Eso de que cualquiera nos puede tocar las narices no se corresponde
con la realidad, más que nada porque no todo el mundo tiene esta habilidad.
Algunos hemos sido entrenados en dicho arte desde que nacimos, verdaderos
profesionales en eso de buscarle las cosquillas a los incautos que se nos
acerquen. Aburridos, cizañeros, envidiosos, cretinos, juguetones, cínicos (me
adscribo a los dos anteriores), cuñaos… seguro que todos ustedes tienen cerca
alguno de estos elementos que aprovechan la mínima ocasión para sacarles los
colores, y si no es así, aquí tienen un voluntario.
Si yo tuviera que utilizar un criterio para tipificarnos, de
seguro que utilizaría el del buen o mal gusto ya que, por lo general, prefiero
la elegancia (en casi todas sus facetas) a la impostura. Y es que es más complicado
dar con uno que te apriete las tuercas de un modo sutil que con bocazas y groseros
de toda condición. Y si tiene humor, es para tirar fuegos artificiales: me luce
mucho que alguien sea más tocapelotas que yo y de paso me haga sonreír.
Quizá lo más difícil para toda mosca cojonera es saber dónde
están los límites y no resultar cargante, repetitivo (hay algunos que toman un
toletole por bandera y aburren a las piedras) ni ofensivo. Incluso aquellos que
tienen gracia y estilo para ponernos en un brete, pueden errar en este punto.
Así que tomemos nota, tocapelotas del mundo, y no fallemos, pues la impertinencia
algunos la cobran cara aunque muchos porculeros salgan indemnes de sus faltas,
bien por suerte, bien por estrategia (e incluso sean premiados por ello…).
Y así, hablando de tocar las narices, llegamos a uno de los
álbumes cuya edición en español ha sido de las más esperadas del curso actual. Triángulo de Mac Barnett y Jon Klassen (editorial
Lumen) es uno de esos libros que, a pesar de parecer una gilipollez, tiene
mucha miga.
En primer lugar tenemos que prestar atención al argumento… La
historia versa de un encuentro entre dos amigos-vecinos, Triángulo y Cuadrado.
Triángulo es el típico tocapelotas y disfruta chinchando a Cuadrado, que termina
mosqueado por las dichosas bromas de su amigo equilátero. Como vemos es algo
muy familiar y que facilita la identificación de los lectores con unos personajes
bien caracterizados (Me maravilla esta capacidad de Klassen). ¿Acaso no hay
niños, adultos, que se pasan el día pinchando a otros? (N.B.: Les animo a una
lectura conjunta de este libro con adolescentes… y verán).
En segundo término hay que hablar de varios puntos comunes a
gran parte de la obra conjunta o separada de estos dos autores…
Hay que hablar de la estructura narrativa que vertebra este
título, con cierta limitación temporal que se adscribe a una situación concreta,
por lo que, tanto Barnett, como Klassen, recurren a una narración de tipo
sketch como en títulos anteriores.
También hay que prestar atención al humor, concretamente a
la ironía y la parodia, instrumentos que enriquecen el discurso y lo hacen más
asimilable por el lector. Esto contribuye a diferenciar los planos discursivos a
los que se puede acceder desde diferentes niveles de experiencia vital y/o
lectora que profundizarán en mayor o menor medida. Así la entrada a este libro
no se limita al lector en ciernes, sino también al más viajado.
Por último decir que es el primer título de una trilogía que
tiene como protagonistas a las formas planas más básicas (triángulo, cuadrado y
círculo), algo que me recuerda a la trilogía de los sombreros de Klassen (Muy
prometedor, ¿no creen?).
En última instancia, un apunte personal… Espero que cuando
se topen con él, no acaben decepcionados e indignados -como ya he leído en
algunas redes sociales- y tachen a este libro de irreverente y maleducado. Es
cierto que se aleja de los convencionalismos sociales y explora las relaciones
humanas desde un punto de vista políticamente incorrecto (eso de molestar al prójimo,
clamar venganza y desterrar el diálogo como punto de entendimiento, aunque sea
una afrenta para muchos, es lo que hay), pero invito a todos los que piensan
así a hurgar en un final lleno de sorpresas. Un final en el que nadie gana, en
el que todos pierden, en el que la justicia está sujeta al azar y al mismo
tiempo es evidente, en el que es patente esa mezcla de sentimientos y emociones
tan antagónica como deliciosa, en lo absurdo, en lo necesario e innecesario, en
la torpeza… en definitiva, en tantas cosas, que creo que me voy a callar. No
quiero destriparlo más de la cuenta y que me tachen de tocarles las narices una
vez más.
1 comentario:
De nuevo has vuelto a despertar mi curiosidad. Lo apunto en mi lista monstruo y gracias por la información.
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