Como
bien reza el anuncio de El Corte Inglés©, con esta crisis volvemos a pasear, a
cocinar, a leer, e incluso a sonreír. Hemos dejado a un lado los lujos y las
pretensiones, y nos hemos dedicado a vivir –algunos mejor que otros: las colas
del paro son una pena…-.
Esa vida que algunos, por modesta, consideran menos
digna, es tan válida como esa otra a rebosar de caprichos efímeros y vermús de
doscientos euros. Prueba de ello es que en Internet y las redes sociales han
florecido páginas dedicadas al crochet, al ganchillo, a la decoración con
objetos reciclados, a la ilustración, a las bellas artes, al diseño, al arreglo
de ropa, a la mecánica del automóvil e incluso a la lectura…
Aunque considero
que todavía no son suficientes para engendrar ideas productivas (se necesita
exprimir más el limón…), sí creo que se está generando un entramado colectivo
que empieza a recuperar las bases de la tradición, así como las técnicas de numerosas
parcelas de la creatividad, una necesidad para todo tipo de conocimiento (ahora
sólo falta que dejemos de comprarle a los chinos, apoyemos a la producción de cercanía y las grandes potencias económicas dejen emerger la industria
española).
Si bien es cierto que todas estas plataformas de conocimiento
-incluyendo Coursera- tienen una parte comercial, también se rebozan de un altruismo
mediático que hay que aprovechar para tiempos mejores, es por ello que hay que
frotarse los ojos, abrirlos bien, y empaparse de todo lo bueno que nos está
llegando de esa cultura que otrora abandonamos en aras de carabineros y trajes
de alta costura.
De
entre todos los títulos clásicos que están regresando a las estanterías de
librerías y ¿bibliotecas? (¡qué tristeza da contemplar los expositores de
novedades de la mayoría!) durante esta primera parte del año 2013, quiero señalar
Un día de nieve de Ezra Jack Yeats, un álbum que leí hace mucho tiempo en la versión
inglesa y que ha sido editado recientemente por la editorial Lata de sal (¡Segunda edición, señores!).
Seguramente muchos lo conozcan pues fue el primero en obtener la Medalla Caldecott (1963) estando protagonizado por un personaje de raza negra (o eso presuponemos por el color de su piel, pues es un dato que nunca se menciona en el texto), de ahí su importancia histórica, sobre todo en los EE. UU., un país donde la comunidad afroamericana constituye el 16% del total. Tanto es así que la Biblioteca Pública de Nueva York lo incluyó entre los libros más influyentes del siglo XX y el servicio postal de Estados Unidos le dedicó una serie de 4 sellos (pueden verlos AQUÍ).
En él se narran las peripecias de Peter, un niño que, como muchos otros personajes que pululan en los álbumes sobre la nieve, se ve embriagado por una gran nevada y las posibilidades que le ofrece el citado meteoro. Jugar con las pisadas, hacer un muñeco, golpear un árbol... en definitiva, disfrutar del momento y experimentar con una nieve hasta ese momento desconocida.
Inspirado por las fotografías de un número de la revista Life -concretamente el del 13 de mayo de 1940-, realizado con la técnica del collage (algo bastante novedoso en aquella época) y la estampación (utilizando incluso un cepillo de dientes), y nacido de un texto próximo al haiku japonés (les recomiendo leerlo en inglés), este libro tiene una historia con cierta sustancia...
Curiosamente, Ezra Jack Keats, era un hombre blanco, concretamente un judío de los muchos nacidos en Brooklyn, NYC, tras el éxodo de unos padres polacos durante la Primera Guerra Mundial (su nombre originario era Jacob Ezra Katz). Este hecho produjo las desavenencias con los movimientos de liberación afroamericanos pues lo tacharon de hacer concesiones superficiales hacia el colectivo (el modus vivendi de Peter poco se parecía al de los niños negros de los suburbios de las grandes ciudades). No obstante, la calidad poética (rasgo más que importante en la literatura) aupó una visión que con el paso de los años y el avance de los derechos, se adecuaría más a la realidad, lo que propiciaría una aceptación masiva del libro, sobre todo porque sin discriminación positiva y con el simple uso del color marrón, Keats da visibilidad a la infancia, independientemente de la raza u otros posicionamientos que tanto gustan en las sociedades ofendidas actuales.
Seguramente todos ustedes hayan tenido un primer día, ese en el que las emociones y la imaginación se disparan para disfrutar del contraste, uno que la mayoría de veces proporciona la nieve, no sólo a jardines y tejados, sino también al alma.
1 comentario:
Hola!
Esta semana en mi blog estoy festejando el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil.
Te dejo el link para que lo visites cuando podas ;)
http://lachinoida.blogspot.com/2013/03/festejemos-el-dia-internacional-del.html
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