miércoles, 1 de julio de 2020

De niños invisibles



Celebrando con un par de cervezas el comienzo de las siempre bienvenidas vacaciones, me ha dado por pensar en los pormenores que han rodeado el curso que hemos dejado atrás, uno bastante atípico y que ha puesto de manifiesto los puntos débiles de la llamada comunidad educativa (me reservo las comparaciones que suelen ser odiosas…).
No piensen que me voy a poner a disertar en modo Séneca sobre los todopoderosos, las autoridades educativas y las plataformas de enseñanza on-line (N.B.: Hemos tenido mucho tiempo para ello y rozando los cuarenta grados centígrados, además de poco saludable, es humanamente imposible). Sin embargo si abro un pequeño paréntesis para pensar en el abandono infantil y juvenil en el ámbito familiar.


Se habla mucho del caos que ha supuesto para las familias el atender a niños y adolescentes en los hogares durante el encierro pandémico. Que si los padres no tenían ni zorra idea para ayudarles académicamente. Que anda que no les ha costado sacar adelante las tareas escolares. Unos que demasiados deberes, otros que poquísimos… Y así todo.
Si bien es cierto que esa ha sido la queja generalizada que han exhibido la mayor parte de los medios, poco se ha hablado de otra sensación que ha corrido como la pólvora: los padres se han dado cuenta de las carencias afectivas de sus hijos como consecuencia de la poca atención que les prestaban. No han sido pocas madres las que me han dicho que no eran conscientes de lo que se estaban perdiendo, de lo solos que estaban sus hijos o de lo autónomos que eran.


Que es una pena no hace falta que lo diga nadie, y menos los docentes que ya éramos muy conscientes desde hace décadas de esta realidad. Aunque auguró que la culpa se esfumará en cuento la normalidad regrese, no está de más que la gente se empiece a dar cuenta del percal, sobre todo para saber la que tienen montada en casa y entonar el mea culpa antes de echar balones fuera.
Queridos amigos, muchos niños de este país están tirados como colillas mientras sus padres trabajan, juegan al tenis o están con el/la novi@ de turno, una serie de obligaciones y pequeñas evasiones que van abriendo el camino de la invisibilidad, una que estimula la soledad, va rompiendo lazos afectivos, y termina por minar el cariño con el que nos deberíamos mirar los unos a los otros.


Y precisamente de eso va Atticus el chico difícil, el libro que Michael Sussman, Júlia Sardà y la editorial Impedimenta nos traen el día de hoy. El argumento es muy sencillo, Atticus, un niño que recuerda a otros protagonistas huérfanos y solitarios de la LIJ, es perseguido y finalmente engullido por una gran serpiente mientras que sus padres de clase media, muy leídos y cultivados, hacen caso omiso a las llamadas de atención de un chaval que ve su vida amenazada.
La historia que bebe del surrealismo y el sinsentido, nos acerca a todos esos niños que se tienen que buscar las mañas para no desvanecerse por culpa de la desidia y dejadez paterna. Una alegoría necesaria en este mundo de distracciones banales para gente que ven en eso de la paternidad una obligación y no un compromiso. Un sutil tirón de orejas  al universo adulto que un niño resuelto propina a través de un juego imaginación vs. realidad que no deja indiferente ni a pequeños ni adultos.


En lo que se refiere a las ilustraciones de la Sardá nos vuelve a deleitar una vez más con sus composiciones estudiadas, un estilo quizá más vintage que en obras anteriores, los patrones geométricos (una fantasía para los amantes del estampado textil), los juegos de perspectivas (la escena del padre cocinando y la madre jugando a las damas con la serpiente es una delicia), los guiños artísticos (¡Búsquenlos!), el contraste de colores y líneas (mientras que la serpiente es sinuosa, caótica y cálida, los humanos son fríos, ordenados y angulosos… ¿Por qué?) y los detalles que ponen de manifiesto que Atticus no es nadie en esa casa (Fíjense en las fotos que pululan por esa casa).
En definitiva, altamente recomendado para niños avispados y padres con poca autocrítica.



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