Siempre me he preguntado por qué los curas no organizaron de un modo más práctico su mejor invento, el tiempo. Ya podían haber tomado parámetros más naturales y dejarse de horas, días, meses y años, porque aquí, como a todo hijo de vecino o mamífero que se precie, lo que nos modifica el carácter son las llamadas estaciones del año. Y es que los biorritmos son muy importantes, no sólo a la hora de sembrar cebollino, sino a la hora de tomar decisiones importantes para uno mismo. Unas épocas del año son favorables a la hora de aumentar el panículo adiposo, mientras que otras lo son más para perder esos kilos que nos sobran. Si usted quiere mudarse, le recomiendo que opte por la primavera o el otoño, y si se va a casar… ¡Ejem!… yo creo que cualquier época es mala (risas enlatadas).
Y es que, si cogemos un almanaque (cosa que todos hacemos con el comienzo del año) y vamos pasando los meses, irán sucediéndose imágenes en nuestra memoria… Con el otoño llegan los árboles tristes, la lluvia y la noche que nos apocan la vitalidad y aumentan las barrigas, más tarde arriba el señor invierno y su manto de frío y hielo que también nos recorre los pensamientos. La primavera ya es otra cosa, despierta no sólo la libido y las ganas de saltar, sino también los brotes y las flores, y para finalizar el verano, donde esa calma chicha y el sonido de los grillos nos acunan en un vaivén tranquilo.
Así que, con tres títulos sobre las estaciones del año: el arte de John Burningham (Las estaciones) y de Iela Mari (Las estaciones), la pluma de Roald Dahl (Mi año) y la sencillez y preciosismo de Un año en la granja –descatalogado, una lástima-, les dejo que piensen en este año que nos espera.
Y es que, si cogemos un almanaque (cosa que todos hacemos con el comienzo del año) y vamos pasando los meses, irán sucediéndose imágenes en nuestra memoria… Con el otoño llegan los árboles tristes, la lluvia y la noche que nos apocan la vitalidad y aumentan las barrigas, más tarde arriba el señor invierno y su manto de frío y hielo que también nos recorre los pensamientos. La primavera ya es otra cosa, despierta no sólo la libido y las ganas de saltar, sino también los brotes y las flores, y para finalizar el verano, donde esa calma chicha y el sonido de los grillos nos acunan en un vaivén tranquilo.
Así que, con tres títulos sobre las estaciones del año: el arte de John Burningham (Las estaciones) y de Iela Mari (Las estaciones), la pluma de Roald Dahl (Mi año) y la sencillez y preciosismo de Un año en la granja –descatalogado, una lástima-, les dejo que piensen en este año que nos espera.
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