lunes, 15 de junio de 2020

Vigilantes y expectantes



Que la guerra cultural a la que estamos asistiendo durante las últimas semanas (y a la que dedicaré una sustancial entrada en próximas entregas de este cuaderno monstruoso) nos está proveyendo de un grado de obscenidad sin precedentes, está más que claro. No sólo porqué está mostrando la cara más vil de los políticos, sino porque  se está perpetrando gracias a la cooperación ciudadana (esto sí que me produce verdadero pavor).
Desde hace décadas, no veíamos en España cómo el personal daba rienda suelta a sus bajezas más cainitas, que desde el miedo y la envidia corrompen lo humano y animan al conflicto entre iguales.


Aparte de mítines, monsergas, lecciones y octavillas (que telita con la propaganda), el personal se halla expectante, no sólo por si se lleva alguna hostia (que últimamente llueven a mares), sino también vigilante (¡Denuncia al canto!).
Asomados desde los balcones, apostillados en la cola del supermercado o desde jardines y parques, algunos no pierden ripio. Lo que hagan los demás importa demasiado. Todo el santo día con la segunda y tercera persona en la boca. Que si tú, que si él, que si vosotros, que si ellos. Da igual plural que singular, lo más importante es orejetear.


Gallegos, andaluces, vascos o extremeños. Aquí lo que se lleva es meter el hocico, una idiosincrasia que lleva muchos años haciéndonos mella, que acucia las crisis, traza barreras y cercena vidas.
Háganse, hágannos un favor. Relájense, cómprense buenas bambas, vístanse con su mejor bozal (¡Cuánto bueno han traído las mascarillas!) y tiren a hacer leches (bajo la sombra, que el sol aprieta), que cada uno, con lo que tiene, ya tiene bastante.


Por si acaso no han pillado la directa –que últimamente, en vez de sudor, destilo ácido nítrico-, empiezo la semana con uno de esos títulos que descubrí durante esta cuarentena gracias al buen ojo de Javier Carilla y su espacio De letras ilustradas. Algo se nos escapa, un álbum de Jean Gourounas editado en castellano por Phaidon, es un libro-álbum altamente recomendado para españoles y sucedáneos (léanse griegos o italianos), pues probablemente se vean muy retratados en la panda de golismeros que protagonizan esta historia.
Partiendo de una escena en la que un pingüino está pescando en mitad de una banquisa de hielo, se desarrolla una acción a caballo entre lo teatral (todo sucede en ese mismo escenario sobre el que aparecen el resto de personajes) y la historieta o sketch cómico (para más señas acudan a este post). Un oso, un reno, una morsa, una liebre ártica o un esquimal (es curioso que se mezcle fauna ártica y antártica), van contribuyendo a una historia en la que lo absurdo y lo paródico se entremezclan para crear un discurso que funciona a modo de reflejo de naturaleza humana.
Un surrealismo que dice todavía más gracias a unas ilustraciones de formas básicas y paleta de color limitada (azul, marrón, beige y blanco) que recuerdan a las de otros autores como Jon Klassen o Peter Brown que se centran en la expresividad y caracterización para adentrarse en otros derroteros del subconsciente. Porque queramos o no, siempre hay algo que se nos escapa…



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