miércoles, 30 de mayo de 2018

Tocando las pelotas





Eso de que cualquiera nos puede tocar las narices no se corresponde con la realidad, más que nada porque no todo el mundo tiene esta habilidad. Algunos hemos sido entrenados en dicho arte desde que nacimos, verdaderos profesionales en eso de buscarle las cosquillas a los incautos que se nos acerquen. Aburridos, cizañeros, envidiosos, cretinos, juguetones, cínicos (me adscribo a los dos anteriores), cuñaos… seguro que todos ustedes tienen cerca alguno de estos elementos que aprovechan la mínima ocasión para sacarles los colores, y si no es así, aquí tienen un voluntario.
Si yo tuviera que utilizar un criterio para tipificarnos, de seguro que utilizaría el del buen o mal gusto ya que, por lo general, prefiero la elegancia (en casi todas sus facetas) a la impostura. Y es que es más complicado dar con uno que te apriete las tuercas de un modo sutil que con bocazas y groseros de toda condición. Y si tiene humor, es para tirar fuegos artificiales: me luce mucho que alguien sea más tocapelotas que yo y de paso me haga sonreír.


Quizá lo más difícil para toda mosca cojonera es saber dónde están los límites y no resultar cargante, repetitivo (hay algunos que toman un toletole por bandera y aburren a las piedras) ni ofensivo. Incluso aquellos que tienen gracia y estilo para ponernos en un brete, pueden errar en este punto. Así que tomemos nota, tocapelotas del mundo, y no fallemos, pues la impertinencia algunos la cobran cara aunque muchos porculeros salgan indemnes de sus faltas, bien por suerte, bien por estrategia (e incluso sean premiados por ello…).
Y así, hablando de tocar las narices, llegamos a una de las trilogías más deseadas. Primero  fue Triángulo (editorial Lumen) y luego Cuadrado y Círculo (editorial NubeOcho), tres joyas con mucha miga de Mac Barnett y Jon Klassen que desgranaré a continuación. 


Empecemos con Triángulo... La historia trata un encuentro entre dos amigos-vecinos, Triángulo y Cuadrado. Triángulo es el típico tocapelotas y disfruta chinchando a Cuadrado (de ahí mi introducción), que termina mosqueado por las dichosas bromas de su amigo equilátero, que dándole vueltas a la geometría, saca del quicio a su colega.


Tras lo leído en muchas redes sociales, espero que al toparse con él, no acaben decepcionados e indignados, y tachen a este libro de irreverente y maleducado. 
Por un lado, esta situación familiar facilita la identificación de los lectores con unos personajes bien caracterizados (Me maravilla esta capacidad de Klassen). ¿Acaso no hay niños, adultos, que se pasan el día pinchando a otros? (N.B.: Les animo a una lectura conjunta de este libro con adolescentes… y verán).
Por otro, es cierto que se aleja de los convencionalismos sociales y explora las relaciones humanas desde un punto de vista políticamente incorrecto (eso de molestar al prójimo, clamar venganza y desterrar el diálogo como punto de entendimiento, aunque sea una afrenta para muchos, es lo que hay), pero invito a todos los que piensan así a hurgar en un final lleno de sorpresas. 


Un final en el que nadie gana, en el que todos pierden, en el que la justicia está sujeta al azar y al mismo tiempo es evidente, en el que es patente esa mezcla de sentimientos y emociones tan antagónica como deliciosa, en lo absurdo, en lo necesario e innecesario, en la torpeza… en definitiva, en tantas cosas, que creo que me voy a callar y seguir con Círculo


Lo de Círculo es harina de otro costal. En este episodio de la trilogía, los tres amigos se disponen a jugar al escondite. Círculo pone las reglas. Cuenta hasta diez, los demás se esconden, pero nunca tras la cascada porque está muy oscuro. Pero Triángulo no tiene miedo a la oscuridad y, ni corto ni perezoso ahí va. Cuando Círculo abre los ojos y Cuadrado le cuenta lo sucedido, la cosa empieza a complicarse porque va a tener que meterse en la boca del lobo, y... 


En esta parte, los autores siguen jugando con la amistad, pero también con otras cuestiones más trascendentales como la identidad, un concepto muy sugerente, más todavía cuando los personajes se lo plantean en total oscuridad. Cuestiones aparentemente sencillas funcionan como un resorte de cara al lector que se pone en situación y se plantea su propia existencia desde un punto de vista siempre humorístico.


Como sucede en Triángulo, Cuadrado está protagonizado solo por dos de los tres personajes. Cuadrado baja todos los días a su cueva y selecciona un montón de los que tiene y los lleva a lo alto de la colina. Un día pasa por allí Círculo y al ver todos esos bloques que parecen réplicas de su amigo, le pide un retrato a escala. Cuadrado no sabe qué hacer, coge uno de sus bloques y se dispone a tallarlo, pero la cosa se complica en una noche de lluvia. ¿Logrará salir del brete holgadamente?


Sin duda este capítulo es muy entrañable y quizá es el que más ahonda en la relación cordial entre amigos (quizá es porque no está Triángulo cerca... ¿Habrá una razón para esto?). Círculo demuestra respeto a la labor de Cuadrado e incluso le pide formar parte de sus supuestas creaciones artísticas. 
Del mismo modo que en los otros dos volúmenes, los autores siguen jugando con las posibilidades de lo azaroso y encontrar la sorpresa narrativa en cualquier elemento por obvio que parezca. Si, como ocurre en esta historia, esto tiene que ver con el universo artístico, gusta más todavía. 


Sin duda, hay varios puntos comunes a gran parte de la obra conjunta o separada de estos dos autores…
Primero hay que hablar de la estructura narrativa que vertebra estos títulos, con cierta limitación temporal que se adscriben a tres situaciones concretas, por lo que, tanto Barnett, como Klassen, recurren a una narración de tipo sketch como en títulos anteriores.
En segundo lugar también hay que prestar atención al humor, concretamente a la ironía, el sinsentido y la parodia, instrumentos que, además de presentarse en el teatro del absurdo, enriquecen el discurso y lo hacen más asimilable por el lector. Esto contribuye a diferenciar los planos discursivos a los que se puede acceder desde diferentes niveles de experiencia vital y/o lectora que profundizarán en mayor o menor medida. Por ello,  no se limitan al lector en ciernes, sino también al más viajado.
Por último decir que si bien estos tres libritos se pueden leer de forma independiente, también se pueden leer de una forma conjunta, es decir, encontramos diferentes planos discursivos no solo en cada volumen, sino que nuevas ideas emergen si leemos dos de ellos o los tres y nos permiten discernir detalles que individualmente han pasado desapercibidos. 


¡Ah! Se me olvidaba... Son los que han inspirado la serie de animación titulada La isla de las formas y que está disponible en la plataforma AppleTV+. 
Lo dicho, disfruten de estás formas planas para nada básicas y déjense llevar por una trilogía que me recuerda a otra protagonizada por sombreros (¿Qué le pasará a Klassen con el número 3? Muy prometedor, ¿no creen?).


1 comentario:

C de cuentos dijo...

De nuevo has vuelto a despertar mi curiosidad. Lo apunto en mi lista monstruo y gracias por la información.