Empieza el decimoquinto curso al frente de este espacio de libros infantiles, miserias humanas y monstruosidades varias. Si pensaban que les iba a dar tregua este 2022-2023, estaban equivocados. Nada me gusta más que lacerarles con mis observaciones inútiles, conclusiones sacadas de contexto e ideas marítimas. Y este curso, más que nunca.
La cosa promete. Una incipiente crisis energética, especulación con las materias primas, inflación por la estratosfera, guerras que no son guerras, pugnas de poder, destrucción masiva de puestos de trabajo, ismos para lobotomizarnos a todos, una “plandemia” desinflada, y agendas 20-30 que van a hacer las delicias de este lector.
También tocan aires de cambio… Entre viaje y viaje estival, he estado releyendo algunas entradas de los últimos cinco años y la verdad que no me he reconocido mucho. Creo que he sido bastante correcto y no lo suficientemente lapidario. Hay mucho gilipollas al que le he dado tregua, libros que no valían una mierda, editores que se han comportado como auténticos mafiosos y debates dignos del vómito. Ha llegado la hora.
Para terminar de rizar el rizo les hago saber que me hallo rodeado por adultos despreciables en mi nuevo puesto de trabajo. La guinda de un pastel con el que más de uno se va a atragantar cuando me lea: vuelve el Román más displicente.
Le dije al patrón de España que iba a ser mucho más condescendiente este curso, que no me dejaría llevar por mis bajezas, que intentaría entender a otros pecadores y que evitaría cagarme en todo lo que se menea… Pero no, los tiros no van a ir por ahí. Será que enuncio mis plegarias malamente o que el destino me depara algo con más enjundia, pero el caso es que no me dejan ser bueno. Y mira que yo quiero… Pero no… Imposible.
Eso sí: nada de regodearse con lo que he dejado atrás. Hay que ceñirse al presente, buscar nuevas ideas con las que aprender, cultivar otras miradas, y experimentar la vida que se nos va. Me parecería una pérdida de tiempo abrir viejas carpetas, retomar rencillas infructuosas o temáticas espiraladas.
Que corra el aire. Como en El oso y el murmullo del viento, el álbum de Marianne Dubuc con la que doy el pistoletazo de salida a una nueva temporada de reseñas. Publicado por editorial Juventud la primavera pasada, es una historia ideal para cualquier principio y otros puntos de partida. En ella, un oso siente que su vida está algo estancada. Que a pesar de tener buenos amigos, su sillón y su tarta de fresa, ha llegado el momento de marcharse, de dar un giro a su vida, de probar cosas nuevas. El sillón ya no es tan cómodo ni la tarta sabe tan bien. Es así como decide emprender un viaje tras un murmullo de cambio que le trae el viento.
Con la siempre sutil mirada de la autora canadiense, descubrimos que el periplo de oso podría asemejarse al de cualquier otro. La búsqueda de uno mismo, de lugares en los que ser y estar casen a la perfección, de los miedos y las dudas que nos asaltan en mitad del camino, de cualquier atisbo de incertidumbre que nos hace replantearnos una y otra vez si hemos hecho lo correcto, o de lo difícil que es abandonar nuestra zona de confort.
Les invito a que lo lean, a que se miren en él, a que se pregunten si alguna vez se han sentido como este oso, a si tomarían su ejemplo, a si lo volverían a hacer. Yo lo tengo claro. Repetiría una y mil veces. El viento siempre acierta con sus susurros.
1 comentario:
Hola Román, esperando con muchas ganas tu vuelta al blog y efectivamente (como bien dices) la cosa promete...y mucho!
Un abrazo. Encarnita
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