubernamentales (sean de estos o de otros) de impulsar la Ciencia en este país de pandereta y limosnas al por mayor.
También se escucha esa otra consigna de “¿Para qué? ¿Acaso descubren algo útil?” La Ciencia no es una carrera de fondo, sí lo es de superación personal, imaginativa, llena de escollos, de estudio y tesón. Pero para obtener resultados de peso hace falta invertir en investigación básica, la base de esta pirámide creativa. Conozco demasiados científicos frustrados, parados, casi desahuciados, que sí han puesto ilusión (¿valoran eso los miserables sueldos becados que profieren las administraciones competentes?), unas ganas que defienden este manifiesto plural, ya que el progreso se construye gracias al riesgo, a las crisis, al interés de la sociedad y a las revoluciones, bien sean científicas o de otra índole.
Creo en rebelarse, creo en hacer frente a todos esos que se hacen llamarse salvadores, cuando nos siguen condenando una y otra vez al yugo del medievo, a ser meros espectadores de nuestra decadencia. Estoy seguro de la fuerza de nuestras rebeliones que (no como la del título de hoy, un clásico juvenil de George Orwell que crítica el despotismo y el fascismo con los que se enmascara todo proceso político), a base de voluntad, y confianza en nuestra habilidades nos erigirán en una sociedad avanzada.
Y si no están dispuestos a enfrentarse al poder lascivo, ya saben, no comulguen con ideologías, en ellas vive la traición.
Ante la renuncia de la dirección del CNIO por parte de Mariano Barbacid al conocer la reducción presupuestaria que ha acometido el des-gobierno de nuestra nación en materia de I+D, mi sangre se transforma en gangrena y empiezo a escupir fuego por la boca.
Con esa idea ficticia de que nuestra nación ha parido grandes personajes de letras se enmascaran con frecuencia las nulas intenciones gubernamentales (sean de estos o de otros) de impulsar la Ciencia en este país de pandereta y limosnas al por mayor.
También se escucha esa otra consigna de “¿Para qué? ¿Acaso descubren algo útil?” La Ciencia no es una carrera de fondo, sí lo es de superación personal, imaginativa, llena de escollos, de estudio y tesón. Pero para obtener resultados de peso hace falta invertir en investigación básica, la base de esta pirámide creativa. Conozco demasiados científicos frustrados, parados, casi desahuciados, que sí han puesto ilusión (¿valoran eso los miserables sueldos becados que profieren las administraciones competentes?), unas ganas que defienden este manifiesto plural, ya que el progreso se construye gracias al riesgo, a las crisis, al interés de la sociedad y a las revoluciones, bien sean científicas o de otra índole.
Creo en rebelarse, creo en hacer frente a todos esos que se hacen llamarse salvadores, cuando nos siguen condenando una y otra vez al yugo del medievo, a ser meros espectadores de nuestra decadencia. Estoy seguro de la fuerza de nuestras rebeliones que (no como la del título de hoy, un clásico juvenil de George Orwell que crítica el despotismo y el fascismo con los que se enmascara todo proceso político), a base de voluntad, y confianza en nuestra habilidades nos erigirán en una sociedad avanzada.
Y si no están dispuestos a enfrentarse al poder lascivo, ya saben, no comulguen con ideologías, en ellas vive la traición.
1 comentario:
Completamente de acuerdo
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