Si piensan que me he alejado del mundanal ruido de los
libros durante estos días, están más que equivocados. Libros y más libros,
ese es mi sino. Si no los amontono caóticamente, los apilo con precisión milimétrica. También los
recojo de la librería, de la oficina de correos o me los traen a casa. Les
quito el polvo, los abrazo y, sobre todo, los leo. Sí, los libros son buena parte
de una vida que se compone de una amalgama desconcertante de saberes y estares.
Señores, estoy loco por los libros, unos bichejos que buscan
su propio espacio dentro del ecosistema que llamo “mi casa”, que lo invaden paulatinamente,
con sigilo y sin demora. Establecen su hogar en esta o aquella estantería. Bien
por orden alfabético, bien por su tamaño. El caso es que puedas encontrarlos (algo que no siempre sucede). Algunos
dementes los tratan como mascotas propinándoles algún sobrenombre. “Mi favorito”,
“Hilarante”, “El libro más triste de todos”…
Unas veces hacen el papel de animales de compañía, otras veces funcionan a modo de salvavidas, y las menos, como amigos. Incluso los hay hasta con alma de
novi@ (que se lo digan a más de un@). Consiguen enternecerte cuando los miras
ahí, apoyados sobre la mesita de noche cubiertos de migajas, calzando esa mesa
que cojea, o a modo de pisapapeles. Los miras, te miran, los coges entre las
manos, los acaricias y los abres.
A veces me planteo que pasará con todos mis libros cuando yo
falte. Acabarán enmohecidos por el tiempo, en alguna estufa, inútiles en cierta
biblioteca de barrio, o desperdigados por tiendas de segunda mano. Esté donde
esté seguro que se me cae alguna lágrima, empiezo a llorar y perjurar, a
cagarme en los desalmados que no han querido conservarlos... ¡Un momento! ¿Y si
se hiciera realidad eso que dice Shinsuke Yoshitake en La curiosa librería? ¿Y si existieran los “guardianes del buen
gusto”?...
¿Cómo? ¿Qué nunca han oído hablar de tal cosa? ¡No me puedo
creer que no conozcan este libro delicioso! Pues les diré que es un álbum sensacional
que acaba de ser publicado en nuestro país por la editorial Pastel de Luna, uno de esos regalos que debe hacerse hoy, Día del Libro (sí, que este
año coronavírico hemos tenido dos, el de siempre y este 23 de julio), cualquier amante de
estos engendros de la letra impresa.
Con la desbordante imaginación a la que nos tiene
acostumbrados, el autor nipón hace acopio en esta obra de multitud de guiños a la religión del libro y las variopintas filias de sus adeptos. Desde cómo cultivar un árbol escritor, hasta la
llamada bibliolápida, pasando por el robot de lectura, el libro luz de luna, o
la biblioteca sumergida, las páginas de esta obra simpática que logra sacarnos
mucha risa a los enamorados de la lectura (bien por ósmosis, bien por autocrítica), se llenan de todo tipo de
cuestiones imposibles pero que a más de uno nos harían falta.
Lo dicho, ¡no lo dejen escapar! ¡Y feliz día!
2 comentarios:
Qué bonito! Gracias por compartirlo!
Qué bonita entrada, yo también me pregunto qué pasará con ellos... Y gracias por darme a conocer ésta novedad.
Saludos
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