Lo
del coleccionismo, aunque no es exclusivo del ser humano (fíjense en
las urracas), se erige como una de las aficiones más útiles a la
humanidad, no sólo por ayudar al hecho histórico, sino por darle
alas a otras facetas de la vida. Literatura, medicina, zoología,
pintura, arqueología y diversas parcelas tecnológicas, son
disciplinas en las que reunir, estudiar y clasificar son el método a
seguir para poder prosperar (N.B.: Tampoco podemos olvidarnos de
banqueros, mangantes y otros pájaros de usura que, con tanto tino
acaparan fortunas en el extranjero con el mero objetivo de procurarse
lujos y otros divertimentos. Y luego nos vienen con la
filantropía...). Jetas aparte, está claro que debemos alabar las
bonanzas de una actividad que nos ha procurado museos enormes,
públicos o privados, gabinetes de curiosidades y otros templos de la
exhibición. Hay colecciones de minerales, de cromos, de estampitas,
de libros, de muñecas de porcelana, de dedales, de pintura, de
plantas, y hasta de mecheros. De todo lo inimaginable y que quepa
bajo un denominador común están llenos los museos, así que no se
extrañen de que exista un museo de la cuchillería (albaceteño, por
supuesto) u otro del calzado.
A
pesar de que no conozco botánico en ciernes que no se dedique al
almacenaje, he de admitir que el aquí firmante no práctica en
exceso el coleccionismo, más que nada porque mi orden vital es un
tanto caótico y particular, e incurriría en un derroche de tiempo y
esfuerzo al terminar en una vulgar e inútil intentona... Siempre que
nos ponemos a compilar debemos hacerlo en un contexto, utilizando un
plan, un método, porque si lo hacemos a lo loco, a lo pavo,
encontraremos muchos problemas, entre los que destaco la
repetitividad, la indefinición y la falta de espacio. A ello hay que
añadirle constancia, tesón y pasión, sumamente importantes en la
elaboración de una correcta selección que ofrezca variedad de
saberes y placeres, la principal finalidad de cualquier museo.
Es
a todos estos pros y contras del coleccionismo, a los que se refiere
El museo de tronquito, ún título de Ashild Kanstad
Johnsed muy aclamado por la crítica fuera de nuestras fronteras y
que llega al mercado español gracias al selló infantil de la
editorial Nórdica. Así que, ya saben, si quieren poner algo de
armonía y disciplina en sus hogares, presten atención a este libro
de trazo y colorido singular que además se ambienta en un bosque la
mar de animado, otro punto a su favor.
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