La luna, ese satélite que tanto ha visto y que tanto ha callado vuelve cada noche. En forma de cruasán, a modo de sonrisa, redonda como una moneda o eclipsada por la sombra de su planeta. Protagonista indiscutible de la noche -excepto cuando el sol no la ilumina-, la luna nos sugiere, nos aterra, nos suaviza y nos burbujea.
Aparece en libros, cuadros y canciones, pero sobre todo, en mitad del firmamento. La luna habla. Del pasado y del presente, de lo bueno y de lo malo, del invierno y del verano. Recordatorio incansable de los días que corren. Para los insomnes y los ancianos, para los que huyen y los que aman, también para los juerguistas o los que trabajan, para las madres que cuentan cuentos y los niños que se van a la cama.
Hoy rimamos a la luz de la luna, recuperando las tranquilas cadencias que Antonia Rodenas tejió hace unos cuantos años en compañía de las ilustraciones de Asun Balzola. Unas rimas que recupera Octavio para alumbrarnos durante las noches oscuras y los tristes días. Luna: linterna y guía.
La luna va creciendo
en las noches de invierno,
recoge sus cabellos
cuando la besa el viento.
Que baje la luna
hasta mi ventana.
Que su luz se meta
dentro de mi cama.
Que luego se acerque
y roce mi cara.
Que muy despacito
pueda yo abrazarla.
Antonia Rodenas.
En: Rimas de Luna.
Ilustraciones de Asun Balzola.
2021. Ibi, Alicante: Degomagom.
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